El sábado 1° de mayo del año en curso, se efectuó el primer debate previo a la segunda vuelta electoral en la capital de la provincia cajamarquina de Chota, sin un solo “pero” que ponerle a la organización del evento; por el contrario, corresponde reconocer el mérito de quienes asumieron la responsabilidad de su organización, porque después de los justificados temores que habían frente a lo que pudiera ocurrir, por tratarse de una ciudad relativamente pequeña, de la cual no se oye nada en general aquí en Lima y que sólo ha salido a la palestra porque uno de los dos candidatos a la Presidencia de la República como consecuencia de la primera vuelta de estos comicios, es oriundo de esa provincia, surgían comprensibles preocupaciones: se desconocía si la población poseía el suficiente nivel cultural como para asimilar que un hecho de esta envergadura tuviera lugar en sus predios; que las fuerzas del orden, con refuerzos y todo, fueran capaces de garantizarlo; que las pullas políticas de los candidatos, bastante lógicas en estos momentos aunque siempre incorrectas, no condujeran a una asonada con consecuencias desastrosas.
Ninguno de estos temores se justificó, ¡felizmente! Y aquí viene una primera observación a un político de larga data en el quehacer nacional: el Presidente del Gobierno Regional de Cajamarca, Mesías Guevara, que al ser entrevistado uno o dos días antes por periodistas de un noticiero de televisión respecto a la realización del evento que se iba a efectuar contestó, muy suelto de huesos, que “a él no se le había consultado ni pedido nada, que la policía era la responsable del orden público” -poco más o menos-; en una palabra, se lavó las manos, evadiendo por completo su responsabilidad. Este señor, para más señas presidente actual del partido político Acción Popular, con el menor o ningún criterio de lo que le corresponde como autoridad, no quiso asumir la enorme responsabilidad que le tocaba. Felizmente, el Alcalde de la provincia de Chota se hizo cargo de todo y el reconocimiento a su gestión en este evento, es y debe ser absoluto: pudo ocurrir hasta una desgracia -a juzgar por los temores previos- y, gracias al buen tino de este funcionario, no la hubo.
Si bien la anterior es una muestra de la forma en que actúa alguno de nuestros políticos, no es la única: respecto a la coyuntura actual, en que los electores hemos de decidir por cuál de los dos candidatos vigentes votar. Aparte de ellos, hemos tenido 16 candidatos a la primera magistratura del país; como es natural, los periodistas les han inquirido sobre el posible endose del electorado que los apoyó con su respectivo voto o, por lo menos, por cuál de ambos votará cada uno de ellos. Casi todos los consultados, de acuerdo a informaciones noticiosas, se han negado a responder, escudándose la mayoría en la necesidad de someter la consulta a una toma de decisión de su respectivo Comité Ejecutivo Nacional.
Hasta ahí, es aceptable la disculpa, porque implica que el candidato no es dueño de la agrupación política; sin embargo, las evasivas han sido constantes y se mantienen en algunos casos, siendo dos de los ejemplos más notorios el Partido Nacionalista Peruano y el Partido Morado. El líder de Avanza País, Hernando De Soto, ha estado haciendo sonar su nombre -para mantener los reflectores sobre sí mismo- por espacio de tres semanas (de las siete que median entre ambas vueltas electorales) para, al cabo de ese tiempo, declarar en calidad de primicia en un programa político dominical, que votará por la candidata de Fuerza Popular. Esta posición, que debió ser adoptada sin tanto aspaviento, tenía la lógica de que el señor De Soto asesoró en los dos procesos electorales generales previos a la misma candidata: de no haber elegido esa postura, su gesto habría sido calificado de traición, sin duda alguna.
Líneas arriba digo que “casi todos los consultados” se negaron a responder a la consulta periodística sobre a cuál de los dos postulantes actuales a la Presidencia apoyarán, porque por lo menos hay un caso clamoroso, patético, de falta de ética política, el del señor Yonhy Lescano, también de Acción Popular. Este candidato, con el argumento de que se le habría hecho una “guerra sucia” a su postulación, declaró desde terminada la primera vuelta electoral y mantiene su posición hasta la fecha, que votará viciado en la segunda, porque hay que corresponder de la misma forma en que a él se le trató propugnando, obviamente, que sus votantes hicieran lo mismo.
En primer término, el señor Lescano no ha demostrado que se le haya hecho una guerra sucia porque, si ella consiste en que se le acusa de tener documento de identidad chileno, debió demostrar que no era cierto, si lo hubiera podido hacer; en caso contrario, debió declararlo y, los electores con criterio habríamos aceptado que su matrimonio con una ciudadana de Chile le otorgaba esa condición voluntaria que, en su momento, él aprovechó por considerarla conveniente a sus intereses. Por supuesto que habría sido muy difícil que se votara mayoritariamente por él, porque los peruanos no queremos tener de presidente de la República a alguien que, también, ostenta la ciudadanía chilena; entonces, si tenía ese “rabo de paja”, simplemente no debió postular: ¿es que en su inteligencia no cabe la posibilidad de que a los personajes que adquieren carácter de públicos se les averigua todo?
Estos botones de muestra, no hacen sino poner de manifiesto que, así como al electorado nacional le falta mucha cultura cívica para elegir apropiadamente a sus autoridades, a quienes postulan a serlo les faltan valores de todo orden para merecer su voto; al menos, a la mayoría. Se impone, consecuentemente, la necesidad de formar a nuestros políticos, impedir que se improvisen: los centros superiores de estudios y los partidos políticos deberían ser capaces de visualizar esta necesidad y atenderla de inmediato, sería muy buen momento empezar a hacerlo pronto, ahora que faltan mínimo cinco años para un nuevo proceso electoral de igual magnitud al presente.
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