De pronto, como si recibiera un mazazo, me alcanzaron la noticia de que un amigo muy querido había emprendido el viaje sin retorno. Fue algo muy triste, por imprevisto, supongo; porque siempre contaba con él, aunque sólo fuera saberlo. Si se ofrecía la ocasión en que debíamos concurrir a un evento especial entre pocos pero muy cercanos amigos de antaño, él estaba allí, siempre dispuesto, con su espíritu alegre y bromista, que animaba las reuniones.
Nos conocimos, cuando fui aceptado para ofrecer mis servicios profesionales de ingeniero en una empresa importante de servicios para la Gran Lima y el Callao; él ya trabajaba entonces en la misma y tenía un grupo muy amplio de amigos con los que se reunía frecuentemente para celebrar el sólo hecho de reunirse: él, generalmente, era centro en esas reuniones y, al carecer de un local idóneo para esos cónclaves, ponía a disposición su propio hogar, para lo que contaba con la anuencia de sus padres que, siempre, nos brindaron una gran hospitalidad; y, sus hermanos, especialmente uno de los hombres (mayor que él) y una de las mujeres (la menor), congeniaron tanto con el grupo, que se convirtieron en parte de nosotros, como si cualquiera de ellos fuera el que nos llevaba a su casa.
Tuve ocasión de asistir a muchas de las reuniones que en la casa de nuestro amigo se llevaron a cabo, disfrutando siempre de todas ellas; aunque, también, me era permitido extrovertir mis motivos de tristeza cuando, por ejemplo, me ponía sentimental recordando a mi madre, que había fallecido en época relativamente cercana a mi ingreso a la empresa; entonces, el hermano de nuestro compañero de trabajo intentaba consolarme y no dejaba de acompañarme hasta que no le demostrara haberme calmado. Supongo que a todos nos sucedía algo parecido, porque puedo recordar cuando a un amigo muy cercano le ocurrió cosa similar al hablarme de un delicado problema de salud que tenía su hijo mayor.
En la empresa, era reconocido por ser muy hábil e inteligente, además de contar con un especial don de gentes, que lo hacían líder seguro para el cargo de jefatura que se le asignara. Sin embargo, dado su carácter en extremo amiguero y muy humano, no encarnaba al “jefe” clásico que buscaba esa o cualquier empresa, que requería bastante más frialdad de parte de las personas o profesionales que ocuparan cargos de jefatura, de modo que su actitud fuera más empresarial y menos emocional.
A raíz de que la referida empresa fue vendida a capitales extranjeros, se produjo un despido masivo de personal calificado de la compañía, el mismo que fue iniciado reduciendo los cargos jerárquicos, con el consecuente despido de muchos que ostentábamos cargos de diferentes niveles de supervisión. Entre los que nos vimos obligados a salir, estábamos mi querido amigo y yo (pido aceptar que no mencione nombres), por lo que dejamos de frecuentarnos como antes lo habíamos hecho; además, nuestras líneas de carrera en la referida entidad no eran totalmente afines, motivo por el cual ese involuntario distanciamiento entre nosotros se inició realmente antes de la venta y posterior despido de la empresa.
Sin embargo, siempre supe que él estaba ahí, a disposición para lo que pudiera ocurrir entre amigos, como lo éramos. Su desaparición me hace recordar la letra de una de las canciones más sentidas de Facundo Cabral, pero en especial, a una parte que comienza diciendo: “Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido ……”. Sólo con estas palabras, tan bien hilvanadas por Cabral, se pone de manifiesto cómo impacta en quienes tenemos un sentimiento de amistad muy importante por determinadas personas a las que consideramos verdaderos amig@s su fallecimiento: y, esto, es lo que en estos momentos nos ha sucedido a muchos que lo estimábamos de verdad. Si esto es así entre nosotros, los amigos, el dolor que sufren quienes son sus familiares directos, debe ser inenarrable.
A manera de post data, considero válido mencionar que, luego de asistir al velorio de este querido amigo de muchos, entre los que me cuento, fui informado del deceso de otro amigo del grupo más íntimo, el mismo día que el primero, quien era una especie de “uña y mugre” con éste: una situación tan inimaginable como esta, me hace pensar, una vez más, cuáles serán los designios de Dios para que algo así suceda; ¿es posible que sus almas se hayan encontrado o lo hagan en el Más Allá, para seguir disfrutando juntos? ......
Gracias Chabela, has interpretado muy bien por qué lo hice: creo que se lo merecía.
Qué triste, es perder un verdadero amigo como tu lo dices Alfonso, yo tuve la suerte de conocerlo, el fue varias veces a nuestra casa familiar, la verdad aunque todos sabemos que tenemos que partir, la pena nos embarga cuándo alguien tan ligado a nuestra vida deja de existir,
hacen ya tres años perdimos también a una querida amiga y hasta hora siento su desaparición,sin embargo, estoy segura que todos Ellos buenas personas, Hoy están con DIOS, y la felicidad que ya alcanzan es inenarrable, pidamos a Ellos y al buen Dios, que se conviertan en intercesores de sus familias y de todos sus amigos los que aún estamos en este imperfecto mundo.Que la resignación nos acompañe, tratemos de recordarlos…