En todo mal que nos sobreviene, siempre hay alguna enseñanza, así como también algún cambio en la forma en que afrontamos el referido mal; por consiguiente, se producirán algunas acciones inusuales anteriormente, pero que se instalarán en nuestro quehacer diario. Esto es lo que la pandemia del COVID-19 nos está demostrando, aunque jamás lo hayamos imaginado.
La pandemia que estamos sufriendo, ha producido cambios en la forma de actuar de la población obligados por la cuarentena a que ha conducido que dispongan las autoridades. Algunos, son cambios de alguna manera momentáneos, que sólo durarán lo que dure la cuarentena o, a lo más, la pandemia; uno evidente, de acuerdo a nuestra manera de ser latina, será la forma de divertirnos que, tarde o temprano, volverá a ser la misma de antes, la acostumbrada, porque somos personas que nos gusta disfrutar de la vida.
Por otro lado, hay cambios que ya se han producido y que no sólo permanecerán en algunos campos de acción, sino que se ampliarán a otros que en un principio serán reticentes (luego de superada la pandemia, por supuesto). Ejemplo de estos cambios, son la educación a distancia y el teletrabajo.
De la educación a distancia, evidentemente no es de suponer que supla las clases presenciales escolares básicas regulares, a excepción, probablemente, de las clases para niños que viven en poblaciones rurales y que deben hacer grandes desplazamientos a pie y por varias horas para asistir a clases: sin duda la educación virtual o a distancia será una gran solución para esas criaturas; es de esperar, también, que la educación nocturna y la educación presencial semanal (una o dos veces por semana) serán reemplazadas por esta forma de educación no presencial. Asimismo, las clases universitarias y las de educación superior no universitaria, se convertirán en un medio de formación masivo, especialmente las últimas.
En cuanto al teletrabajo será, seguramente, más fácil optar por esta nueva forma de trabajo a distancia, bastándoles adaptarse al sistema de Gerencia por Resultados, tan usado ya en países desarrollados, desde mucho antes de la pandemia que sufre el mundo actualmente. Como es obvio, habrá una serie de actividades laborales que no podrán ejecutarse a distancia, pero cada vez habrá más que sí lo harán.
Otras actividades a distancia, no tan visibles como las indicadas, también habrán de producirse: pensemos en los beneficios de cambiar muchos de nuestros usos y costumbres, para que los nuevos hábitos no se conviertan en molestos o indeseados. Por citar sólo un ejemplo, me parece que en este espacio debo mencionar a lo que será consecuencia de una menor movilización poblacional, cuando se instituyan como actividades normales, algunas modalidades de educación y trabajo a distancia: lo primero que salta a nuestro entendimiento, es la disminución proporcional de tráfico peatonal y vehicular.
Para las entidades empresariales y educativas que hayan de aplicar el sistema de actividad a distancia, habituarse a su práctica les servirá de mucho ahorro en inversión de infraestructura. Por supuesto, a quienes tengan que llevar a cabo sus actividades laborales o educativas a distancia, el acostumbrarse a hacerlas desde casa, normalmente les permitirá, también, hacerlo a convivir con sus respectivas familias: ¡qué no darían, muchos hombres y mujeres por tener almuerzos familiares con sus hijos o con sus padres a diario!; aprenderían a convivir, nuevamente, con ellos.
Si bien estos cambios se producirán básicamente en el sector privado, toca a las autoridades prevenir su ocurrencia, de modo que la misma sea fluida y no sufra entorpecimientos a la hora de quererlos masificar. Por el contrario, si vemos que los cambios pueden ser muy positivos y convenientes, toca al Estado dictar las medidas pertinentes para facilitarlos, sin dar lugar, por hacerlo, a que la burocracia los entorpezca al quererlos aplicar.
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