En estos últimos días, una semana o más a la fecha, se ha puesto en el punto más alto de la noticia, la dificultad y frustración que el Perú tiene ante sí, debido a que actualmente no existe ningún contrato a firme para el suministro de vacunas contra el COVID-19. Por consiguiente, los peruanos debemos seguir padeciendo los efectos de la pandemia, medidas de emergencia incluidas, por lo menos hasta el segundo semestre del 2021, según los más optimistas; o, hasta el año 2022, según otros, entre los que se cuenta la prestigiosa publicación, de origen anglo-sajón, The Economist.
Disculpas y justificaciones hay muchas, desde las más inverosímiles hasta las más creíbles, entre las que se usa -y no sin razón- la de la vacancia presidencial aplicada al señor Martín Vizcarra. Considero válido este último argumento, no por la persona del mandatario defenestrado, sino porque es evidente que ningún laboratorio cerraría tratos con un país en el que todo está de cabeza, que las autoridades lo son un día y el siguiente ya no, que la firma de quien celebre el contrato, para el que vende las vacunas, puede no tener validez alguna sólo veinticuatro horas después de haberla estampado en el contrato de compra. Y esto, aunque muchos no lo quieran reconocer, es culpa exclusiva del Congreso, cuyos miembros no tuvieron ningún reparo en descabezar al país cuando el tiempo de espera para que el Poder Judicial investigara y, eventualmente, enjuiciara al señor Vizcarra, aplicándole todas las medidas punitivas a que finalmente fuera merecedor, era verdaderamente corto: ellos lo que querían -y siguen demostrando que es su verdadero propósito- es desestabilizar al país.
El viernes 18 último, el señor Jaime Chincha, en RadioProgramas del Perú, entrevistó al ingeniero Raúl Delgado Sayán, líder del Comando Vacuna, entidad no estatal creada en el sector privado para apoyar al Gobierno en la consecución de las vacunas que requiere la población de nuestro país. Evidentemente, la entrevista guardaba relación directa con la inquietud puesta de manifiesto en el párrafo inicial de esta Columna de Opinión. El señor Delgado, atendiendo a las preguntas que le hacía su entrevistador, dio una respuesta que fácilmente debería ser la solución a dicho problema; antes de referirme a ella, quiero permitirme la licencia de mencionar lo poco que conozco del señor Delgado Sayán.
Trabajaba yo en la antigua Compañía Peruana de Teléfonos S.A., ejerciendo mi profesión de ingeniero, cuando se convocó a una licitación internacional para la instalación de la planta externa (redes) correspondiente a 150,000 líneas telefónicas, la más grande que se convocaba hasta esa fecha -año 1987, aproximadamente- en el rubro; así como un concurso internacional de precios para la supervisión de la ejecución de los proyectos que generara la licitación mencionada en primer término. Ambas convocatorias contemplaban la posibilidad de que postularan a asumirlas consorcios de empresas que estuvieran en capacidad de demostrar haberse desempeñado en trabajos anteriores relacionados con lo que era motivo de su postulación y en volúmenes similares; asimismo, se exigía que los consorcios postulantes contaran con componente (empresa o empresas) nacional.
Como uno de los motivos de evaluación del concurso para elegir al consorcio supervisor, se debía evaluar a la o las empresas que constituían el componente peruano del mismo, lo que estuvo a cargo de un equipo de ingenieros especialistas en la materia, del que formé parte. En uno de los consorcios conformados para el concurso, el componente nacional lo constituía la empresa consultora Cesel Ingenieros, a la que fuimos a visitar el grupo mencionado, teniendo la ocasión de conocer, entre otros, al ingeniero Raúl Delgado Sayán, como jefe del equipo que se haría cargo por parte de Cesel. Me permito decir, con todas sus letras y sin rubor de ninguna especie, que este profesional me (nos, realmente) impresionó muy favorablemente, por tratarse de una persona que demostraba muy amplio conocimiento del ámbito profesional en que se desenvolvía, aparte de una inteligencia muy por encima de lo común.
¿Qué pasó con la licitación y el concurso internacionales convocados y todos los etcéteras que puedan haber tenido lugar fuera de lo que acabo de narrar?, en realidad no viene al caso, porque el único fin con que he mencionado ambos temas estrechamente ligados en aquel momento, ha sido para expresar la admiración que despertó en mí el ingeniero Delgado Sayán cuando tuve la oportunidad de conocerlo.
