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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

KIPI, LA ROBOT

En días recientes, de la semana del 30 de agosto al 5 de setiembre especialmente, los medios de difusión se ocuparon profusamente de un hecho que lo merecía: un profesor rural ha creado un robot para ayudarse en la enseñanza escolar a los niños del campo a su cargo, al que puso por nombre Kipi (femenino)”.


El profesor, de nombre Walter Velásquez, es un docente rural que ha recibido, entre otros reconocimientos, las Palmas Magisteriales del Ministerio de Educación, es Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional del Centro y hoy estudia Transformación Digital en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EE.UU; es, además, entusiasta de la ciencia y la tecnología, sus materias de enseñanza. El creó a su androide durante las primeras semanas de la pandemia de COVID-19 en el laboratorio de creatividad del humilde colegio Santiago Antúnez de Mayolo, del departamento-región de Huancavelica, a 3000 metros de altura sobre el nivel del mar, entre cuatro paredes de adobe y un techo agujereado, en el que había establecido un espacio para despertar el pensamiento creativo e indagatorio de sus estudiantes.


Cuando se produjo la cuarentena por el COVID-19, las clases se suspendieron, las aulas se vaciaron y prácticamente la mitad de los 60 alumnos a cargo de Velásquez regresaron a sus comunidades campesinas, que se encuentran a varias horas del pueblo por caminos de tierra. Sus familias tampoco volvieron para recoger los materiales educativos que el Ministerio de Educación (Minedu) repartió durante el confinamiento, ni tampoco los alimentos de Qali Warma, el programa social del Gobierno que da desayuno a unos tres millones de estudiantes.


“Con tanta pobreza en esas comunidades, donde a veces no tienen para comer, no venían a recoger los libros y alimentos. Entonces, o te quedas de brazos cruzados y se malogran los alimentos, o haces algo y los llevas para que coman”, se planteó Velásquez. “Si ellos no venían a la escuela, era el momento que la escuela fuese a las comunidades”, añadió el docente y, ni corto ni perezoso, recorrió esos caminos en viajes de hasta 12 horas a lomo de caballos e incluso burros.


Se le ocurrió reparar radios viejas y repartirlas para que pudiesen escuchar los contenidos de "Aprendo en casa", el programa de educación a distancia del Gobierno, hasta que se encontró con una niña con necesidades especiales, y entonces pensó en "algo más llamativo y atractivo que emocione e invite al alumno a aprender"; vi una ‘galonera’, un pedazo de radio y salió nuestra robot Kipi tan especial. Así nació, para llevar mensajes de aprendizaje, ecología e igualdad”, narró Velásquez. La robot cuenta con un panel solar en forma de mochila, tan necesario para mantenerla con vida en esas comunidades campesinas donde no hay electricidad, lo que ha dado origen a su nombre, pues en quechua Kipi significa “cargar”, como cargan sus cosechas los campesinos andinos sobre sus espaldas.


“Soy una robot especial. Fui creada y programada para cantar, bailar y aprender con estudiantes con necesidades especiales”, dice Kipi para presentarse a los alumnos del maestro Walter Velásquez cuando llega a las comunidades rurales en donde da clases el profesor Velásquez. Sus ojos son dos linternas, su cuerpo un envase de plástico y su cabeza una radio antigua. Así es Kipi, una robot ecologista hecha con chatarra reciclada que recorre a caballo los Andes peruanos con su creador, un joven profesor al que ayuda a llevar educación allí donde no llega internet, radio ni televisión. A Kipi la controla Velásquez desde su teléfono móvil a través de una aplicación que ha programado con software libre para enseñarle palabras, y cada vez es más autónoma y bilingüe. Ya mantiene conversaciones sencillas en castellano y en quechua, la lengua materna de sus alumnos.

“Para mí, salió muy bonita. Kipi; es una niña andina que lleva mensajes positivos y educativos ante esta pandemia. Viaja y comparte alegría y esperanza; además, es muy ecológica, porque tiene un panel solar y se autorrecarga durante el viaje”, destacó muy orgulloso Velásquez. “En los ‘qipi’ se cargan muchas cosas. Kipi carga su energía, alegría y esperanza. No le puse boca porque tiene un parlante en el pecho, ya que ella nos habla desde su corazón robótico”, detalló Velásquez.


