En octubre de 2018, publiqué una Columna de Opinión con igual título. La presente, se refiere al mismo tema, enfocado desde otro aspecto, pero que lleva a conclusión similar al primero: la conveniencia y necesidad (según este enfoque) de formar empresas municipales comercializadoras de residuos sólidos, mediante el reciclaje de una buena proporción de los mismos, respaldándose en la ley Nº 27314 y sus modificatorias.
La experiencia (ingrata, por cierto) nos dice a los limeños y habitantes en general de esta nuestra Lima, que muchos alcaldes que llegan al final de sus respectivos períodos como autoridades locales, dejan de preocuparse por asuntos tan triviales como el recojo diario de la basura doméstica. Esa, probablemente, es la causa de que a principios de mes y año (en algunos casos hasta ahora, 23 de enero) se hayan publicado tantos casos de grandes cantidades de basura en calles de distritos populosos, especialmente.
Por otro lado, aún siguen existiendo distritos en los cuales la falta de servicios regulares de recojo de basura constituye un mal endémico; esto, lo explican las respectivas autoridades locales, como que se debe a la falta de pago de los arbitrios municipales por parte de una parte significativa del vecindario correspondiente, lo que no les permite hacer obra ni cumplir con muchas de las obligaciones inherentes a los cargos que ocupan. En este caso, no les falta razón, en cuanto a que carecen de los recursos suficientes para cumplir con esas obligaciones.
Sin embargo y respecto a la eliminación de la basura doméstica que les compete, no es la anotada la única forma de lograrla, específicamente en el caso de las municipalidades: La Ley General de Residuos Sólidos (Nº 27314) y sus modificatorias, establecen que las municipalidades están autorizadas para formar empresas comercializadoras de residuos sólidos (expresión genérica que comprende a la basura doméstica); por consiguiente y teniendo en cuenta que la basura doméstica nunca dejará de existir, en mi concepto los gobiernos locales deberían evaluar la posibilidad de constituir empresas de esta índole, las que se encargarían desde el acopio hasta la comercialización de dichos residuos.
El acopio lo podrían hacer con el aporte de los comúnmente llamados “recicladores”, que encontramos en todas partes hurgando en la basura que los vecinos sacan a las calles para que sea recogida por los camiones recolectores, proporcionándoles incluso una formalización que les proporcione mejor calidad de vida; y, la comercialización la podrían efectuar con las cada vez más empresas que se dedican a esta actividad, por ser altamente rentable.
En entrevista periodística reciente a la arquitecta Marina Vella, especializada en Urbanismo (El Comercio, 14 de enero de 2019), se destacan dos opiniones de ella, respecto a la actual imagen o presentación de Lima como ciudad: “Sí, estamos atrasados y, en aspectos como la movilidad y la gestión de residuos (sólidos), hay un abandono”; y, “La imagen de Lima, es la de los perros comiendo basura en las calles”. Estas expresiones, que son absolutamente ciertas, describen de manera por demás gráfica, cómo ven a nuestra Ciudad Capital quienes llegan a ella: considero que la propuesta que hago líneas arriba y que eventualmente los cuerpos legales de las municipalidades deberían estudiar en profundidad y amplitud a fin de verificar su viabilidad, podría significar una fuente de ingresos que permitiera mejorar la gestión municipal, en general, así como contribuir a una mejor presentación de la ciudad, a mejorar su medio ambiente y a elevar el nivel de vida de una parte de la población. La generación de esta actividad debería eliminar alzas periódicas de los arbitrios municipales, que los vecinos de cada distrito normalmente deploramos.
Con el ejemplo de Lima, las demás ciudades del Perú tenderían a adoptar el mismo criterio y modus operandi.
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