Con motivo del Día Mundial de la Oración, se llevó a cabo un desayuno en el Swisshotel, evento en el que el muy conocido chef Gastón Acurio, leyó una oración de su redacción, la misma que me fue transmitida vía whatsapp y que, en esta oportunidad pretendo comentar a mis amables lectores, aunque no me reconozco autorizado realmente para hacerlo.
Inicia su oración a Dios, diciéndole que la reunión es para hacerle un ruego, pero que en la oportunidad no será por el Perú, porque El le ha dado todo al Perú: “lo que cualquier ser humano soñaría tener para alcanzar la prosperidad para él y su comunidad”; porque reunió en el Perú todas las riquezas, todas las sangres, todos los climas, todas las oportunidades, para que “un día este pedazo de la Tierra sea el más hermoso de los espacios para vivir”. Y todo lo que dice es cierto, porque nuestro país es hermoso por donde se le mire y brinda oportunidades que, hasta ahora, los peruanos no somos capaces ni sabemos aprovechar.
Describe, luego, la inmensidad y variedad de las riquezas naturales que existen en nuestro suelo, subsuelo y hasta en el mar, rescatando el hecho de que gentes de diferentes partes del mundo vinieron a instalarse a nuestro país, trayendo consigo sus conocimientos y adelantos respecto a nuestros avances; destaca, además, que dichos extranjeros mimetizaron sus razas y culturas con la nuestra, “formando un crisol de culturas único en el mundo”. También, que otorgó al Perú 85 de los 110 climas existentes, con lo que prácticamente lo convertía en una “especie de muestrario de todo lo bello del mundo que El creó y tiene para ofrecer. Siendo todo esto la verdad más pura y grande sobre nuestro país, no cabe sino aunarse a Gastón Acurio en su agradecimiento al Ser Supremo que nos concedió lo que su oración manifiesta.
A continuación, reconoce que no tenemos derecho a pedirle nada más por nuestro país, porque no cabe pedirle nada ya que Dios nos lo dio todo. También acepta que los hombres y mujeres del Perú no hemos sabido ni podido aprovechar lo que recibimos, siendo catalogados como país tercermundista, a pesar de todo lo que nos dio. Y es razonable que lo diga así, porque nuestras ambiciones, las de los seres humanos que hemos poblado y continuamos haciéndolo estas benditas tierras, hemos malogrado y desperdiciado las oportunidades y posibilidades que nos ha concedido, creando enemistades, odios y formas de destruirnos unos a otros, tanto para llenar nuestras arcas como para destruir a quienes nos significaran competencia.
Luego, expresa la finalidad de la oración que está elevando a Dios: pedirle por nosotros, por los seres de este país que no hemos sabido desempeñar el rol que nos toca, para bien de quienes, siendo nuestros compatriotas, no están en condiciones de aspirar a nada, porque a ellos les han sido negadas las oportunidades que otros sí hemos tenido. Concuerdo absolutamente con este ruego de Gastón Acurio, porque siempre hemos habido quienes hayamos tenido más y mejores oportunidades que las inmensas mayorías de connacionales y no fuimos capaces de hacer algo por ellas; por eso, creo incluso que pedirle a Dios que nos ayude a hacerlo, debe ser luego de pedir su perdón por habernos negado a desarrollar mejoras para toda esa gente. Pide a Dios que nos haga capaces de desempeñar el rol para el que nos puso en esta tierra, en bien de las grandes mayorías de nuestro país; ¿cómo contradecirlo?, debemos empezar por reconocer que quienes hemos tenido mayores oportunidades materiales o de formación y cultura, tendríamos o tenemos que hacer algo en bien de los demás, porque ellos no las han tenido y, si quienes podemos ayudarlos a mejorar su estándar de vida no lo hacemos, jamás las tendrán.
Luego reconoce, de forma expresa, que ni Dios ni la tierra que nos dio para habitar fallaron al hacerlo; muy por el contrario que nosotros, quienes hemos recibido de su mano todo tipo de bendiciones, somos los que lo hicimos y continuamos haciéndolo; porque no hemos sido, ni tampoco lo somos ahora, capaces de cumplir con sus designios de ayudar a nuestros compatriotas que se encuentran en desventaja frente a nosotros. Pide a Dios que nos ilumine, haciéndonos ver para qué nos puso en este Perú sin igual, cuál es el papel que quiere que desempeñemos en este medio donde reina la desigualdad. Es, por demás, atinado su ruego; hoy, que ya son varias las voces que se hacen oír, enrostrándonos argumentos que demuestran que lo que más reina en nuestro país, es el egoísmo, que no nos importan las necesidades ni las carencias de quienes menos tienen, de quienes padecen hambre, frío, problemas de salud; en fin, de quienes viven en pobreza extrema.