En cada visita Kipi despierta inmediatamente la atención de los niños del lugar. La curiosidad se convierte en un asombro enorme al escucharla hablar con su voz metálica. Así les presenta retos educativos. Gracias a varias memorias USB recita cuentos, poemas y canciones. “Le puedes poner cualquier contenido y Kipi lo expresa, porque es una robot, y esa es su función y la nuestra es procesar esa información”, contó Velásquez. “A veces ya es tarde y estamos en un cerro con la luna que nos alumbra. Kipi enciende sus ojos, que son de color verde porque ella tiene mirada ecológica, se mueve y hace sonar música, porque funciona también como una radio. Entonces es momento de bailar y hacer educación física”, relató el profesor. “Cuando Kipi se va, muchos de ellos le escriben cartas. Eso realmente me conmueve. Es tan lindo porque tal vez estos niños en el futuro tengan esa motivación de acordarse que aprendieron de una robot y proponerse hacer ellos mismos diez robots”, agregó.


En pocas semanas Kipi ha recorrido buena parte de los paisajes de Colcabamba, en Tayacaja, una provincia que sirve de ruta de la droga del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), donde se produce gran parte de la cocaína que exporta Perú y es el reducto del remanente del grupo terrorista Sendero Luminoso. “Es una zona muy tocada por el narcoterrorismo, la pobreza y las conductas de riesgo. Tuve alumnos con muchos problemas. Hay casos extremos e historias de mis alumnos que me conmueven demasiado. Algunos han visto morir a sus padres ‘baleados’ o están desaparecidos”, explicó Velásquez. “Todo eso lo tienen guardado como recuerdo en el corazón”, apuntó el docente, que trata con iniciativas como Kipi, que sus estudiantes procesen estas emociones e inquietudes, rompiendo el paradigma de la educación tradicional y “sacando el chip de que fallar es malo, porque fallar es solo una forma más de aprender”.


Así, busca transmitir también que “la vida no está hecha de evaluaciones, porque esos son números y certificaciones y no te definen en nada”. Sus clases al lado del robot suelen ser al aire libre, con los chicos sentados en círculo. “¿Por qué todas las aulas tienen que ser cuadradas y con una pizarra delante? Creo que los aprendizajes no van por ahí. Siempre he sido partidario de despertar la curiosidad y buscar el lado más especial de niños y adolescentes. No vamos a copiar un libro ni desarrollar un ejercicio mecánico. Vamos a pensar”, concluyó.


A casi 3.000 metros de altura, en un distrito de Huancavelica donde el cielo es profundamente azul y las casas se agrupan en laderas de altas montañas, una robot habla en quechua con los niños. Conversan sobre los números, el coronavirus y la ciencia. Abel, un niño que vive en el distrito de Colcabamba, abre un libro y dice: “Hablemos en quechua”. Frente a él, está Kipi, una robot de grandes ojos verdes y cuerpo plateado, que le pregunta por su nombre, por sus padres y traduce los colores del quechua al español. Con una voz metálica que hace recordar a las robots de películas de los años 70, Kipi también relata cuentos y recita poemas, incluso canta en quechua. Por momentos, la pantalla que tiene en el centro de su cuerpo se ilumina para mostrar videos de la tabla periódica de los elementos, la generación de energía eléctrica y las partes del cuerpo humano.


Abel, alumno del colegio Santiago Antúnez de Mayolo, deja de hablar con Kipi para continuar con sus actividades del Kipilibro, un material educativo que se complementa con la robot. Luego de meses de escuchar clases en la radio y, por momentos, a través de un antiguo celular, hoy ha retornado -al menos por un momento- a su escuela. “Con Kipi es bonito conversar. Me ayuda en los problemas difíciles [del libro]. Le puedo preguntar y me ayuda”, nos cuenta el niño de 10 años. Abel vive en la segunda región con más quechua hablantes del país. Allí el 65% tiene esta lengua materna, además hablan español. Y para los niños aprender en su propio idioma les da más oportunidades de mejorar. Según destaca Unicef, las evaluaciones nacionales (ECE) en el Perú muestran que los estudiantes de habla quechua han mejorado su comprensión lectora en ambos idiomas cuando se les enseña en su propia lengua.


Con los fondos que el maestro logró en concursos de innovación docente, creó en la escuela un laboratorio de bioquímica. Y desde que tiene un sueldo fijo como profesor, ahorra una parte para pagar los viajes de sus alumnos a ferias internacionales de ciencia. ”La idea es que un alumno rural pueda ser creativo frente a las dificultades de hacer investigación. Tal vez no tenemos suficientes microscopios ni tecnología, pero pueden analizar el agua de sus comunidades, aprender a pensar, a fallar, a ver diferente. Convertí mi aula en un laboratorio, aquí formamos niños curiosos”, precisa.


