Con motivo de la anterior Columna de Opinión que publiqué, uno de mis gentiles lectores, actualmente residente en Canadá, me hizo un comentario favorable a la misma, para luego referirse a la necesidad de mejorar la salud de los niños provincianos, especialmente del ámbito rural, con la finalidad de que al crecer y desarrollarse, puedan colaborar en la mejora de sus lugares de origen, porque hayan alcanzado niveles de conocimiento y formación profesional que los faculte para hacerlo.
Al alcanzarme su comentario, usó como ejemplo algunas iniciativas que están dando resultados favorables, mencionando entre ellas samichay. Dado mi total desconocimiento del origen y significado de la palabra, no pude menos que consultárselos, debido a que conozco de él que no forma parte de su manera de ser citar ejemplos, ni ocuparse de temas con ligereza. Me dio una explicación que, si bien ya no me era tan difícil de entender, tampoco me resultaba fácil, por lo que empecé a tratar de aclararla, porque ya me iba pareciendo apropiado usarla como tema para otra Columna de Opinión.
Lo primero que descubrí en internet, es que el vocablo que da título a la presente columna, es de origen quechua y su significado es: pedir o alcanzar la ventura o el éxito; pudiéndosele también traducir como: búsqueda de la plenitud o, en busca de la felicidad.
A continuación, supe que en 2020 se filmó una película peruana, rodada totalmente en quechua, producida por capitales peruanos y españoles, con el nombre Samichay y, que ha ganado varios premios en festivales cinematográficos efectuados en Perú, Chile y España, habiéndosele calificado como la “ópera prima” de su director y guionista Mauricio Franco Tosso; además, que sólo ha sido exhibida en forma digital en el Perú a consecuencia de la pandemia que nos azota. La película trata de un campesino pobre y solitario -tempranamente, en la película, pierde a su esposa y a su madre- que vive con su suegra, -con la que casi no tiene comunicación- y con su única vaca, muy venida a menos, totalmente flaca y escuálida por no tener casi qué comer debido a que los terrenos del campesino prácticamente no producen por falta de recursos para su sembrío; de la vaca, él alberga la esperanza que pronto tenga crías. El mensaje que transmite esta película, es la esperanza indesmayable del personaje principal, quien a toda costa confía en un futuro mejor para lo que, incluso, viaja con su vaca al centro poblado más próximo, con el fin último -en caso de no encontrar forma de aparear a su vaca- de poderla vender.
Posteriormente, tuve oportunidad de enterarme que “Samichay” parece ser el nombre de una pequeña escuela rural, con grandes sueños, ubicada en la localidad de Incuta en la provincia de Chumbivilcas, Cusco. En dicha escuela, el actual director de la misma, cuando obtuvo por concurso el cargo de director interino en el año 2002, encontró que sólo se dictaba hasta el cuarto grado de primaria, así como que el nivel de la educación que se impartía era pésimo; luego de concluido el aprendizaje de la escasa formación que así brindaba la pequeña escuela, los niños debían dedicarse a actividades agrarias o ganaderas, tradición que venía cumpliéndose por generaciones. El educador, de nombre Jorge Gonzales, consiguió que se ampliara el dictado de clases a educación inicial -incluyendo la asignación de un profesor para ese nivel- y, que el dictado de clases en primaria fuera completo, a fin de que los estudiantes egresaran con el propósito de continuar estudios secundarios.
Los resultados obtenidos fueron tan buenos, que sus estudiantes han ocupado los primeros puestos en la postulación para la secundaria, en los colegios distritales y de la provincia. Su principal objetivo actualmente, es que se dote a la pequeña escuela de enseñanza secundaria, para que sus niños, que ahora ya son adolescentes, no se limiten, que continúen sus estudios, que hagan una carrera técnica o superior, que muy pronto sean los profesionales que necesita Chumbivilcas.
También he sabido que Samichay es el nombre de una asociación de voluntarios, sin fines de lucro, cuya finalidad es ayudar a los niños del ámbito rural de nuestro país en su formación escolar, pero y especialmente, en su desarrollo orgánico, como seres humanos, porque generalmente se trata de hijos de familias muy pobres que, las más de las veces, son víctimas de enfermedades que los diezman o se convierten en crónicas, mermando su capacidad de contribuir al desarrollo y mejoramiento de su lugar de origen, cuando no emigran a centros poblados en los que -consideran sus padres- habrán mejores posibilidades para ellos.
Lamentablemente, en este último caso, desde que se desató la pandemia de COVID-19 en nuestro país, esta asociación se ha visto obligada a paralizar su actividad, la que en mucho dependía de desplazamientos de sus integrantes hacia las zonas en las que tomaban conocimiento de la existencia de comunidades campesinas que precisaban de ayuda como la que ellos brindaban, lo que dejó de serles posible, al carecer también de recursos para ser portadores de la citada ayuda. Los miembros de esta Asociación Samichay, tienen todo el propósito de reemprender su actividad benéfica ahora, que están disminuyendo ostensiblemente los estragos de la citada pandemia.
Tengo alguna referencia de que habría, también, una cuarta utilización del término samichay, que interpreta el vocablo como “escuela de sueños y atletas que trabajan silenciosamente”; esta mentalidad o filosofía, correspondería a lo que ha hecho nuestra recién consagrada bicampeona mundial de marcha atlética, Kimberly García, quien sufrió muchos tropiezos antes de convertirse en atleta de primer orden de nuestro país y coronarse dos veces campeona mundial en competencias de su especialidad en un solo campeonato mundial, realizado en Estados Unidos.
Sin dejar de lado la ingrata experiencia ocurrida en la tercera forma citada de aplicación del vocablo quechua, a mi modo de ver hay una importante similitud a destacar entre las cuatro aplicaciones del mismo mencionadas en la presente Columna de Opinión: el afán, la búsqueda permanente de la felicidad de quienes toman la palabra SAMICHAY como emblema y motor de sus vidas o parte de ellas.
Hago votos porque los peruanos introduzcamos esto en nuestras mentes y en nuestra forma de vivir, porque los logros que se obtengan no sólo redundarán en beneficio propio, sino del país en su conjunto.
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