A raíz del fallecimiento de muchos infantes, se desató una campaña para denunciar la mala gestión en el Ministerio de Salud. Es cierto que, si resultaba claro que la actual gestión era culpable de la falta de incubadoras especialmente, consecuentemente también lo era de las muertes de los referidos recién nacidos.
Pero, la cosa no es tan sencilla como se pintaba. Conversando con personas de una u otra manera vinculadas o conocedoras del quehacer al respecto, lo cierto es que este es un mal endémico de nuestro aparato de salud pública: todos los años se producen muertes de recién nacidos, así como que todos los años haya déficit de esto o aquello, lo que se convierte en la verdadera causa de esas muertes. No se trata de disculpar o eximir a nadie de culpa, todo lo contrario, la culpa la tienen muchos o todos.
Principalmente, la tiene el sistema. Si funciona mal, sus resultados forzosamente tienen que adolecer de defectos, que en este caso son pérdidas de vidas o exposición a esas consecuencias en muchos casos. Parece mentira, increíble, que quienes ocupan cargos de responsabilidad en todo el aparato estatal dedicado a la salud, sean o hayan sido incapaces, hasta ahora, de corregir esta situación.
Resulta evidente que, para hacerlo, se requiere reestructurar, posiblemente, toda la infraestructura organizativa del sistema, pero si eso es lo que hay que hacer, que se haga. Alguna vez, se debe corregir, pero de manera completa, todo lo que está mal en este aparato estatal; si, para ello, se necesita aplicar una re-ingeniería al sistema, mañana ya es demasiado tarde: hay que hacerlo para ayer.
Se debe hacer un diagnóstico de cada área, su funcionamiento y la formación y capacidad de quienes las tienen a su cargo, así también de la organización en su conjunto, para corregir lo que así lo requiera, comenzando probablemente por la idoneidad de las personas que están a cargo de las responsabilidades inherentes, de su formación para detentar dichos cargos; incluso, de la necesidad de revisar la idoneidad de los métodos y procedimientos que se aplican en cada caso, incluyendo la capacitación adecuada para ocupar cada cargo, así como los procesos de compra.
No es que pretenda, desde estas líneas, convertirme en un visionario ni en una persona que se cree capaz de recomendar lo que nadie puede ver. Todo lo contrario, soy fiel creyente de que lo que está mal hay que corregirlo y de que hay que hacerlo más temprano que tarde, aunque en este caso probablemente sea bastante tarde; realmente, más vale tarde que nunca.
En las campañas políticas nunca se aprecia el propósito de enmendar todo lo que está mal en el aparato estatal, posiblemente porque atenta contra la inmediatez de las cosas y, por tanto, contra la aceptación del electorado; sin embargo, probablemente eso sea lo que hay que hacer, aunque no se haya planteado así para ganar votos en un proceso de elección: es necesario demostrar cuál es la causa o raíz de los problemas e iniciar de inmediato su solución, pero no al estilo bomberil, sino estudiando y planificando la forma en que se ha de hacer, tanto para que la o las medidas a aplicar tengan un verdadero efecto duradero, como para que los procesos de reforma no afecten a la marcha de todo el aparato estatal.
Desde mi personal punto de vista, es la única forma en que no sólo los problemas de salud, incluidas las muertes de recién nacidos, así como la problemática del aparato estatal en general podrán encontrar solución duradera: si queremos dejar un mejor país del que heredamos a nuestros hijos y a los hijos de ellos, debemos hacerlo.
Comments