Desde que tengo algún conocimiento al respecto, es decir mucho antes de llegar a ella, he sabido que la “edad de jubilación” nos convierte, de pronto, en unos viejos, que ya no vamos a trabajar más porque en adelante dispondremos de una “pensión de jubilación”, que permitirá que podamos satisfacer nuestras necesidades materiales sin efectuar ninguna labor, ni recibir ningún pago adicional.
Esas convicciones, que parecen tener “hasta las piedras”, son algo tan lejano de la realidad, que su verdad se podría comparar con el hecho, por ejemplo, que las piedras tuvieran capacidad de comprensión. Así de claro: ni la persona se vuelve “vieja” de un día para otro, ni la pensión de jubilación cubre las necesidades materiales del jubilado, como supuestamente lo hacía su sueldo mensual. Es de suponer que el espíritu de la creación del Sistema Privado de Pensiones, haya sido ese; pero, hasta la fecha, no ha llegado a equiparar su monto y no se vislumbra que lo llegue a hacer o que lo haga en fecha más o menos próxima; en consecuencia, no cubre las necesidades de la persona que tuvo “la suerte” de llegar a la edad de jubilación.
Las más grandes culturas de la antigüedad contaban con un Consejo de Ancianos, al cual recurrían para solucionar los mayores problemas que se les presentaran en sus vidas diarias. Esto, se debía al alto respeto que les merecían la experiencia y sabiduría ganadas a través de los muchos años de vida que debían tener los integrantes del citado Consejo. Actualmente, se ha relevado a las personas adultas mayores de las actividades y responsabilidades que eran sus características en aquellos Consejos de Ancianos, para convertirlas en -extremo opuesto- cargas humanas a las que se relega normalmente a la postración y al olvido.
Es cierto que existen muchas entidades y disposiciones que se ocupan del Adulto Mayor, pero no se analiza, por ejemplo, si el citado Adulto Mayor percibe, con ese trato “deferente”, que es debidamente tomado en cuenta; si, tal vez, se siente marginado, porque ya no se precisa de sus opiniones, de sus cualidades laborales y/o profesionales.
La persona que llegó a la edad del retiro, de la jubilación, cuando le ocurre ese aciago momento, sabe que le toca dejar para siempre sus actividades acostumbradas; pero, a pesar de saberlo, en su fuero interno no acepta que de manera tan brusca deje de ser esa persona “importante” que siempre ha sido para muchos de quienes conforman su entorno familiar, laboral y social. La persona se siente, aún, en la plenitud de su vigor mental y físico, por lo que no puede reconocer que debe pasar a sus “cuarteles de invierno”. Es cierto que también hay personas que ven con buenos ojos la “hora del retiro”, porque los seres humanos tenemos todas las variedades de gustos y elecciones, de modo que para ellos está muy bien que exista una edad a la cual pueden jubilarse y ya no trabajar más; lo único que es o sería motivo de reclamo, es que la pensión de jubilación alcance un monto suficiente como para cubrir sus necesidades.
Soy de la opinión que se debe cambiar el enfoque que se tiene de la mayoría de edad, esa que convierte al ser humano en Adulto Mayor; que se le dé la oportunidad de decidir sobre su propio futuro inmediato: si se trata de decidir, haciendo una analogía entre la obligatoriedad del voto electoral y la posibilidad de ejercerlo libremente, por qué no, también, se le da la posibilidad, a este ser humano, que decida si se jubila o no, a su elección.
En la actualidad y debido a la pandemia de COVID-19 que ha atacado a la Humanidad en su conjunto desde hace más de un largo y lento año y medio y que amenaza con estar entre la especie humana por un espacio de tiempo similar, como mínimo, el trabajo a distancia se ha convertido en una variante laboral muy aceptada por muchas empresas, en la medida en que la mayoría de las actividades que se llevan a cabo en ellas, las de carácter administrativo especialmente, no exigen la presencia física del o los trabajadores del área para ejecutarlas. Por otro lado, es obvio que el aspecto probablemente mayor o si se quiere muy mayor de las personas que llegan a la edad de jubilación -65 años, actualmente- resulta inconveniente para la constante relación intraempresarial de los trabajadores de cualquier empresa, lo que contribuye a que estas prefieran que aquellos se jubilen o, dicho en palabras más claras, desaparezcan de la escena laboral para que los demás trabajadores no encuentren ese “panorama desolador” en su tránsito dentro de la empresa.
