El primer país latinoamericano en tener un automóvil fue Argentina, que recibió un De Dion Bouton en 1888. Le siguieron Brasil (1893), Colombia (1898), Ecuador (1901), Chile (1902) y Venezuela (1904). Lo cierto es que la historia del automóvil en Sudamérica data de una centuria y algunas décadas atrás. Sin embargo, pocas personas saben que la primera experiencia de fabricación de vehículos en esta región se dio también por la misma época; tal fabricación no ocurrió en ninguno de los países mencionados antes, sino en el Perú. En 1908 aparecería el Grieve, un pionero del Sur.
Peruano, nacido en 1877, Juan Alberto Grieve realizó estudios de Ingeniería en la Escuela de Ingenieros, conocida hoy como Universidad Nacional de Ingeniería. Allí, se graduó como Ingeniero de Minas; sin embargo, igual que sus antepasados de origen escocés, Grieve se interesó por la mecánica. Fue un profesional destacado con amplio conocimiento técnico y académico, además de tener habilidades manuales, como la de ser un magnifico dibujante. Esta destreza le sirvió de mucho para realizar diseños y bosquejos de todo cuanto creaba e inventaba, incluyendo motores eléctricos monofásicos y trifásicos, y un dinamo de 5Kw, con el que se iluminó la Casa de la Moneda de Lima, en la que trabajaba como ingeniero químico.
También enseñó construcción de máquinas en la Sección Especial de Industria de la Escuela Nacional de Ingenieros. En la Municipalidad de Lima, se desempeñó como Ingeniero en las inspecciones de rodaje, alumbrado y de tranvías. Además, fue Miembro Fundador de la Sociedad de Ingenieros del Perú, y Miembro de la American Society of Mechanical Engineers de Nueva York.
Poco a poco, Grieve se convirtió en una especie de Thomas Edison peruano, pero también llegaría a convertirse, en cierta forma, en la versión peruana de Henry Ford, al construir en 1905 el primer motor a combustión interna del Perú y de Latinoamérica. En 1906, Grieve fundó el Automóvil Club de Lima y comenzó a experimentar con los automóviles. En 1907 decidió fabricar un vehículo que encajara perfectamente con las carreteras peruanas de todo el país (no sólo de la capital).
Juan Alberto comprendía que, si iba a hacer un automóvil, este tenía que sobresalir, pero al mismo tiempo debía adaptarse a las necesidades del Perú. Convenía considerar entonces que, aunque la capital del país destacaba por su amplia circulación vehicular, el interior del Perú no contaba con buena vialidad. En Lima, dominaban las calles automóviles europeos, lujosos, aunque con motores pequeños de 6, 8 o 10 hp; pero, debido a lo bajo de sus potencias, tales vehículos difícilmente podían transitar por las accidentadas carreteras peruanas sin sufrir fallas mecánicas o daños estructurales. En 1907, al iniciar su trabajo, Grieve conocía ya los retos a los que su vehículo debía enfrentarse; el auto que desarrollara no podía dejarlos de lado, además, de ser accesible y económico. Grieve trabajó con esmero en su taller del Jirón Washington de Lima; allí, en poco tiempo, tuvo listo un motor de 20hp, más grande y potente que el de la competencia europea.
El motor del Grieve tenía válvulas automáticas, doble encendido, cuatro bujías y magneto Sims Bosch de alta tensión. Era un bloque de cuatro cilindros en línea, capaz de producir 20hp a 1800rpm. El motor se refrigeraba a través de un radiador de agua de tipo nido de abejas y sistema de termosifón, mientras que el arranque se hacía mediante una manivela.
Pero, por si el motor no era ya sorpresa suficiente, Grieve desarrolló también una transmisión compuesta por una caja de cambios de tres velocidades y retroceso, un embrague de cono de cuero y transmisión por cardán. El chasis del auto también fue creado por Grieve; estaba hecho de acero con vigas de tipo “L”, en una estructura de escalera, con todos los elementos empernados. Sobre el chasis se montaba un sistema de frenos que actuaba sobre el eje posterior, una suspensión por medio de hojas de muelle. Los únicos elementos importados del vehículo fueron las llantas Michelin , el motor de arranque Bosch y el carburador.
