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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

NUEVA SEDE PARA LA CAPITAL

Hacen muchos años, del orden de cuarenta y hasta quizás de cincuenta, oí hablar, por primera vez, de una idea que se grafica con el título de esta columna. La o las motivaciones de entonces, las desconozco o no las recuerdo (si las conocí) pero, con toda seguridad, eran diferentes a las que me animan a exponerla actualmente.

Lima ha crecido exorbitantemente debido, como razón principal, a la migración del campo a la ciudad y de la provincia a la capital del país. Si a esto le sumamos que dicho crecimiento ha sido con absoluta falta de planificación, nos encontramos con el resultado que todos vemos: una ciudad inmensa, que tiene mucho de desarrollo horizontal y muy poco (poquísimo, comparativamente hablando) de desarrollo vertical. Además, ese crecimiento horizontal ha tenido como una consecuencia directa la desaparición de terrenos de cultivo que contribuían en gran medida a la alimentación de los capitalinos.

Es cierto, que todos o la mayoría queremos vivir en una casa y no en un departamento, lo que se debe principalmente a la falta de cultura cívica de una parte importante de la población residente en esta ciudad. Todos, sabemos que es muy difícil lograr espíritu de cuerpo con los vecinos de un edificio de departamentos: nunca, o casi nunca, se logra unidad de criterios entre los propietarios o entre quienes alquilan departamentos en los edificios de viviendas, no importa de qué actividad o idea se trate, siempre habrá quien se oponga y hasta tendrá sus seguidores. Lógicamente, si tenemos la posibilidad de aspirar a llevar a nuestras familias a residir en una casa, haremos todo el esfuerzo posible para que así sea, porque nadie quiere vivir peleando con sus vecinos.

Por otra parte, mientras nuestros gobernantes no se ocupen -como debieran- del desarrollo de las demás regiones o departamentos, sus respectivas provincias, distritos y poblaciones del interior de la república en general, continuará produciéndose la migración masiva del campo a la ciudad. Es totalmente comprensible que, al no haber medios de vida suficientes -recursos, trabajo, educación, servicios, etc.-, los pobladores pretendan emigrar a medios en los que pueden satisfacer esas carencias, a las que se debe sumar la charlatanería interesada que les inculca esas ideas.

Pienso, que otra manera de que Lima deje de crecer tan desordenadamente -sin que deba ser así- es buscar en nuestro vasto territorio un área adecuada para establecer la capital administrativa del país, algo similar a lo que hizo Brasil con la creación de Brasilia, lo que “sacaría” de nuestra urbe al aparato público más importante -sedes del Gobierno y del Congreso, ministerios y reparticiones públicas más importantes-; con toda seguridad, que el caos de tráfico que padecemos disminuiría de manera muy significativa, así como que los empleados públicos inicialmente y sus respectivas familias después, habrían de mudarse paulatinamente a esa nueva sede de la capital del Perú. Se crearía, por necesidad, toda una nueva infraestructura citadina para aquellos que debieran emigrar con ese destino.

Lo mejor que ocurriría, es que esa nueva capital se construiría de una manera planificada, con lo que nunca se produciría el caos que vivimos en nuestra Lima. Paralelamente, al suceder lo mencionado se lograría, primero, la reubicación de los habitantes del “cinturón de pobreza” que rodea la ciudad, el nivel de vida mejoraría significativamente, descendería el alto índice de criminalidad que hoy padece Lima y, en fin, alcanzaríamos mejores estándares de vida como país.

A esto, habría que sumar que nuestros gobernantes se preocupen por el desarrollo del interior de la república, naturalmente.



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