En el Perú, por lo menos a nivel urbano, estamos acostumbrados a celebrar la Navidad en familia; y, a nivel público, a que se cursen saludos por los medios de difusión, por encargo de diferentes empresas, normalmente para todos y cada uno de sus trabajadores y las respectivas familias de los mismos, así como para el público en general. Todos, nos recogemos en nuestros propios hogares o en el de algún familiar cercano, esperamos las doce de la noche para abrazarnos unos a otros y tomar luego nuestra cena de Navidad. El ambiente que normalmente reina en estos eventos, es de amor y cariño entre unos y otros, de buenas intenciones y, en la gran mayoría de familias, católicas en particular y cristianas en general, brota la fe religiosa como en ninguna otra fecha o época del año.
Supuestamente, sentimientos similares experimentan nuestros políticos y autoridades quienes, también, ofrecen saludos navideños a diestra y siniestra, haciéndose eco del sentir general. Sin embargo, actualmente, aunque también ha sucedido en anteriores ocasiones pero en menor magnitud desde mi punto de vista, sabiendo que hay significativas diferencias entre unos y otros por situaciones que son de público conocimiento, nos suena a hipocresía que nos hablen de “la paz que debe haber entre los peruanos”, del “amor , unión, comprensión” que debe reinar entre nosotros y en las relaciones de unos con otros; de “los buenos deseos” que tienen para nosotros, sus compatriotas: si nunca hemos recibido esos buenos sentimientos como ciertos, ahora menos que nunca, porque muchas de las situaciones que se han dado entre ellos, son inéditas, nunca antes se conocieron actitudes tan impensables en personas públicas como las que el desarrollo tecnológico nos ha permitido conocer. Esto, nos lleva a suponer que hechos similares siempre se han dado, pero no hubo forma de que lo supiéramos.
En estas épocas, deseamos para nuestras familias lo mejor y, siendo el Perú nuestra Gran Familia, definitivamente le deseamos también lo mejor; sin embargo, ¿cómo podemos creer que nuestros esfuerzos a nivel país nos van a llevar a ese “mundo mejor”, si vemos cómo son realmente muchos, probablemente la mayoría de nuestros políticos y autoridades?
Debemos, como sociedad civil, gestar un cambio de actitud de quienes debieran ser los que nos lleven a mejoras que hagan crecer al país en su conjunto, porque así nos beneficiaríamos a nivel individual. Pero no basta con ser líricos, con proponer algo para que “otros” lo lleven a cabo: las redes sociales nos pueden servir de conducto para hacerlo, tal como sucedió, por ejemplo, en Francia, donde una señora manifestó su descontento por una disposición gubernamental y, fue tanta la acogida que tuvo, que inicialmente el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás en la medida que había dispuesto (un alza de precios, si no me equivoco), para llegar a que se pida nada menos que la destitución del Presidente de la República.
A ustedes, mis muy respetados lectores, les pido acompañarme en una propuesta de medida punitiva que crezca como una bola de nieve, con solo darle curso por esta vía:
Que se destituya al Fiscal de la Nación, señor Pedro Chávarry
Creo que es una autoridad totalmente nociva para su institución y para el Perú en su conjunto, porque con sus actos y declaraciones logra que se pierda la fe en la justicia del país. Si lográramos constituir una masa digital muy significativa, estoy seguro de que lo podríamos lograr, así como que sería el punto de partida para que la sociedad civil se convirtiera en la verdadera autoridad que puede y debe ser.
Quiero confiar en que algo podremos lograr.
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