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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

RICARDO GARECA SE TUVO QUE IR

El jueves 14 de julio, los peruanos amantes del fútbol recibimos un baldazo de agua helada en pleno frígido invierno por el que estamos atravesando: se terminó el diálogo con Ricardo Gareca y el gran entrenador argentino dejó definitivamente de serlo para la selección peruana.


¿Cómo no sentir esta pésima noticia en la forma descrita? Gareca es el técnico que más ha hecho por el Perú en las competencias de su selección; más, incluso -desde mi personal punto de vista, por supuesto-, que Marcos Calderón: este último, si bien hizo muy buenas campañas con las selecciones nacionales que dirigió, contaba con los mejores jugadores que ha producido nuestra cantera futbolística; el argentino, en cambio, se vio en la necesidad de escoger entre lo poco que había -ninguno notable o fuera de serie- entonces, para ir formándolos poco a poco. Podemos recordar que, antes de Gareca, nuestro país no tenía casi jugadores en el extranjero, mucho menos en Europa -sólo me vienen a la memoria los nombres de Claudio Pizarro y Nolberto Solano, porque otros como Gerónimo Barbadillo y Juan José Muñante, son de la “hornada” del mundial del 78; así como anteriores a ellos, Víctor Benítez -recientemente fallecido- y Juan Seminario.


La primera Columna de Opinión que publiqué, el 23 de mayo de 2018, la dediqué a Ricardo Gareca y a la clasificación que bajo su dirección técnica había logrado la selección nacional para el Mundial de Rusia 2018, a la sazón pronto a comenzar. En aquella publicación agradecía, hasta donde era posible, la gestión de Gareca al frente del equipo nacional, llegando a decir que “creo que, todos los peruanos deberíamos hacerle un monumento, que debería darse su nombre a calles importantes de las ciudades …… y, cosas así”. Explicaba o justificaba ese pedido, de la siguiente forma: “lo hago porque, gracias a la clasificación que nos ha conseguido y, a lo largo de toda la campaña que dirigió para lograrla, dio a conocer -por todo lo alto- el nombre del Perú, de forma más notable y rápida que cualquier otro tipo de intento que se ha hecho para “marketear” al país”.


Al margen de que haya tenido o no razón por hacer ese pedido -en el que me reafirmo-, considero que el gran entrenador argentino que nos tocó en suerte esta vez -alguna vez, en realidad-, a lo largo de los más de siete años que dirigió a nuestro seleccionado de fútbol, justificó plenamente su contratación y el haber mensual que por ese concepto le correspondía -es de destacar que el monto que se le abonaba incluía a su plana de dirección técnica-.


Es justo reconocer, especialmente ahora, que ya no está para nuestra selección, que en todo momento se comportó, dentro y fuera de la cancha, como un profesional a carta cabal, que hasta en los peores momentos de la selección - durante los seis o siete primeros partidos de la campaña pre.mundialista fenecida con la eliminación del Perú por penales frente a Australia-, que los hinchas peruanos no dejamos de confiar en su capacidad y siempre existió la esperanza de clasificar a Qatar 2022. Creo, también, que paralela a esa calificación de profesional de primera línea, todos consideramos siempre a Ricardo Gareca como un señor en toda la extensión de la palabra.


Lamentablemente, el final de su relación con el fútbol peruano no ha podido ser peor y no por culpa de él: el actual Presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Agustín Lozano, decidió que era hora de dar por finalizado el vínculo con Gareca, lo que ocultó al conocimiento de todos dando a entender, muy por el contrario, que su mayor interés era la renovación del contrato con el argentino. Con el correr de unos pocos días, se ha podido conocer que habían intereses personales de por medio para Agustín Lozano, los que no quiso dejar de lado a la hora de “negociar” con Gareca. Se ha sabido, también, que para la reunión que debía -y fue- ser la última y definitiva de Lozano con Gareca, el primero se hizo representar por miembros de dos clubes de la Liga 1 de nuestro fútbol que él subvenciona, los mismos que no tenían representatividad alguna, pero que fueron portadores ante el abogado y representante de Ricardo Gareca -que sí tenía todos los poderes para el efecto-, de una oferta de renovación de contrato con una reducción del 40% del que había concluido -lo que, para todo profesional que se respete, significa despido-.


Se han producido después muchos pronunciamientos de periodistas, técnicos nacionales y jugadores, así como del público en general, lamentando la salida de Gareca de nuestro fútbol; más aún, si se dio a conocer que el proyecto que quería aplicar el técnico para su nuevo vínculo con el balompié peruano abarcaba todos los niveles del mismo, desde los juveniles, para su reestructuración -pretendía, por ejemplo, reducir drásticamente la cantidad de equipos profesionales que disputan la Liga 1, con lo que Lozano perdía su control, el que además nunca debió tener como Federación de Fútbol-.


También se han dado a conocer algunos pronunciamientos en contra de Gareca o, que significan -quieren significar- que obró mal de alguna forma, como el hecho de que Agustín Lozano ha manifestado sentirse “dolido” por el olvido de Gareca de su persona al despedirse; o, lo declarado por el futbolista André Carrillo sobre Lozano en una entrevista con el periodista Eddie Fleischman: “Agustín Lozano estuvo siempre con nosotros. Es una persona que está muchos años metidos en el fútbol y sabemos que él daba todo por clasificar. Hoy me causa gracia que mucha gente lo critica, lo golpea. Nosotros que lo conocemos, que estamos dentro, sabemos que él lo único que quería era que nos clasifiquemos”, lo que se debería a un resentimiento del jugador porque Gareca lo cambió en el segundo tiempo del partido con Australia, obviamente debido a su bajo rendimiento individual y para el equipo.


De esa manera, con esta desvinculación, lo único que queda para el fútbol peruano es una mediocridad igual o mayor a la que no nos permitió acceder a Campeonatos Mundiales de Fútbol por espacio de 36 años. Todo, por obra y gracia de los apetitos personales de un Vice-Presidente que se “encontró” con la Presidencia de la Federación Peruana de Fútbol por un hecho fortuito y, de ahí en adelante, convirtió a dicha entidad y a los alcances de la misma, en su feudo personal.


Sólo tendría una forma de desmentir la acusación que no solamente yo le hago a Agustín Lozano: que renuncie y, en mi caso, no tendré ningún reparo en retractarme de lo que en este momento firmo.


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