Pide a Dios, que nos ilumine y permita entender que si estamos aquí y contamos con tantos beneficios, no es para que los disfrutemos únicamente, es para que seamos líderes y conductores de aquellos que menos tienen, con lo que llevaremos al Perú a otro nivel como país; porque con todo lo que nos dio, nos estaba también encargando que hiciéramos del Perú una nación grande, donde todos sus habitantes, no sólo unos pocos ”elegidos”, pudiéramos disfrutar de esos bienes que dispuso para nuestro aprovechamiento individual y colectivo. Gastón Acurio tiene razón al decir esto en su oración, porque al hacerlo visualiza que, como seres humanos, carecemos de empatía con nuestro prójimo, no nos preocupa en lo más mínimo, su situación de desventaja frente a la adversidad; tampoco nos preocupa, qué es lo que estamos dejando a la posteridad, porque si nosotros somos así, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, serán verdaderamente peores que nosotros.
Ruega que, por fin, dejemos el egoísmo de lado, que nos olvidemos de pensar solamente en nuestros intereses personales, para hacerlo en los demás, para que nuestra mayor aspiración sea el bienestar y el progreso común, que haya amor y unión entre nosotros, para que crezcamos como seres humanos y como nación. Si bien cuando tenemos noticias negativas de cualquier índole, que ponen de manifiesto con toda claridad las desiguales formas de vida que hay entre nosotros y tantos otros que no forman parte de nuestro entorno, somos capaces de visualizar que esas diferencias de nivel de vida nos hacen afortunados frente a las miserias de muchos de aquellos que constituyen o forman parte de esas noticias, no lo somos de encontrar formas de ayuda para aquellos, los dejamos que vivan en medio de esas miserias y volteamos nuestro interés hacia un lado menos triste, pero también menos molesto. Suplica, pues, que nos conceda ser mejores, para que seamos nosotros los que iniciemos una nueva forma de vida que beneficie a todos por igual y nos haga grandes como país, para cumplir con sus designios, porque nos puso aquí para hacerlo.
Reconoce ante el Señor, que no es poco lo que hay por hacer, para que cesen la desigualdad y la indiferencia; pero, le pide su ayuda para poderlo hacer, especialmente para que nos cambie, haciéndonos recapacitar y modificar totalmente nuestra conducta para con los demás, especialmente para con los más desfavorecidos. Estoy seguro que, si hubiera forma de hacernos ver de qué somos capaces, también lo seríamos de realizar lo que pide Acurio; porque, al visualizarlo, podríamos simultáneamente hacer objetivo ante nuestros propios ojos, nuestro egoísmo, pero también que debemos cambiar y hasta lograr que ese cambio represente el bien que necesitan los demás.
En los párrafos finales de su hermosa oración, Gastón Acurio pide a Dios que nos dé la oportunidad, a nosotros, a los que hoy estamos aquí, de llevar a cabo ese cambio, haciéndonos cambiar previamente, para que los elevados sentimientos que tal cambio personal nos inspiraría, nos conduzca por el camino de una nueva historia muy diferente, acorde con este; y, nos permita conducir, en calidad de líderes, a esas grandes mayorías que han sufrido por muchos años nuestra indiferencia y egoísmo.
Pide a Dios, en su párrafo final: “Báñanos por última vez de humildad infinita, de generosidad, de solidaridad, de fortaleza de espíritu, de capacidad de perdón, pero también de inteligencia y astucia para enfrentar a todas las fuerzas del mal que se desplegarán en esta lucha que nos convoca. Señor te pedimos esta mañana por nosotros, los peruanos que tu elegiste para esta última gran batalla, prometiéndote darlo todo y entregarlo todo para que un día cuando ya no estemos, quienes aquí habiten, puedan contarle a sus hijos y a sus nietos, que en el Perú se vivieron momentos difíciles, pero que todo eso ya pasó. Que finalmente llegó al Perú, ese mundo de belleza y justicia que Dios nos entregó y que sus hijos se encargaron de hacerlo florecer.
Te lo pedimos, Señor
Al permitirme hacer este comentario glosado de la oración pronunciada por Gastón Acurio, mi único y mejor propósito es darle mayor difusión para que pueda ser de conocimiento no sólo de quienes tuvieron la suerte de escucharlo de su propia boca, sino y sobre todo que poco a poco vaya replicándose para que los peruanos tomemos conciencia de lo que debiera ser un ruego general, para que los que tienen, tomen conciencia de lo que deben hacer y, los que no poseen más que esa pobreza que debiéramos desterrar, se plieguen a quienes más tienen y viceversa, que todos nos unamos para mejorarnos a nosotros mismos y a quienes pudiéramos ayudar.
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