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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

LA TELETON

Y se cumplió una Teletón más. Después de años de no poner atención alguna a este evento anual, esta vez lo hice y pude percibir varias cosas, que anteriormente he notado, sin duda, pero que no he reflexionado sobre ellas; al menos, como en esta ocasión.

Primero que nada, la unión y el esfuerzo que desplegaron figuras de la televisión para llevar adelante esta actividad, demostrando que juntos se puede lograr algo en principio muy difícil de alcanzar, un monto aparentemente muy elevado de dinero para la atención de niños con algún problema orgánico en el Hogar Clínica San Juan de Dios; que esto solo es posible si todos quienes participan ponen de su parte mucha buena voluntad y un tanto de esfuerzo que, cada uno, está en capacidad de brindar, especialmente si la causa que se promueve lo justifica.

También, el desprendimiento de las empresas de televisión que, a diferencia de los primeros años en que se realizaba, facultan a sus artistas y empleados a participar en tan encomiable programa de 23 horas de duración ininterrumpida: la misma imagen era transmitida por todos los canales de señal abierta sin egoísmos de ninguna clase. Hasta los diversos auspiciadores no tenían inconveniente en que se pasara un programa distinto al que ellos sostenían en el aire, con la sola condición de que se pasara su respectiva propaganda periódicamente en el canal respectivo.

He podido ver ejemplos de personas aisladas y grupos de personas, así como representantes de empresas que llegaban a hacer donaciones de montos que, muchas veces, no hacían crecer gran cosa el pozo que se iba acumulando, pero era notorio el afán de ayudar que los llevaba a brindar los aportes.

De la misma forma, he apreciado actuaciones de artistas conocidos y de los otros, ofreciendo lo que estaban en posibilidad de ofrecer; he apreciado el cariño que los llevaba a la pantalla y la voluntad que ponían para que su gesto fuera aceptado como una contribución más. He visto a maestros de ceremonia, improvisados como tales algunos de ellos, poner mucho de su parte para el logro del fin común: fue sorprendente ver al comentarista deportivo, Eddie Fleischman llorar como un niño cuando se dio a conocer el logro de un monto que superó en algo al alcanzado el año anterior.

He observado con emoción y admiración hacia ellos y, muchas veces a sus padres, a niños que padecen de tal o cual mal, muchas veces de nacimiento. Ver cómo han podido avanzar en su respectivo tratamiento particular, cómo el poder lograr que articulen alguna palabra o ejecuten algún movimiento tan sencillo como agarrar algo, se convierte en un triunfo y un avance para ellos y una alegría incomparable para sus padres, para quienes están directamente involucrados en sus tratamientos y formación (mucho me impresionó un niñito de nombre Garu).

Por ahí, me llegó una información respecto a que todo sería una estafa, que esto sería una organización delincuencial liderada por el chileno Don Francisco. No puedo ni quiero creerla: quiero sentir que todo lo que se hace es de verdad, que nadie está robando, por lo menos en esto. Quiero creer en la bondad y los buenos sentimientos de humanidad que todos llevamos dentro, que valores tales como la caridad, el amor al prójimo, la solidaridad, existen realmente; que tanto esfuerzo y tanta actividad que se han desarrollado para llevar adelante esta Teletón, con total desprendimiento de quienes la han llevado a cabo, así como todos y cada uno de los donativos, han de servir para un fin muy noble: mejorar, por lo menos, la calidad de vida de los niñitos beneficiarios.



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