Para el automóvil, se empleó un interesante concepto de carrocería, fue un vehículo de pasajeros con configuración de dos y tres; es decir, dos asientos adelante y tres atrás, algo poco visto entonces, ya que ni siquiera los carruajes tenían así sus asientos. Estos, por lo general, eran de cuatro personas en tándem (todos viendo hacia el frente) o vis-a-vis (en contracara una fila de asientos con la otra); además del curioso detalle mencionado, el asiento trasero era removible. Por consiguiente, era posible montarle una plataforma para colocar carga, con lo cual el Grieve podía convertirse “fácilmente” en un vehículo de trabajo. Es de resaltar, que la primera Pick-Up patentada en el mundo, la Ford TT, apareció en 1917; es decir, que nueve años antes en Perú, hubo alguien que quizás pensó primero en ese concepto y, aunque lo patentó, jamás llegó a ser competencia para el músculo industrial y económico de Ford.
El automóvil se llamó "Grieve" en honor a su propietario, siguiendo la costumbre de la época. Los planos fueron patentados.
El automóvil estuvo listo en 1908, e incluso fue reseñado por la prensa de entonces y descrito como una “joya de precisión mecánica”. El Grieve era, además, más barato en comparación con vehículos de la misma potencia, pero que aún no habían llegado a Perú. Sin embargo hubo dos problemas que impidieron que este vehículo se comercializara: el primero, fue la falta de capital para desarrollar el proyecto, que pretendía fabricar 20 ejemplares inicialmente.
El segundo, corresponde a una absurda decisión presidencial. Por aquellos días de 1908 Augusto B. Leguía asumió la presidencia de la República del Perú; era bien sabido que el gobierno peruano y el Estado eran los únicos que podían, en aquel entonces, financiar proyectos como el del ingeniero Grieve. La expectativa era que el nuevo gobierno peruano apoyara la idea, sobre todo por el perfil del nuevo Presidente, ya que Leguía era un habilidoso hombre de negocios, que se había desarrollado en la industria azucarera y con aseguradoras; el mandatario, además, había sido Ministro de Hacienda y Comercio en el Perú.
El propio Grieve fue quien le presentó su idea al Presidente Leguía, con una oferta que incluía seis vehículos para el Gobierno, tres para la Agencia de Correos y tres para la Prefectura. Sin embargo, el Presidente rechazó la iniciativa, alegando que se necesitaba de los “productos de países avanzados”, no de “experimentos peruanos”.
Para entender la respuesta del mandatario, habría que considerar que durante esa época había empezado el auge del automóvil en el Perú, con una oferta conformada exclusivamente por marcas extranjeras. Queda, para la especulación, la posibilidad de que el gobierno peruano estuviera apadrinando u obteniendo beneficios porcentuales por su apoyo a empresas automotrices extranjeras. Lo cierto es que esa manera de pensar truncó el desarrollo de la industria automotriz peruana y, ¿por qué no?, latinoamericana. Lo cierto es que, más allá de dicha especulación, el proyecto del Grieve terminó, así, enterrado por el Gobierno de la época, y por la falta de financiamiento de otros capitales privados. De esta forma moría el primer automóvil no solo de diseño y fabricación peruanos, sino también de origen 100% latinoamericano. Un lamentable final para lo que podría haber sido una muy buena historia.
Esta breve narración de algo que pasó en nuestro país que no se enseñaba en las aulas escolares, nos da a conocer, por un lado la existencia de un genio peruano -descendiente en tercera generación de escoceses, es cierto- que fue capaz de desarrollar equipos tales como un motor eléctrico y un automóvil superior a los más reconocidos de la época de su invención -en Europa, principalmente-, en momentos de la historia de nuestro país que, con toda seguridad tenía que encontrarse bastante empobrecido como consecuencia de la muy reciente guerra con Chile, dados los abusos, tropelías y destrucción que cometieron los invasores al ganar dicho conflicto.
Asimismo, nos permite saber de la poquísima o ninguna visión del entonces Presidente de la República, Augusto B. Leguía -a pesar de la opinión generalizada de la época respecto a su habilidad como negociador-, que impidió al ingeniero Grieve, pero también al Perú, de convertirnos en un país fabricante de automóviles, tal vez en un país industrializado y, por qué no decirlo, que Latinoamérica se convirtiera, también, en un subcontinente industrializado, por emulación al Perú.
Este, creo que es un “botón de muestra” de la calidad de políticos que, en su mayoría, han dirigido a nuestro país a lo largo de sus ya más de dos siglos de existencia. Dado que muestras de las peores se presentan constantemente a nuestros ojos y debemos “soportarlos”, mal que nos pese, considero de primerísima prioridad introducir los cambios necesarios en nuestra Constitución Política, para que quienes aspiren a ser elegidos a los diversos cargos públicos de los Poderes Ejecutivo y Legislativo reúnan requisitos acordes con la responsabilidad de los mismos: ¡Hasta cuándo van a ser requisitos únicos para ser Presidente, VicePresidente o Parlamentario, ser nacido en el Perú y tener tal o cuál edad!
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