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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

GATOS CALLEJEROS

El miércoles 23 de marzo último, entre las noticias que propalaba el espacio correspondiente de ATV (Canal 9), hubo una que se grabó en mi mente por lo que a mí y a mi familia nos afecta: un grupo de vecinos de un parque en el distrito de La Molina, se habían unido para protestar, con cartelones armados en sus hogares y todo, porque algunos otros vecinos están matando gatos “techeros”: los denunciaban por su crueldad.


No pretendo negar que el último calificativo es apropiado, en tanto y en cuanto los susodichos "matagatos" cuentan con todas las ventajas para acabar con la vida de dichos animalitos; y que, probablemente, el mencionado grupo de personas hacía bien en dejar sentada su protesta. A quien no puedo darle la razón, es al espacio noticioso, porque desde mi personal manera de pensar, quienes dan a conocer lo que pasa a nuestro alrededor, es decir las noticias, deben hacer el esfuerzo de mostrar los diferentes puntos de vista de la misma, si la situación mostrada por la noticia lo amerita.


En este caso, resulta evidente por la forma de dar a conocer el hecho y por los comentarios que desde la mesa de transmisión en el canal se emitían, que sólo se culpaba a quienes así pretenden o han pretendido eliminar las molestias que les ocasionan los gatos callejeros mencionados. Sin embargo, hay que vivir la experiencia de que gatos de ese tipo se metan a la casa de uno, es decir al car port, jardín o patio exterior, porque en La Molina no se puede construir hasta el límite de propiedad, hay que guardar un retiro que se destina al o a los espacios indicados; por razones de seguridad, es usual que los propietarios construyamos una pared, como límite de propiedad.


Lo que sucede, casi como norma, es que estos gatos se meten de madrugada al espacio entre el límite de propiedad y la casa propiamente dicha y, las más de las veces, terminan peleándose entre ellos -supongo que habrá una hembra de por medio- a maullido limpio, que a esas altas horas de la noche resuenan como si tuvieran amplificador o si el pleito fuera exactamente al costado nuestro: ¿es que, acaso, esas personas que protestaban en la noticia que refiero no querrían también “desaparecer” a los molestos gatos en un momento así?


Me permito contar una anécdota de los años inmediatos a mi egreso de instrucción secundaria: vivía con mi familia paterna, en esa época, en los Barrios Altos, donde había muchos gatos techeros, para variar. Que yo recuerde, nunca se metió uno de aquellos animales a nuestra casa, pero sí entiendo que sucedió o existió el riesgo de que así fuera, a la casa de un amigo y condiscípulo del colegio que vivía a unas tres cuadras de distancia, egresado como yo de las aulas escolares; un día me invitó a su casa especialmente para que viera una escopeta de balines que se había comprado para matar gatos y cómo se escondía y los esperaba para intentar hacerlo. Francamente, no recuerdo si alguna vez me contó que hubiera matado un solo gato, pero sí creo que la anécdota tiene pertinencia.


Volviendo al motivo de la protesta ciudadana que motivó la noticia que traigo a colación, si bien insisto en que no justifico la matanza de gatos, creo en cambio que algo se debe hacer respecto a esos verdaderamente “odiosos” -por la experiencia personal y familiar que he contado y se repite con alguna frecuencia- animales. Desconozco si, dentro de las obligaciones ediles, está la de atender asuntos de esta naturaleza en la vida placentera de que deben gozar los vecinos de cada circunscripción; por mi parte, soy de opinión que los municipios deberían “cazar” a esos animales, así como a los perros callejeros, que también los hay, y ponerlos en manos de la Sociedad Protectora de Animales, que estimo sabrán qué hacer con ellos.


La puesta en evidencia de la posibilidad de dos enfoques diferentes de la noticia que he comentado, me trae a la memoria una idea para programa de televisión que traje de un viaje de vacaciones que tuve oportunidad de hacer en 1975 a Brasil. En el Perú no existe, ni ha existido, un programa de televisión dedicado al periodismo de opinión como medio de entretenimiento; sin embargo, en otros países se ha llevado a cabo con significativo éxito, congregando a familias enteras a verlo en el horario estelar dominical, generalmente dedicado al descanso familiar y, en materia de observación de programas televisivos, a ser muy selectivos en la elección de programas a apreciar, especialmente cuando se trata del horario mencionado, en el que ya no se transmite programas masivos, como grandes shows, deportes colectivos (fútbol o béisbol, por citar algunos ejemplos en países del continente americano y según la mayoría de afición correspondiente), etc.


La idea de hacer un programa de televisión que llene el vacío anotado en el párrafo anterior, consiste en seleccionar noticias, generalmente del medio en el que se propale, que correspondan a ocurrencias llamativas o destacadas ocurridas dentro de cada período semanal; dichas noticias son analizadas frente a cámaras por especialistas en diversos campos relacionados con el motivo de la noticia, para intentar la evaluación del porqué de su ocurrencia, conduciendo al televidente a llegar a sus propias conclusiones, sin que el programa o el análisis efectuado lo haga por él.


A manera de ejemplo de noticia a analizar, se puede mencionar la ocurrencia de un incendio. El análisis podría estar a cargo de un representante del cuerpo de bomberos, para opinar sobre las causas probables del siniestro y sus características específicas, así como de los materiales inflamables o no que avivaron la conflagración; otro de la policía, como autoridad capacitada para opinar sobre las consecuencias materiales y los actos derivados de este suceso -en muchas ocasiones se verifican actos de pillaje o de otra índole, materia de acción policial-; otro de la salud, generalmente profesional en medicina, quien se ocuparía de la atención de los casos de necesidad que se presenten, cuando así ocurra; otro de la salud mental (psicólogo o psiquiatra), cuando el siniestro ocurrido pudiera traer consecuencias negativas de esta índole; otro de alguna confesión religiosa, en el entendido de que se requiere contar con una opinión de soporte espiritual. Naturalmente, antes de pasar al análisis propiamente dicho, se propalaría a los televidentes el detalle televisivo de cada noticia bajo comentario.


Yo propondría emitir un programa así los días domingos, en el horario estelar comprendido entre las 19:00 y las 22:00 horas, con una duración de dos horas para cada emisión.


Considero que si se llevara a cabo un programa así en nuestra televisión comercial, aparte de romper en parte los actuales esquemas televisivos, podría influir en un contenido más elaborado, de mayor profundidad, de nuestros espacios noticiosos en televisión.



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