Bastantes años después, con ocasión de un evento especial en la sede Departamental de Lima del Colegio de Ingenieros del Perú, tuve oportunidad de encontrar nuevamente a este, para mí, brillante profesional, aprovechando la oportunidad para acercarme a saludarlo y expresarle la muy grata impresión que me dejó. Si bien se mostró agradecido por lo que le decía, me resultó evidente que el ingeniero Delgado no sabía con quién ni de qué le estaba hablando o algo así. Con motivo de la entrevista que cité casi a inicios de esta Columna, he podido saber nuevamente de su persona, para ratificar asimismo el buen concepto que me merece, cuando expresó la idea que voy a repetir a continuación, la que pudo haber sido puesta de manifiesto por cualquier otra persona, pero que fue él quien la expuso:
“Canadá, país del Primer Mundo, frente a una posibilidad válida de que la producción de vacunas para enfrentar la pandemia de COVID-19 fuera insuficiente ante la fuerte demanda que hicieran todos los países del mundo al momento de su puesta en aplicación, compró 358 millones de vacunas, no importándole contar con un sobre stock -en ese país, la población total llega a cerca de 40 millones de habitantes- pero sí cubrir con holgura su demanda. Mediante un acuerdo de Jefe de Gobierno (en el caso de Canadá) y Presidente del país (en el peruano), Perú podría -debería- gestionar ante Canadá un “swap” o préstamo de la cantidad -los millones- de vacunas que necesitamos, con cargo a pagárselas, en especie, cuando nos sean suministradas, ya sea en el segundo semestre de 2021 o en 2022”. Además, dijo que no era la única idea aplicable para solucionar esta necesidad.
Creo que el Perú está necesitando -a gritos- que salga a la luz pública gente que aporte, que sume; ya basta de gente negativa, que sólo se limita a pregonar qué tan mal estamos en esto y en lo otro, que fulanito es culpable o menganito, pero que no sugieren ni buscan soluciones, que tratan -siempre- de destruir.
A este respecto, debo añadir que no he captado que un solo medio de información, escrita o hablada, se haya hecho eco de la idea propuesta por el ingeniero Delgado. ¿Será, porque no lo hizo en su espacio escrito, radial o televisivo? Si esta fuera el verdadero motivo de la falta de apoyo -que, en realidad, lo es- a lo que podría ser una fácil solución, sería demasiado mezquino.
Postdata.- Al terminar esta Columna de Opinión, no puedo dejar de mencionar el texto de un artículo publicado el domingo 20 último por la periodista Patricia del Río, en el diario El Comercio, denominado Ecos del Horror, por lo que su contenido expone: se refiere a acontecimientos muy tristes y, en algunos casos, desgarradores que han ocurrido en el año que nos está dejando.
Menciona, por ejemplo, el incendio que originó la fuga de gas de un camión que lo transportaba en Villa El Salvador, con su secuela de 34 muertos y muchos vecinos sin hogar. También, el caso de una niñita de cuatro años a la que un mocoso de quince raptó, violó y mató con salvajismo; así como el de la madre de la niñita, que suplicaba no ser juzgada por haberla dejado a expensas del asesino por ir a una fiesta, como si ella hubiera podido prever el hecho y permitido que se llevara a cabo. Asimismo, la desesperación de una mujer en Arequipa por ser escuchada por el Presidente de la República, cuando éste ya emprendía su retorno a Lima. Además, los ruegos de una enfermera, envuelta en bolsas de basura, pidiendo que se brinden equipos de seguridad biomédica. O, grupos de madres rogando por insumos para sus ollas comunes, cuando ya no tenían qué comer a consecuencia de la pandemia que nos asola.
Cita, la señora Del Río, algunos casos más de sucesos casi inenarrables y dice, para terminar, que “Los ecos de pánico se quedarán para siempre. Pero se quedarán para que no permitamos, nunca más, que la ineficiencia, la desidia y la falta de respeto a la vida, nos quiten el aire, nos quiten la vida”. Creo que la articulista peca de ingenua, al suponer o pedir que no olvidemos estos hechos, sólo con mantenerlos en la memoria; yo opino que una copia de ese artículo de opinión emanado de la brillante redacción de la periodista Patricia del Río, sea pegada en la pared de cada salón de clases, desde los primeros años lectivos hasta el último de instrucción superior, para que los nuevos peruanos siempre los tengan presentes: quienes han sido las víctimas, lo merecen.
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