En reciente intervención en la Sociedad Nacional de Industrias, el Presidente de Transición, Francisco Sagasti, dijo que “la industrialización debiera hacerse en las Regiones; los productos agrarios, los de ganadería y los mineros, no sólo deben ser producción primaria; es momento de pensar en que cada Región inicie su despegue económico”.
Esta, es una gran verdad, a la que yo corregiría sólo en lo que se refiere al momento que él considera apropiado. Obviamente, no es posible retroceder en el tiempo, pero de hecho siempre y a cada momento los peruanos y las respectivas autoridades deberían haber pensado en hacerla. También es cierto, que al Estado le corresponde, principalmente, propiciar la aparición y desarrollo de diferentes industrias en el territorio nacional, mediante la emisión de disposiciones que la favorezcan.
Si a esto, que no es poco, se ha referido el señor Sagasti, en buena hora. Sin embargo, la gestión a su cargo sólo tiene un mes y días para concluir, de acuerdo al proceso electoral que nuestro país está atravesando actualmente. Ello no es impedimento, empero, para dejar sentadas algunas bases que orienten al nuevo Gobierno en ese sentido.
Las 25 Regiones que conforman el país tienen, cada una, producción básica que es la que en primera instancia sirve para la subsistencia de sus respectivas poblaciones; el tiempo transcurrido desde que somos república independiente, ha permitido que las poblaciones respectivas desarrollen, en la medida de sus posibilidades, la explotación de los productos que la naturaleza les brinda. Sin embargo, de manera general puede decirse que la condición de subdesarrollado de nuestro país es la que todos y cada uno de los peruanos llevamos, de forma indeleble, en nuestra mentalidad, a pesar de que somos descendientes de uno de los imperios más grandes y poderosos que hubo en América, el de Los Incas.
Digo esto, porque nunca hemos sido capaces de industrializar, por nuestros propios medios, los productos a que hago mención líneas arriba. Siempre, hemos esperado que “papá” Gobierno dicte medidas e invierta en la ejecución de obras cuya necesidad ha saltado normalmente a la vista. Es cierto que al Estado le corresponde promover el desarrollo del país, mediante especialmente la dación de disposiciones que lo favorezcan, así como ejecutar obras de infraestructura tales como servicios públicos, vías y medios de transporte, etcétera; pero, es a la inversión privada nacional, al ingenio, esfuerzo y ejecución de los habitantes, que toca la explotación y desarrollo de lo que se sintetiza con la palabra “industria”.
Se ha referido el señor Sagasti a la industrialización de las Regiones: evidentemente, en sus palabras está implícito el que esa forma de industrialización traería consigo el desarrollo del país en su conjunto. Por consiguiente, por un lado toca al propio Gobierno representado por Francisco Sagasti dictar medidas en favor de que se inicie la planificación a que haya lugar, en el CEPLAN (Centro Nacional de Planeamiento Estratégico), pero también en todas y cada una de las dependencias de la administración pública para la respectiva consolidación en cada Región de la República, de trabajos cuya meta final sea la industrialización del país por Regiones.
Si el CEPLAN tiene planes ya elaborados, como debiera, lo que se obtenga del trabajo anterior, que de seguro no podría ser concluido en esta administración política, pero sí iniciado, tendría que ser contrastado con la planificación existente en esta entidad para, a la luz de lo que vendría a ser una actualización de dicha planificación, más lo que se adicionara con el trabajo sugerido, establecer una Planificación Matriz para la Industrialización Regional que tuviera que ser mantenida y respetada por los gobiernos y administraciones públicas venideros.
El carácter regional de esta planificación tendría, por definición, que respetar las características propias de cada Región, de modo que se orientara forzosamente a la industrialización de la misma, así como a aprovechar su producción natural, sus materiales y mano de obra. El Estado, con los medios a su alcance -Ministerios cuyos sectores hubieran de verse involucrados necesariamente, CEPLAN, recursos financieros, etc- tendría que hacerse cargo de la administración y control cercanos de toda la actividad inherente a los trabajos que se derivaran de la mencionada planificación por Regiones, para evitar la ocurrencia de malos manejos.
Esta, sería una gran tarea nacional, que no concluiría quizás nunca, pero que sería nuestro verdadero patrón de comportamiento. Debería ser difundida públicamente, a fin de que toda desviación pudiera ser detectada y corregida oportunamente, a la par que se pudieran visualizar y evitar cualquier intento de manejo indebido de los recursos. Los pueblos olvidados de los que tanto se habla en el presente, dejarían de serlo.
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