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PLANIFICACION

Foto del escritor: Alfonso Abad PorrasAlfonso Abad Porras

La diversidad de programas de gobierno (regional o municipal) para la próxima contienda electoral del 7 de octubre en nuestro país, a pesar de lo poco difundidas que han sido, no demuestran mayor preocupación por el desarrollo a largo plazo de la jurisdicción a la cual postulan quienes los ponen de manifiesto (cuando es el caso). Evidentemente, no se les puede asignar responsabilidad por esto, dado que sus respectivos gobiernos solo duraran cuatro años como máximo.

Si, antes de que se diera la ley que impide la reelección en los mismos cargos de las autoridades vigentes en ellos, no se apreciaba que los programas de los aspirantes a un sillón de gobierno (regional o municipal) demostraran preocupación de esa índole, ahora menos que antes (y que nunca) podrían preocuparse de incluir sus proyectos en un gran plan de desarrollo a nivel país.

Desde el 11 de junio de 1992, fecha en la que se emitió la disposición que disolvió el Instituto Nacional de Planificación (Decreto Ley Nº 25548), el Perú dejó de contar con un ente que centralizara la planificación del desarrollo del país, yendo de lo general a lo particular, del total a lo singular. Es cierto que han habido esfuerzos por suplir esta falencia de nivel macro, como el CEPLAN (Centro Nacional de Planeamiento) o el Plan Bicentenario: el Perú hacia el 2021 (aplicado por el llamado “Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico); sin embargo, los mismos no reúnen los requisitos necesarios para planificar el desarrollo integral de un país, el nuestro.

Existen, también, un número increíble de planes aislados, que han sido diseñados teniendo en cuenta solamente los sectores a los que se dedican, sin importar el desarrollo del entorno que va a tener lo que se planifique, ni si se colisiona de alguna manera con dicho entorno al aplicarlos.

Por consiguiente, no toca a las futuras nuevas autoridades regionales y/o edilicias planificar su gobierno más allá de lo indispensable, lo notorio, para llevar a cabo su gobierno de cuatro años aislados de mandato (probablemente). Mal podemos, entonces, esperar que tal o cual gestión regional o municipal hagan una obra verdaderamente útil a futuro, si no cuentan con metas u objetivos específicos a los cuales ceñirse. Sucederá, por consiguiente, lo que siempre sucede: estas nuevas autoridades gobernarán “partiendo de cero”, es decir sin tomar en cuenta lo hecho por sus antecesores y, las que las sucedan harán otro tanto.

Urge, entonces, que el Gobierno y el Parlamento creen o desarrollen una entidad que cubra esta necesidad básica y elemental: el más indicado, sería el ya creado Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico. El Perú no puede aspirar a convertirse en un país desarrollado ni a ingresar el año 2021 a la OCDE; a alcanzar objetivos tan pomposos como estos, mientras no cuente con un sustituto válido del desaparecido Instituto Nacional de Planificación, al que se dote de los mejores exponentes de cada sector, así como de los adelantos que la tecnología ha alcanzado desde la desaparición de su antecesor, para que cumpla realmente su función y no se convierta en un ente burocrático más, como los ya existentes en el sector público y, que el citado antecesor tampoco dejó de ser.

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