De pocos años a esta parte y cada vez en mayor medida, los peruanos somos testigos de cómo el crimen y la delincuencia van imponiéndose sobre las fuerzas del orden, no interesa en este caso el porqué, mucho más importante es que se trata de algo tangible, que ningún discurso puede encubrir o disfrazar y que va convirtiendo a los peruanos en incrédulos y a la vez temerosos respecto a la seguridad que les puede brindar la policía.
El sentir generalizado es que esto tiene que parar, que los hechos delictuosos o criminales que constantemente vemos en los noticieros televisivos son ya demasiado impactantes, que a las nuevas generaciones les puede hasta parecer normal que lo que ven suceda constantemente, que las imágenes que propalan esos noticieros sean cada vez más crudas y que no pase nada.
No importa que, con mucha frecuencia, salgan también diversas autoridades policiales, el Ministro del Interior o hasta el Primer Ministro, para dar a conocer la detención y/o desarticulación de “n” bandas delincuenciales o criminales; que se han dispuesto o llevado a cabo medidas tendientes a disminuir estos hechos, que nos ofrezcan una serie de garantías referentes a que se estaría erradicando la presencia de esas bandas y la ocurrencia de esos hechos: simplemente ya no les podemos creer, porque lo que se produce a continuación, en la misma fecha o en otra muy cercana, es todo lo contrario.
No importa cómo, pero esto se tiene que terminar. Este “cómo” al que me refiero, no tiene nada que ver con actuar al margen de la ley: eso jamás se puede pedir o sugerir, si quien lo hace forma parte de los ciudadanos respetuosos de la ley y el orden, que somos la inmensa mayoría. Lo que pretendo, es que se actúe de forma que los delincuentes y criminales reconozcan que viven en un Estado de Derecho; que ellos “aprendan” a temer las consecuencias de sus actos, porque la sociedad civil no se va a quedar solamente de víctima, va a pasar a los hechos.
A continuación voy a proponer tres sugerencias, con cuya aplicación creo que se podría hacer mucho más que ahora, a saber:
· Autorizar a las fuerzas del orden a que apliquen mano dura y rigor en sus intervenciones a delincuentes. No se trata de que “los maten a palos”, pero sí de que los escarmienten: no pensemos y no defendamos sus “derechos humanos”, de hecho todo ciudadano que resulta siendo víctima de esos facinerosos, también los tiene: ¿acaso los delincuentes los respetan?
· Promover, mediante campañas publicitarias, de difusión y concientización, la formación de organizaciones de defensa barriales que puedan actuar en protección de sus familias y vecinos para castigar a quienes atenten contra su integridad; que las fuerzas del orden les brinden apoyo, tanto para darles educación en defensa personal y ataque a bandas de desalmados por parte de estas organizaciones, como para servirles de respaldo en caso de necesitarlo por la detención de malhechores, llegando incluso a darles soporte de requerirlo en la vía legal. El castigo que estas organizaciones vecinales deban imponer a quienes capturen debe ser tal, que los desalienten de seguir con sus prácticas delincuenciales, dejándolos en paños menores, azotándolos y rapándolos a coco.
· Sacar a las calles a las Fuerzas Armadas, para que colaboren en la consolidación del orden interno del país, porque las fuerzas policiales simplemente no son capaces. La ciudadanía ignora a qué se dedican quienes usan los diversos uniformes de nuestras Fuerzas Armadas, pero sí sabe, a ciencia cierta, que su presencia en garantía del orden público impondría respeto, algo que necesitamos a gritos y con urgencia. Con toda seguridad que las tropas en las calles darían tranquilidad y seguridad a la ciudadanía, así como harían cumplir las disposiciones al “pie de la letra” de cómo se les impartan instrucciones, porque es así como se les enseña la disciplina militar.
Soy un convencido de que así no podemos seguir viviendo; que la sociedad civil tiene que defenderse, echando mano de medidas como las que propongo u otras que no está a mi alcance sugerir. No quiero, en cambio, que cunda la idea que, para defendernos, los ciudadanos comunes y corrientes debamos portar armas o se nos autorice a ello: esto, se convertiría en una carnicería; no olvidemos, sin embargo, que los peruanos somos muy dados a copiar ideas, usos y costumbres de otros países y, que en muchos países desarrollados -especialmente Estados Unidos- es común que los ciudadanos usen armas habitualmente: tampoco pretendo algo así.
No puede ser, que el crimen y la delincuencia triunfen sobre la sociedad civil. Entonces, ¿para qué tenemos leyes, organizaciones gubernamentales, fuerzas del orden?. Demostremos que todo esto existe y que hay una razón para que así sea: ¡No nos dejemos ganar por el crimen y la delincuencia!
Gracias por su amplio comentario, raccon8. No puedo sino reconocer la razón que le asiste en todas las citas que hace. Sin embargo, quiero creer que la sociedad civil, en su conjunto, algo debe poder hacer; he propuesto tres alternativas que no tienen que ser excluyentes, sino podrían complementarse y podrían ser muy útiles así aplicadas, pero a nosotros mismos nos corresponde darles difusión y tratar de que esto se logre: ¡No me conformo con dejar que las cosas sigan así! Las redes sociales, también pueden ser útiles para que los ciudadanos de a pie tomemos este tipo de acción; si usted es de las personas que aceptan un reto como el que le propongo, ¡por favor!, dele difusión a…
La delincuencia se ha robustecido en menos de 50 años. Las razones deben sr muchas y de ellas se hablan, pero la policía no tiene capacidad para contenerla y disminuirla, porque en gran proporción está integrada a muchas bandas, sea porque hacen el ojo ciego a cambio de un pago o forman parte de ellas. Es excepcional, la presencia de grupos policiales con responsabilidad de su cargo y no son suficientes. Cada barrio, tiene que asumir su propia seguridad, organizándose como hacen los campesinos y pobladores de provincias del interior que se turnan para cuidar sus calles y castigan duramente al delincuente que encuentran en flagrante delito. Ya no podemos seguir exigiendo al Ministerio del interior, que se haga cargo,…