Hacen ya 53 años que egresamos de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de la Universidad Nacional de Ingeniería, alrededor de 200 hasta entonces alumnos de esa facultad y especialidades, entre los que se incluían algo así como 25 electrónicos, especialidad ya madura para entonces. Es decir, que los recién egresados, posteriormente y a consecuencia de la sustentación de la tesis de grado correspondiente, alcanzaríamos el título de Ingeniero Mecánico Electricista, a pesar de que estábamos especializados, por los estudios y currícula cubiertos, en las especialidades de Ingeniería Mecánica, Eléctrica o Electrónica, a lo que sí se hacía mención en el diploma que nos otorgaba el grado de Bachiller, previo al de Ingeniero y, luego de haber sustentado la tesis respectiva.
Desde hacen aproximadamente 30 años, nos reunimos para tener una comida o almuerzo de reencuentro los egresados en diciembre de 1966, disfrutando de ágapes muy emotivos, que lo son más conforme pasan los años, habiéndose convertido en costumbre de un tiempo a esta parte, recordar a los que nos dejaron, para nosotros antes de tiempo. En esta oportunidad, se dio el caso especial de que a uno de nuestros compañeros de promoción lo estaban velando justamente el día de nuestra reunión (viernes 13 de diciembre). Para los que seguimos la especialidad de Ingeniería Eléctrica, esta situación fue, quizás, algo más emotiva, porque se trataba de un compañero de especialidad, durante un mínimo de tres años, en los que además había sido delegado titular del salón ininterrumpidamente, siendo obligación de los integrantes de nuestra aula al inicio de cada año elegir sólo al delegado suplente, porque el titular, él, era inamovible.
En nuestras reuniones de camaradería, siempre se hacen remembranzas, de la época estudiantil o de nuestros primeros pasos ya como egresados, como profesionales en Ingeniería Mecánica, Eléctrica o Electrónica. Así, nos enteramos unos, mientras otros lo recordaban, de cuando un grupo de mecánicos (así nos conocíamos los tres grupos, coloquialmente) programó y planificó las actividades necesarias con el fin de recaudar fondos para hacer un viaje a Europa; o, cuando otro grupo, esta vez de electricistas, hizo un viaje de invierno (para las vacaciones de medio año, que antes existían a nivel universitario también) muy apresurado y mal planificado, cuya primera y única consecuencia negativa, felizmente, fue que un pequeño grupo de cinco o seis de los excursionistas no encontráramos alojamiento al llegar a Huaraz y nos hospedó en su casa un policía local, de nombre Manfré Roquez o algo así (en este caso, sí prefiero citar su nombre, porque era un personaje muy pintoresco, con ataques no sé si sólo posteriores de locura, que terminó suicidándose años después, según me fue dado conocer por noticias que llegaron hasta Lima); y, lugar donde uno de los miembros de este pequeño grupo se bañó con agua fría (helada, en realidad para nosotros) a eso de las diez de la noche. Asimismo, de algunas anécdotas del viaje de un grupo de electrónicos (en este caso, los que tenían mejor posición económica de los de esa especialidad) también a Europa; consiguiendo, algunos de ellos trabajo profesional en su trayecto por países del Viejo Continente.
Otra cosa que sucedió, entre los electricistas (de los que formo parte), fue el establecimiento del compromiso solemne entre nosotros de no formalizar un contrato de trabajo profesional por un sueldo mensual menor a S/ 7000.00 de entonces (a partir del año 1967), cifra que era demasiado ambiciosa, pero que no menos del 80% logró concretar, aunque no necesariamente de forma inmediata a haber egresado; a algunos nos costó tiempo lograrlo, porque ya era una época difícil del entonces Primer Gobierno del Arquitecto Fernando Belaunde Terry, a quien los militares le hicieran un golpe de Estado en octubre de 1968.
El 13 de diciembre último, hemos concurrido a celebrar el 53° aniversario de haber concluido nuestros estudios universitarios y formarnos para la vida profesional. Algunos, muy pocos, por razones de índole familiar (negocios), nunca ejercieron la profesión para la cual fueron formados, pero jamás dejaron de sentir que formaban parte de todos los que nos convertimos en ingenieros junto a ellos, al extremo de que siempre asistieron a las reuniones de aniversario. Otros, pocos también, emigraron al extranjero desde que egresamos y sólo tuvimos noticias esporádicas de ellos, con excepción de un electricista que llegó especialmente para una reunión anual y todos celebramos mucho el poderlo ver y departir con él nuevamente.
Son muchas las vivencias que todos y cada uno, individual o grupalmente, hemos tenido a lo largo de estos 53 años, ignoramos, como todo el mundo, qué nos deparará el destino para los días, meses y años venideros, pero la unión y camaradería que por sobre todo nos ha sido dado disfrutar, no la podríamos cambiar por ninguna otra cosa que nos pudiera ocurrir en la vida, aseveración que, puedo jurar, comparten todos los integrantes de nuestra Promoción.
Comments