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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

LA REFORMA AGRARIA EN EL PERU

Durante el Gobierno Militar de la Fuerza Armada que tuvo lugar en el Perú entre 1968 y 1980, el general Juan Velasco Alvarado lideró la Reforma Agraria en nuestro país, la que se llevó a cabo a partir de 1969. El propósito manifiesto de la reforma, fue que sus diversos procesos serían instrumentos de transformación de la estructura agraria, destinados principalmente a sustituir regímenes de latifundio y minifundio por sistemas más justos de propiedad, tenencia y explotación de la tierra. Esto, generó gran expectativa entre la población campesina por la implementación de dicha reforma agraria en el Perú, porque por primera vez en la historia sentían que se les tomaba en cuenta para su bienestar y que eran protagonistas del mayor cambio socioeconómico del siglo XX: finalmente, los campesinos tendrían posesión sobre sus tierras.


A pesar de los buenos propósitos iniciales, la reforma agraria que llevó a cabo el Gobierno Militar fue un fracaso, a decir de muchos autores que se han ocupado de la misma, lo que se puede explicar por los argumentos detallados a continuación:


· Aparentemente, no tenía mayor significado para las comunidades campesinas, porque sólo se afectaba los intereses de los dueños de las grandes haciendas: en muchos casos se procedió a distribuir estas tierras entre los campesinos pero en forma de parcelas para su uso y producción; sin embargo, estas parcelas fueron entregadas en forma colectiva, ya que el general Velasco conservó la gran propiedad e incluso la amplió, llamándola cooperativa o sociedad agrícola de interés social (SAIS). Bajo esos nombres se proyectó el latifundio y el campesinado percibió al Estado como nuevo dueño. Para su aplicación no contó con la participación de las mismas comunidades, sino que se hicieron “para ellos, pero sin ellos”; se entiende así, que no hubo una buena relación entre el Estado y las comunidades.


· La reforma agraria, más allá de generar un bienestar para el país, lo que dejó como resultado fue más bien un retroceso en varios ámbitos, especialmente en lo económico. Entre 1970 y 1980, la productividad del agro se redujo en 17% en el Perú, mientras que en el resto de los países de la región aumentó cerca de 18%, según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU.


· El impacto no fue sólo económico: un estudio de Grade, que usó una novedosa base de datos de predios expropiados durante el período 1969-1985, revela que las zonas con mayores niveles de expropiación registraron un menor porcentaje de adultos con educación secundaria y un índice de desarrollo humano más bajo hasta 30 años después de la reforma agraria.


· No se puede considerar que el campesino tuvo pleno control sobre sus tierras, a pesar de que la reforma agraria en sí tenía como principal objetivo aquello. Es por esto, que muchos se desilusionaron de dicha ley.


· En Perú, donde las tierras de la reforma se distribuyeron de forma colectiva, el gobierno introdujo nuevos modelos de producción colectiva o cooperativa en vez de fortalecer las prácticas indígenas existentes: rara vez buscaban consolidar las tradiciones indígenas de tenencia de tierras y manejo de recursos naturales; es más, se cuestiona si la ley de reforma agraria se hizo para los campesinos, porque las medidas que se tomaron se hicieron sin el pleno conocimiento de las actividades en el campo, es decir, se hizo la ley en nombre de los campesinos sin consultárseles, de hecho hubiera sido muy provechoso si se hubieran tomado los modelos de organización y trabajo que los campesinos conocían; por el contrario, el modelo de desarrollo agrario les fue impuesto. Esto demuestra una falta de participación activa del campesino.


· No se tuvo en cuenta si las tierras distribuidas por la reforma fueron buenas y servibles para la producción o si eran improductivas, si contaban con regadíos para las cosechas, si se les distribuía semillas adecuadas para su terreno. Además, si contaban con maquinarias e instrumentos que, quizás sí les fueron facilitadas cuando trabajaban bajo el modelo del latifundio. En todo caso, también es una realidad que para que los campesinos produjeran necesitaban de un capital con el que evidentemente no contaban, es por ello que eran necesarios los créditos bancarios, la pregunta es si se les facilitaba el acceso. Cabe anotar, que el Banco Agrario nunca contó con los fondos suficientes para apoyar la producción agraria desde la etapa de siembra: si se trataba de campesinos, no se podía esperar que dispusieran de recursos financieros para afrontar las necesidades de este tipo de sus campañas agropecuarias.


· La aplicación de la reforma agraria trajo mucho descontento entre los campesinos, porque no eran libres de elegir con respecto a sus tierras, sobre todo si no contaban con títulos de propiedad y, en todo caso, sólo debían adjuntarse a las “cooperativas de producción”, las cuales poseían los mayores porcentajes de adjudicación de áreas, que beneficiaron especialmente a las nuevas organizaciones creadas en el campo, es decir las SAIS y las Cooperativas Agrarias de Producción.


El actual Gobierno tuvo como una de sus principales plataformas de campaña, lo que cada cierto tiempo ha recordado en algunos de sus pronunciamientos, que se proponía -y, aún lo hace- llevar a cabo la Segunda Reforma Agraria en el Perú. Lo anteriormente citado, como motivos o evidencias que califican a la ejecución de dicha reforma por el general Juan Velasco Alvarado y la Junta Militar de Gobierno que encabezó, de fracaso, debería servir para evaluar las posibilidades de éxito, si las hay, de llevar a cabo esa nueva experiencia. Es decir, verificar que estarían cubiertos los riesgos existentes para evitar que se incurra en los mismos o similares errores a los que condujeron a los motivos de fracaso anotados.


Llevar a cabo la llamada Segunda Reforma Agraria, podría significar hacer más dura y dramática la situación de los hombres del campo y sus respectivas familias. No se puede dejar de lado, que el fracaso de la encabezada por Velasco, produjo, entre otras cosas negativas, la segunda oleada del campo a la ciudad, con la creación de los “cinturones de pobreza“ -denominados inicialmente Barriadas, para luego llamarlas Pueblos Jóvenes-, así como el incremento de la actividad delincuencial y hasta la aparición del terrorismo, primero en el campo, para después ir sobre la ciudad.


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