¡Hasta que llegó el momento de levantar la cuarentena originada por la pandemia de COVID-19!.
Esto se veía venir, pero no está sucediendo de forma que evite los contagios. Peor aún, como se está comportando la población, que desborda todo tipo de controles y hace caso omiso a disposiciones y recomendaciones, resulta evidente que las infecciones se van a multiplicar, por lo que las altas cifras que hasta ahora nos han colocado como país en un pésimo quinto lugar de los que cuentan con más contagios a nivel mundial, van a quedar definitivamente “chicas”.
El levantamiento de la cuarentena, lamentablemente no obedece a que se haya seguido un procedimiento acertado para velar por la salud masiva de los peruanos; ni siquiera, a que mucha gente de los sectores de pobreza y extrema pobreza y, hasta grandes cantidades de personas, antes de la cuarentena de clase media, se encuentran en muy difícil situación económica y necesitan trabajar para comer, ellas y sus respectivas familias. Resulta obvio, que se debe a que la economía del país se encuentra en muy mala situación, al extremo que se pronostica que este año retrocederemos a -12% de nuestro Producto Bruto Interno, como resultado del ejercicio presupuestal anual (hay quienes vaticinan que la caída será hasta -14%).
En realidad, las cosas pueden llegar a alcanzar un valor negativo peor que las más negativas predicciones, porque no sabemos qué consecuencias económicas pueden darse si, como a la luz de lo ocurrido en la primera semana de levantamiento de la cuarentena, se puede suponer qué sucederá con nuestra salud -de toda la población- a partir de estos momentos, así como cuáles serán los esfuerzos económicos que el Gobierno deberá llevar a cabo para paliar los estragos de un masivo incremento de infectados.
Si las medidas adoptadas durante la cuarentena no dieron resultado, como salta a la vista, es urgente y necesario cambiar la estrategia para atender al mal; se deben dejar de lado algunas actitudes irreductibles y hasta soberbias que se perciben en quienes deben tomar decisiones, como las del Ministro de Salud o del Presidente del Consejo de Ministros y, hasta del propio Presidente de la República, a quien considero se le debe tratar con el mayor de los respetos debido a su investidura, pero que no deja de mostrar una actitud por lo menos intransigente, al apoyar a quienes por función corresponde asesorarlo, como los funcionarios mencionados.
Conocemos, porque a todos nos debe llegar (y, si nos llega al común de los “ciudadanos de a pie”, con mayor razón a quienes dirigen la lucha contra la pandemia), más temprano que tarde, información de tratamientos que han dado resultados positivos en otros lugares del mundo para la curación de esta pandemia, tales como el uso de antiinflamatorios por espacio de una semana, acompañados de antigripales; también, del uso de bióxido (o dióxido, pido disculpas por no saberlo a ciencia cierta) de cloro para atacar el mal; asimismo (y, esto es en Lambayeque, dentro del Perú) poner énfasis extremo en la limpieza bucal para disminuir el contagio.
Propongo que estos y otros tratamientos que puedan haberse publicitado como que dan buenos resultados, sean aplicados por regiones, con la finalidad de ensayar con ellos si alguno produce un efecto positivo en los infectados para, de ser así, masificarlos hasta que haya alguna vacuna o remedio probado como solución.
Las autoridades tienen que ser prácticas: ya no va a ser posible dictar medidas de confinamiento tipo la cuarentena que acabamos de dejar, debemos tratar de encontrar una cura o paliativo que nos ayude a sobrevivir, mientras la cura definitiva, la vacuna, según se nos ha dicho desde un comienzo o una solución hasta ahora no imaginada, llega a concretarse.
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