Creo que viene al caso traer a colación parte de una Columna de Opinión, titulada Ausencia de Buenas Noticias II, que publiqué el 14 de noviembre de 2019, en la que decía lo siguiente:


“Con fecha 7 de febrero del año en curso publiqué una Columna de Opinión con similar título que la actual, en la que pretendía que los medios, en general, se preocuparan de cambiar su esencia informativa dedicando, también, la misma a resaltar las buenas noticias que se produjeran en cada jornada. Con ese cambio, en forma paulatina se conseguiría que nuestra población empezara, asimismo, a modificar sus valores y promoviera desde su individual iniciativa actitudes positivas en su entorno que llevaran, en conjunto, a un mejor nivel de vida de la población.


Todos recibimos, más tarde o más temprano, noticias dignas de ser difundidas por lo relevante y positivo de las mismas; estoy seguro de que, si los medios de difusión abrieran espacios para publicarlas y, paralelamente, pidieran al público que las alcanzara a dichos espacios, nos acostumbraríamos a prestarles atención por lo positivo de hacerlo. Naturalmente que, si la noticia de esa índole, diera motivo para resaltarla de forma mucho más notoria, …. tocaría a los propios medios de difusión destacarla. No propugno, con esta sugerencia, que se deje de informar o que se deje de propalar noticias de toda índole; pero, sí, que a cada noticia se le dé el justo espacio que darla a conocer requiere”.


Al publicar la presente Columna de Opinión, en la que he hecho una extensa referencia a cómo ayuda Kipi a la enseñanza de los conocimientos para lo que la ha preparado su creador, el docente Walter Velásquez, que no es sino un extracto de publicaciones que ya han hecho medios peruanos, como Gestión, El Comercio, Andina; así como extranjeros como el prestigioso El País de España y el servicio de noticias Efe, pretendo destacar varios hechos: el reciclaje de materiales en desuso y el aprovechamiento de la energía solar, han permitido la construcción de un androide ecoamigable, que se recarga mientras es transportado por lugares del Perú adonde no llega la electricidad. Se puede interactuar con el -conversar- prácticamente en cualquier lugar del camino, sin necesidad de ingresar a un salón de clases de estructura y dimensiones establecidas previamente; asimismo, se puede hablar con dicho robot de todo tema, sin patrones de enseñanza rígidos, de modo de lograr una mejor y más entusiasta participación de los educandos. Es una forma muy entretenida de enseñar, lo que permite que los estudiantes dediquen una mayor atención al proceso. Basta para hacer las cosas de este modo, contar con muy buena voluntad, como la que viene demostrando el profesor Walter Velásquez.


He querido hacer notar en qué condiciones de entorno, la pobreza, el peligro, deben transcurrir los desplazamientos y la enseñanza que brinda el señor Velásquez. También, he querido resaltar que noticias así de buenas son las que hacen falta que se propalen en el Perú, de la forma más cotidiana posible.


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ESSALUD

2 Comments


Alfonso Abad Porras
Alfonso Abad Porras
Sep 11, 2021

Muchas gracias Santos, por tu lectura y comentario. Precisamente, lo que pretendo al hacer estas publicaciones -te agradezco especialmente que consideres que los temas son siempre buenos- es resaltar lo positivo, lo que sirve de ayuda a los demás; en este caso, también, la manera cómo un solo hombre, con mucho amor a su profesión y a quienes son el objeto de ella, sus niños, ha tenido la capacidad para hacer todo lo que está haciendo: me parece digno de ser destacado, así como de ser replicado y, para eso, creo que la fuerza de las redes sociales, es y puede ser muy útil.

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Santos Oswaldo Gonzales P
Santos Oswaldo Gonzales P
Sep 11, 2021

Interesante artìculo relacionado con la Educaciòn, que es la base para el progreso y debe llegar a todos los rincones del pais ..Hay muchos profesores que llevan la vocaciòn en el corazòn y se preocupan por sus alumnos pese a no tener el apoyo de las autoridades educativas, pero con mucha inventiva crean y adaptan la ciencia en la educaciòn , es el caso del maestro Walter con mucho ingenio contribuye a que sus alumnos de los lugares màs recònditos se integren a la modernidad.. Ejemplar acciòn que requiere ayuda.. ..Como siempre ,buenos temas.

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