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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

RECIPROCIDAD EN EL TRATO

Durante muchos años de mi vida, tuve la espontanea costumbre de “pasar la voz” a conductores de vehículos que tenían sus luces encendidas, a pesar de circular durante el día. Este gesto, por extensión, lo practicaba también con quienes se encontraban dentro de un vehículo estacionado, ocuparan o no el asiento del conductor (en este caso, me sentía hasta obligado, porque mi conocimiento del manejo vehicular me permitía saber que se estaba consumiendo la batería del medio de transporte).

La respuesta que normalmente recibí, era de agradecimiento, en mayor o menor grado, pero siempre reconociendo que me hubiera tomado la molestia de dar aviso de algo perjudicial que se estaban autoinflingiendo, Un día cualquiera, sin embargo, me sucedió algo inesperado: iba caminando por una avenida cercana a mi domicilio, cuando vi estacionada frente a una ferretería, de esas que venden materiales de construcción, a una camioneta “pick up”; estaba con el motor apagado, las luces encendidas y su ocupante, sentado en el asiento del copiloto, aparentemente no se había percatado de esta situación.

Fiel a mi costumbre le di la voz, señalándole las luces encendidas. El tipo, con cara no de pocos amigos, sino de enemigo, me miró y me hizo un gesto que claramente significaba: ……¿Y ……?. Lamentablemente y gracias a aquel individuo, nunca más he vuelto a avisar a nadie respecto al desperdicio en que está incurriendo.

¿Por qué me permito contar algo personal y bastante intrascendente que me ha sucedido?: pretendo ilustrar cómo puede nuestra actitud herir los sentimientos de los demás; porque, así como yo fui víctima de un trato totalmente falto de reciprocidad, con toda seguridad debo haber tenido gestos inadecuados y comparables, quizá, al reseñado inicialmente.

Es por ello, que el verdadero propósito de estas líneas es enfatizar en la necesidad de corresponder bien por bien, de demostrar a quien o quienes nos dedican desde una sonrisa hasta completas actitudes benevolentes hacia nosotros, que nos sentimos sus deudores por sus buenos gestos y pretendemos demostrarlo de manera similar a la recibida: estoy seguro de que ninguna persona bien intencionada tiene gestos como el descrito, o similares, para recibir en retorno otro de agradecimiento; eso, sería mezquino y no cabe suponerlo en personas desinteresadas. Sin embargo, a pesar de reconocer que no se hacen estas cosas para lograr algún tipo de reconocimiento, cómo molesta recibir un gesto de desagradecimiento, ….. la verdad, uno se arrepiente de haber actuado así, hasta llega a no volverlo a hacer …..

Creo que va siendo hora de que nos miremos en el espejo de nuestro padres y abuelos, que tratemos de emularlos en lo que a buena educación se refiere porque, como dice el dicho: “lo valiente no quita lo cortés”. Sería como volver a actuar con civismo (que tanta falta nos hace) en nuestro proceder para con los demás.

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