Pues bien, este último “pero” generado por la presencia de los trabajadores mayores de 65 años laborando físicamente en el interior de la empresa, puede desaparecer con el trabajo no presencial que, definitivamente, “llegó para quedarse”, por lo que sería una manera muy conveniente de aprovechar los conocimientos y experiencia de estos trabajadores que, dicho sea de paso, costaron dinero por concepto de formación y capacitación a su empresa, a lo largo de su paso por la misma.
El contenido de la presente Columna de Opinión constituye, pues, una sugerencia a los líderes empresariales, para que evalúen la posibilidad y conveniencia de prolongar y/o contratar los servicios de sus propios trabajadores, cuando estos llegan a la edad de jubilación, sin que la extensión del vínculo laboral se pueda considerar como una dádiva o favor que harían los primeros a los segundos: todo lo contrario, sería la satisfacción de una necesidad para ambos, cual es, el aprovechamiento de los conocimientos y experiencia de los trabajadores mayores para la empresa, así como proporcionar continuidad laboral a quienes de estos quisieran seguirlos brindando. Se entiende que este compromiso se establecería de mutuo acuerdo entre ambas partes.
Aprovechando el haber tocado el tema de mantener la actividad como trabajadores de los llamados Adultos Mayores a su propia discreción, me permito presentar dos sugerencias adicionales para el supuesto de otorgarles trabajo de responsabilidad correspondiente a sus años de vida.
Una idea para aprovechar los conocimientos y experiencia de los Adultos Mayores, fuera de las empresas en las que se jubilaron, pero dentro de la localidad en la que habitan, consiste en llevar a cabo visitas concertadas individualmente a los vecinos, para determinar sus necesidades y/o prioridades en relación al manejo de la circunscripción, lo que permitirá crear una base de datos de la cual se puedan y deban servir las autoridades locales para la elaboración y puesta en marcha de sus planes de desarrollo y servicio a su respectiva comunidad.
Esta actividad puede ser asignada a personas de la Tercera Edad, también llamadas Adultos Mayores, porque tienen la experiencia de vida y la paciencia suficientes para entrevistar a los vecinos de su comunidad, inspirarles la confianza necesaria como para brindar sus ideas y hasta sus quejas sobre el cumplimiento o incumplimiento de la autoridad municipal respecto a sus expectativas personales. Por su parte, quienes asumieran esa actividad, sentirían que están efectuando no sólo un trabajo, sino también contribuyendo a mejorar la calidad de vida de la comunidad de que se trate por lo que se dedicarían, con la experiencia de sus largos años de trabajo y de vida, a sacarla adelante con éxito.
Otra posibilidad laboral para estas personas, siempre dependiendo de las autoridades locales respectivas, es asignarles la responsabilidad de verificar el cumplimiento de las disposiciones ediles que rigen el día a día de la vida comunal, dedicándose a la observación directa del devenir cotidiano en sectores o arterias que se les asignen, rindiendo informes periódicos de las incidencias observadas, sin intentar resolver por su cuenta situaciones inesperadas y fuera de lo dispuesto, según sea el caso. Con toda seguridad, muchos Adultos Mayores encontrarían esta actividad como un entretenimiento productivo de su responsabilidad.
El contenido de la presente Columna de Opinión, pretende demostrar que los Adultos Mayores están en plena capacidad de continuar brindando servicios laborales más allá de su edad de jubilación, que en nuestro medio viene a convertirse en una forma muy dura de sancionar al ser humano por alcanzar determinada edad en la vida; es un intento de atraer la atención sobre un sector de la población que, en un significativo porcentaje, se siente relegada por cuestiones de edad. Es, también, una forma de hacer ver a las empresas y entidades que cuentan, en calidad de disponibles, con la posibilidad de aprovechar recursos humanos que pueden cubrir vacíos de forma que les rendiría muy buenos resultados.
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