De un tiempo a esta parte, se aprecian estilos diferentes e inadecuados en algunas presentadoras de noticias por televisión. Como ejemplos, tenemos a la señora Milagros Leyva, quien literalmente no deja expresarse a sus entrevistados, interrumpiéndolos constantemente y, en apariencia, tratando de conseguir que su invitado diga lo que ella quiere oírle decir. Además de lo anterior, como ella es la presentadora principal de un programa noticioso, también recibe durante el mismo comunicaciones de reporteros repartidos en la ciudad; tiene esta señora el pésimo hábito de interrumpir a sus colegas en la transmisión de las entrevistas que hacen en el curso de sus actividades, exigiéndoles que retransmitan a sus entrevistados preguntas que a ella se le ocurren.
Otro caso similar, se da con la señora Albina Ruiz, quien interrumpe frecuentemente las entrevistas que hacen los reporteros del canal para que se retransmitan las preguntas que quiere que ellos le hagan a la persona entrevistada. Este mal ejemplo lo está empezando a seguir la señorita Karina Borrero, quien este último martes 2 de abril interrumpió a su reportera haciendo esperar nada menos que al Ministro del Interior, mientras ella hilvanaba la pregunta que se le había ocurrido formular, pero que aún no le había dado forma.
Si estas damas llevan a cabo así su labor de conducción de noticieros, es porque los directores de los mismos se los permiten, por lo que esta crítica, si bien es para ellas en cuanto resulta, por decir lo menos, desagradable ser espectador involuntario de esta forma de hacer televisión, está dirigida especialmente a los directores de los noticieros en los que ellas participan como presentadoras de noticias.
Ellos, son los llamados a entender, primero, que los ejemplos citados revelan o demuestran una falta total de educación de parte de quienes los perpetran; especialmente a los entrevistados, es cierto, pero también al público televidente, que no ve programas como estos para ser testigo, contra su voluntad, de actos reñidos con la educación y con una elemental cortesía.
Otro acto indebido, que es casi general en presentadores masculinos y femeninos (por más que trato de recordar, no encuentro excepciones, pero deben haberlas), es el hecho de que no cuidan su dicción, así como no tienen el profesionalismo de informarse previamente de la pronunciación de un nombre de idioma extranjero. No se dan cuenta que su trabajo al frente de programas noticiosos sirve de guía a buena parte del público televidente para un mejor (?) uso del idioma castellano (me viene a la mente, el recuerdo de un viaje que tuve oportunidad de hacer a Brasil; recuerdo que, a la gente de la calle, especialmente a los taxistas, les entendía muy poco o nada, mientras que a los presentadores de noticias en televisión, les entendía prácticamente todo lo que hablaban).
No es, en modo alguno, el único tipo de faltas que se cometen al hacer televisión en el Perú, pero sí un botón muy grande de muestra de que se está haciendo mal. Periódicamente se publicita que nuestra televisión deja mucho que desear, que los programas que se propalan son de muy baja calidad y que no se hace nada por mejorarlos. Los que cito, son ejemplos significativos de lo que no se debe hacer en televisión, muy especialmente si se trata de noticieros, de los que se siguen muchas actitudes y formas de conducirse por parte de los teleespectadores, porque son tomados como guías de desenvolvimiento para quienes los aprecian, por considerar, subconcientemente, que las personas que transmiten esos noticieros son elegidas por su buena dicción y manera de hablar.
Desde esta Columna, hago un llamado a los directores de estos programas y a los directivos en general de las empresas televisivas, a que tengan mayor cuidado al elegir a quienes ponen al frente (a las cámaras de televisión) para dar la imagen del canal al público.
Post Data.- Considero necesario anotar que la presente Columna de Opinión la iba a dedicar al horrible suceso ocurrido el domingo 31 de marzo último, por ser de total actualidad. Sin embargo, son tantos y tanto de lo que se han ocupado hasta el momento, sobre el criminal incendio de un ómnibus interprovincial en un terminal terrestre informal (donde actualmente se reconoce que han fallecido 17 personas, entre hombres, mujeres y niños, aparte de 16 heridos algunos de gravedad), que no haría sino redundar en mucho de lo que ya haya dicho la mayoría. Sin embargo, no quiero dejar de expresar mi opinión: el Presidente de la República ha dicho que este aciago suceso es “culpa de todos”, sin reparar que así lo convierte en que no es culpa de nadie; en mi concepto, hay una culpa principal compartida entre el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, por haber otorgado un permiso especial de funcionamiento de acuerdo a una ley que debería ser derogada de inmediato y no verificar el buen cumplimiento de las actividades correspondientes a lo que permitió; y, el Municipio de San Martín de Porres, por haber clausurado poco más de un mes atrás el local y no supervisar que ya no funcionara el mismo (¿para qué hay serenos en la municipalidad?).
Se debe enmendar los errores cometidos a partir de este tristísimo acontecimiento y, para que así sea, a las autoridades toca dictar las disposiciones a que haya lugar, pero buscando que la solución sea integral y no solo del tipo bomberil.
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