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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

NECESITAMOS MAS COMO ELLOS

Por los medios de difusión, en días recientes nos hemos enterado de dos hechos absolutamente inusuales: un niño trujillano que estudiaba en la calle, alumbrándose con un poste de alumbrado público, porque en su casa carece de luz eléctrica; y, un millonario empresario del reino de Bahrain que, al enterarse de lo anterior por las redes sociales, se conmovió tanto, que hizo ubicar el hogar del menor y viajó hasta la ciudad de Moche, en Trujillo, para conocerlo de cerca y brindarle su ayuda a fin de que pueda estudiar y vivir mejor.


El hecho es que este niñito, de tan sólo doce años de edad, ha demostrado tener tanta esperanza en lo que pueda obtener con los estudios, que se preocupa de ellos cómo y dónde puede. Con toda seguridad, es también un muy buen hijo y colabora en los quehaceres del hogar exigiendo al máximo sus posibilidades: no se puede ser bueno en un aspecto de la vida e indiferente o malo en los demás.


Esto último lo demostró cuando, al ser visitado por su benefactor, le pidió que no ayudara única y especialmente a Víctor (así, se llama), porque en el colegio en el que estudia hay “muchos más Víctor”, queriendo significar que hay muchos niños de similares o mayores necesidades que las que él mismo sufre. El empresario árabe lo comprendió, tan bien, que fue a visitar el colegio, para ver por sí mismo esa realidad y, al verla, quiso rehacer todo el colegio y convertirlo en uno de primer nivel; sin embargo, las autoridades del Ministerio de Educación -cuándo no, nuestro sector público- le dijeron que no podía hacerlo porque la mejora del colegio ya estaba programada, como parte de todo un plan de desarrollo de infraestructura a llevar a cabo en fecha próxima: el filántropo árabe no tuvo más remedio que ofrecer sólo una sala de cómputo para el colegio. Además, regaló al niño dos mil dólares americanos y la construcción de una casa de dos plantas para que él, su madre y sus hermanos vivan mejor, poniendo como única condición venir a almorzar con el niño y su familia en diciembre, cuando la casa esté terminada.


Sólo quienes padecen estrecheces, valoran acertadamente lo que significa tener lo que necesitan a su alcance y luchan por conseguirlo; lamentablemente, aquellos niños que nacieron teniéndolo todo, por el contrario, en la mayoría de los casos las desperdician. Por intermedio de esta Columna, pido a las autoridades del Ministerio de Educación que aprovechen este motivo de orgullo en que se ha convertido ya este niñito Víctor, lo destaquen y exploten al máximo su gesto, especialmente entre los niños provenientes de hogares de menores recursos, para que los destinatarios de esa enseñanza alcancen a comprender la importancia de la actitud de Víctor Angulo y, que él tiene el camino abierto para llegar a ser un hombre de provecho y un líder de conducta positiva sea cual sea el medio en el que se desarrolle.


Si bien las noticias del niñito que estudiaba a la luz de un poste de alumbrado público y del filántropo que quiso ayudarlo (y lo está haciendo, con la aseveración de que esta criatura “se merece una oportunidad”), las conocí por los medios de difusión normalmente acostumbrados por mi esposa y por mí, recibí copia de un tweet de mi hija que, con el título de esta Columna de Opinión, resaltaba lo reseñado. Y no pude más que hacer mío dicho título, en la seguridad de que a mi hija no ha de molestarle que me haya servido del mismo para destacar estos hechos y tratar de hacerlos llegar a quienes tienen la amabilidad de leer las que publico semanalmente, no tanto porque los desconozcan o no les haya llegado la información, sino y especialmente, porque ambos son verdaderos sucesos dignos de resaltar, así como porque debieran servir, especialmente el caso del niñito trujillano, como modelo de conducta para muchísimos niños peruanos que carecen hasta de lo más elemental para salir adelante, de lo que deberían encargarse los maestros de las escuelas y colegios a lo largo y ancho del país, tan carente de ejemplos a seguir.


Necesitamos personas así, menores y mayores, que crean en lo que se puede lograr con el esfuerzo propio, así como en lo bueno que es “hacer el bien, sin mirar a quien”. Un país como el Perú, sumido no sólo en el subdesarrollo material, sino y especialmente en el mental y el moral, requiere de seres humanos positivos en todos los aspectos de la vida y de la cotidianeidad que, con sus actos, sirvan de ejemplo a los demás para hacerlo grande, para que dejemos de ser conformistas e indiferentes, para que hagamos causa común en un esfuerzo por sacarnos a nosotros mismos adelante: el progreso se consigue con el esfuerzo conjunto de todos, no sólo de las autoridades ni, mucho menos, de los políticos; sumemos, aunque sea muy poco, que siempre será mejor que nada. Comprometámonos, sobre todo, con nosotros mismos.



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