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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

LA VIDA ES UN ECO

Con motivo de una Columna de Opinión que publiqué recientemente titulada Cortesía Elemental, un amigo muy cercano (mi esposa y yo somos padrinos de bautismo de una de sus cuatro hijos) me hizo un comentario relacionado con la conveniencia de que aplicáramos en nuestra vida de relación una ley espiritual que, sintetizada, se explica con el título de la presente Columna.


Las 36 leyes espirituales que existen, son de carácter religioso y explican nuestra relación y dependencia de Dios a lo largo de nuestras vidas, explicación que se asocia con cómo rige el Ser Supremo nuestra forma de conducirnos, aunque siempre dándonos la posibilidad de ejercer nuestro libre albedrío, cuyo uso nos dará consecuencias positivas o negativas según esas leyes.


Mi amigo considera que, en cuanto a la Columna que publiqué, la aplicabilidad de esas leyes espirituales sería totalmente beneficiosa para los seres humanos en general, si tenemos en cuenta los siguientes argumentos, extraídos de las citadas leyes espirituales:


- Lo que envías regresa

- Lo que das recibes

- Lo que siembras cosechas

- Todo lo que hagas con amor, vuelve a ti


No puedo sino darle la razón, por lo que cada concepto implica en nuestra vida de relación:


Lo que envías regresa, no es sino la actitud que tenemos para el trato con nuestros semejantes y la reciprocidad que obtenemos de ellos a partir de la forma en que lo hagamos. Es muy difícil que, si damos una forma de buen trato, sea en el ámbito que sea, no recibamos otro similar como respuesta; como, también lo es, que a un mal trato nuestro alguien responda de buenas maneras.


Lo que das recibes, viene a ser otra forma de corresponder lo que brindamos: mi propia experiencia de vida, personal y producto de la unión con mi esposa, es que a lo largo de nuestras vidas nunca hemos hecho mal a nadie y hemos dado a los demás, siempre, lo que ha estado a nuestro alcance; con toda honestidad, puedo decir que lo inverso, en ambos casos, también nos ha sucedido a lo largo de nuestras vidas.


Lo que siembras cosechas. Aunque no necesariamente se trate de productos agrícolas, me ha sucedido con mucha frecuencia que, así como he enseñado, también he recibido enseñanzas, en ambos casos desinteresadas. Igualmente, así como en circunstancias en que mi ayuda fue requerida y estuve en posibilidad de brindarla lo hice, también la he recibido, prácticamente sin solicitarla.


Todo lo que hagas con amor, vuelve a ti. Siempre tuve como anhelo principal en mi vida, ser bien recibido por el entorno que me acompañara; para ello, la única manera de lograrlo, era (y sigue siendo, para mí) brindándome por entero en mis relaciones con los demás (una forma de amor): siempre recibí, en correspondencia, una manifestación similar hacia mi persona.


Mi amigo se pregunta (lo asumo así) y me pregunta: “Si tuviéramos en cuenta estas verdades en nuestra vida diaria, ¿no sería mejor el mundo?


Yo creo que sí.



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