Al publicar esta Columna de Opinión, el problema de salud que hoy tiene sumida en enorme preocupación y en gran motivo de dolor a muchos a lo largo y ancho de nuestro planeta, ha alcanzado ya a 145 pacientes declarados de coronavirus o, más apropiadamente, COVID-19, en el Perú, a pesar de las medidas acertada y oportunamente dispuestas por el Presidente de la República en días recientes -o, quizás debido precisamente a ellas-.
De acuerdo a definiciones y/o interpretaciones del término pandemia, este se refiere a “una enfermedad epidémica que se extiende en varios países del mundo de manera simultánea”. Para mejor interpretación, el término epidemia se refiere a una “enfermedad que ataca a un gran número de personas o de animales en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo”. Aplicando estas definiciones a la situación actual, el COVID-19 se ha extendido ya a más de 160 países del mundo, con distintos efectos -algunos países tienen a la fecha muchos muertos y muchos infectados, como China (donde nació), Irán, Corea del Sur, Italia, España, mientras que otros tienen muy pocos en ambos casos-.
Por otro lado, los coronavirus (CoV), de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), son una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves; un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano. A este virus se debe la enfermedad que actualmente se ha convertido en una pandemia, por declaración oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS); es nuevo en cuanto a su descubrimiento, en diciembre de 2019, así como el de la enfermedad que ocasiona, COVID-19 -coronavirus disease (enfermedad), año 2019-.
Se cree que el coronavirus puede haber pasado de los murciélagos al ser humano, probablemente con un segundo animal aún no identificado como intermediario; y, si bien su acción no debería ser altamente letal -se estima que en el 80 % de los casos confirmados su efecto es similar al de un resfrío común, mientras que en el 20 % restante la posibilidad de hospitalización es muy alta-, la probabilidad de su contagio es tan elevada, por su velocidad en hacerlo, que a esa causa se debe que la enfermedad haya tenido que ser declarada pandemia por la OMS.
Se estima que la mayor vulnerabilidad frente al COVID-19 puede ser atribuida a personas cuyos organismos hayan visto debilitadas sus defensas y que, por ejemplo, sufran de problemas cardiovasculares, de hipertensión o de diabetes. Dado que los adultos mayores, en su mayoría padecen de una o más de estas afecciones, definitivamente constituyen el grupo etáreo con predisposición a contraer el mal. Sin embargo, los demás grupos no pueden ser descartados de sufrir sus estragos y hasta la muerte por su causa, aunque es dable suponer que poseen, en general, defensas más sólidas y consistentes que el primero mencionado.
El Gobierno del Perú, con el Presidente de la República al frente, se ha hecho cargo de dictar disposiciones para contrarrestar los efectos del coronavirus, especialmente el contagio de la enfermedad COVID-19 que produce. Ha asumido, también, la responsabilidad de salir cada mediodía, acompañado por algunos de sus ministros de Estado en cada oportunidad, a informar por televisión sobre la aplicación de las medidas dictadas y sobre las enmiendas que estas pueden merecer y/o nuevas disposiciones que se aplicarán a partir de la fecha o del día siguiente de su emisión.
Tanto la dación de las medidas a seguir, como la presencia diaria -a través de las pantallas de televisión, en nuestros hogares- del Presidente y de algunas de nuestras más altas autoridades, infunden la confianza necesaria a la población, porque vemos que quienes ocupan los más altos niveles jerárquicos de la nación están asumiendo su rol y forman, con nosotros, el todo que debemos ser para enfrentar a un enemigo común que, si no lo hacemos, por lo menos nos diezmará.
¡Agradecimiento y felicitaciones al señor Vizcarra y a quienes lo acompañan, por la actitud adoptada! No se puede sino desearles éxito en la misión que han emprendido, en el cumplimiento de su deber.
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