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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

FALTAN VALORES

Respecto a valores, desde que era niño, recuerdo con mucha nitidez que mi madre me inculcaba, probablemente porque yo era el único varón de un hogar de cinco hijos, que “a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa”. Tanto se grabó esto en mí que, cuando con mi esposa tuvimos a nuestro primer hijo y lo matriculamos en un nido, durante la primera reunión de padres de familia del mismo, la profesora citó el caso de un niñito que decía que “a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa”…..., mientras no me quitaba la vista de encima: había logrado transmitir a mi hijo uno de los valores de mi vida.

Con el correr de los años, se me han inculcado una serie de otros valores que han normado mi conducta a lo largo de mi vida; estos, han sido parte de la formación que recibí en mi hogar paterno y/o en los primeros años de mi vida escolar, en el colegio. Creo que es, en esos dos ámbitos y en edad temprana, que se forman los seres humanos, lo que un psicólogo está calificado para ratificar o desmentir.

En nuestro país, cada vez con más frecuencia, los medios de difusión nos informan de una serie de delitos de toda índole; más tarde o más temprano, tenemos que reconocer que quienes los cometen no han contado, para su formación como seres humanos, con la guía adulta que les enseñara valores que les permitieran respetar la vida humana, al sexo débil, la propiedad privada; en suma, a diferenciar el bien del mal.

A la ocurrencia de cada delito que hace noticia estridente, surgen voces de diversos orígenes, pero especialmente políticas, que sugieren o proponen la aplicación de medidas coercitivas que limiten o destruyan el impulso violentista o delictivo, para reducir la proliferación de estos eventos, cada vez mayor. Realmente, estos sucesos son cada vez más frecuentes, se dicten o no dichas medidas que procuran disminuirlos.

Desde mi punto de vista, esto se debe a que siempre aplicamos paliativos, no atacamos el mal de raíz -con sanciones que no son la pena de muerte, ni el incremento de las penas-: a efectos de graficar la idea que paso a exponer, he incluido anécdotas personales; creo que la razón inicial de tanto irrespeto a los demás, es la falta de formación en valores, los que solo pueden ser inculcados y recepcionados en los primeros años de vida, para que “hagan carne” en uno. Creo que se deben incluir, en la currícula escolar temprana, pero no solo en esta parte de la enseñanza escolar, cursos que formen a los educandos dándoles valores; estoy seguro que los hay, si no se encuentran, crearlos. Paralelamente, se debe hacer campañas de formación de padres, para que sean los primeros en enseñar a sus hijos cómo se deben comportar en la vida, si no quieren que ellos sean delincuentes, criminales o viciosos (drogadictos, alcohólicos).

Se debe, por tanto, reformar la educación que se da a la niñez, tanto por parte de los padres, como por la de los centros de enseñanza, para orientarla más a la vida en sociedad, al humanismo, que al conocimiento por el conocimiento mismo. Naturalmente que, a lo largo de toda la etapa escolar, se debe reforzar estos conceptos para que queden grabados en lo más hondo de nuestro ser. Ciertamente, esta es una tarea de largo aliento, con frutos a mediano y largo plazos; sin embargo, si no lo comenzamos en algún momento, nunca se van a producir.

Por lo pronto, quienes los tengan, que espero sea una inmensa mayoría, deben tratar de inculcar en sus hijos los valores que deben regir su conducta a lo largo de sus vidas.




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