Hasta donde tengo conocimiento, Pedro fue un muchacho demasiado travieso, “una pata de Judas”, en su infancia y primera juventud. Por consiguiente, como escolar siempre dejó mucho que desear. Hijo de una antigua compañera de trabajo y actualmente muy buena amiga de mi esposa; y, de un uruguayo que vino de paseo al Perú, conoció a la que hoy, muy lamentablemente, es su viuda y se quedó a vivir en nuestro país, formando un hogar con ella. Fruto de esa unión tuvieron dos hijos varones, siendo el menor Pedro.
A pesar de que sus propios padres no daban “medio” por él, Pedro ingresó a la Universidad Técnica del Callao, universidad mirada “por encima del hombro” por alumnos de las ya establecidas cuando su fundación, para estudiar Economía. Para pagarse sus estudios, Pedro consiguió trabajo en un restaurante de comida rápida, dedicado a la venta de potajes de pollo, donde hizo muy buenas migas con el personal de dicho establecimiento.
Una vez egresado de las aulas universitarias, Pedro consiguió algunos trabajos en empresas financieras que lo catapultaron, una de ellas a su filial en Panamá, país en el que no solo se desarrolló profesionalmente, sino que también conoció y se enamoró de la que hoy es su esposa.
De ese Pedro travieso y hasta irresponsable que se podía augurar, de pronto ya no existía -ni existe- nada. Hoy, es un hombre serio, felizmente casado y, funcionario de significativo nivel en una entidad financiera de Suiza, con una enorme expectativa para un futuro no muy lejano, ya que solo está en los treinta y tantos años.
Hace relativamente poco tiempo, pude enterarme que su esposa había quedado encinta, después de aproximadamente dos años de casados, lo que los hizo vivir una nueva etapa en su unión como pareja: la de la “dulce espera”. No he llegado a conocer algo negativo durante el embarazo de la esposa de Pedro, por lo que asumo que se ha dado de manera normal, con los inconvenientes propios de un embarazo así, lo que me hace felicitarme por ellos, porque están solos en un país tan lejano como es Suiza, para acudir en su ayuda si esta fuera requerida: nunca supe que algo así hubiera ocurrido.
Hace poco, el 23 de marzo para ser exacto, supe que la esposa de Pedro dio a luz un hermoso varón al que han llamado Luca. Me siento verdaderamente feliz por ellos, porque Pedro me ha demostrado, ampliamente, que es una muy buena persona. Estoy plenamente convencido de que ella, su esposa y madre de su hijo, tiene también que serlo, por lo que me atrevo a augurar a esos esposos y felices padres primerizos, toda clase de felicidades, así como a este primer hijo y a los que pudieran venir posteriormente, igualmente una vida plena de dicha en un hogar muy bien conformado.
Creo que los padres de Pedro, él ya lejos de la vida humana, se deben congratular por lo que ha logrado este hijo suyo, por el que en un tiempo no se habrían sentido capaces de vaticinar algo así.
Creo que cualquier padre, entre los que me incluyo, querría algo similar para todos y cada uno de sus hijos, sin perjuicio de lo que ellos hayan logrado o estén haciéndolo.
¡Felicitaciones, Pedro!
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