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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

FALSEDADES COMERCIALES

Estamos acostumbrados a que nos atiborren de propaganda comercial especialmente por televisión de señal abierta. Esto, en modo alguno significa que también lo aceptemos; las más de las veces, lo hacemos con resignación, porque es un mal con el que “tenemos que convivir”. Sin embargo, son cada vez más las ocasiones en que quisiéramos encontrar a quién quejarnos -que tome en cuenta nuestra queja, que pueda actuar de manera de corregir lo que está mal y motiva nuestro reclamo- para que actúe en consecuencia.


El razonamiento me indica que el marketing fue creado para promover la venta de los productos que se quiere que el público adquiera; desde ese punto de vista, su inclusión en forma de comerciales es lógica y hasta necesaria. Me imagino que, inicialmente, la publicidad que se hacía a dichos productos realmente describía las bondades de los mismos, los fines a los que se les podía aplicar y, en suma, lo que se podía obtener de ellos.


Sin embargo, actualmente y desde mucho tiempo atrás, la publicidad es engañosa, juega con la credulidad de las personas, ofreciendo y garantizando características que servirían para satisfacer las necesidades de determinado sector de población que padece al no poder contar con productos como los que se ofrecen, pero la realidad demuestra -las más de las veces, después de adquirido el producto- que las “cualidades” del mismo no eran tales y que, finalmente, no soluciona la necesidad que tuvimos de comprarlo.


En nuestro medio, el Indecopi (Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual) fue creado, entre otros fines, para proteger a los consumidores; es decir, que en su rol de Autoridad Nacional de Protección del Consumidor, está a cargo de la protección y defensa de los derechos del consumidor en todo el Perú.


Sin embargo, frente a muchísima publicidad engañosa de los comerciales especialmente de televisión, no hace nada por penalizar a quienes cometen esos verdaderos aunque pequeños fraudes, en cuanto afectan relativamente poco a cada consumidor. No se ve que el Indecopi intervenga para sacar de circulación productos cuya acción no es precisamente la anunciada o no tan efectiva como la propaganda indica.


Todo televidente de canales de señal abierta en el Perú, puede ratificar lo expresado: no es posible que, con la mayor “frescura”, una cadena de tiendas use como propaganda el eslogan “Precios más bajos, siempre” -el mismo que usó por mucho tiempo el propietario original de la cadena, aparentemente porque era parte de su Misión como empresa-; pero, el actual propietario, poseedor de otra cadena en el extranjero, tiene la desfachatez de usarlo a pesar de que comprobar que no es cierto es tan fácil como entrar a alguna otra tienda cercana de similar rubro de actividad comercial.


Como este último ejemplo, con seguridad hay muchos, pero no es el propósito de esta Columna de Opinión enumerar todos los casos que se dan. Con toda seguridad debe ser fácil encontrar los casos de publicidad, por decir lo menos, engañosa, pero toca precisamente al Indecopi determinar cuáles son y aplicar las sanciones a que haya lugar: esa, es su función, para eso está.


Lo que acabo de mencionar y graficar con un ejemplo de todos conocido, se ha extendido también al celular, en donde se recibe, quiérase o no, también publicidad engañosa y/o falsa. Intercalada en la información de nuestro interés: las más de las veces podemos encontrar propaganda comercial que nos puede resultar interesante y, por consiguiente, la leemos para darnos posteriormente o cuando ya hemos seguido los pasos que dicha propaganda nos indica -que muy probablemente ha incluido el desembolso de algún monto de dinero- cuenta de que no es sino una forma de hacerse precisamente de parte de nuestro peculio.


Volviendo a la televisión nacional de señal abierta y, a veces hasta la de televisión por cable pero siempre nacional, de un tiempo a esta parte, a la pobre calidad de los programas que la mayoría de canales ofrecen al público televidente, se añade la tanda comercial que propalan entre segmentos de un mismo programa, que en algunos casos dura cinco minutos como mínimo, sin el mayor respeto al televidente.


Asimismo, siguiendo con las estaciones difusoras de televisión nacional, con mucha facilidad y sin ningún respeto a su público, cambian de horario los programas sin aviso de ninguna clase; o, también, puede suceder que “saquen del aire” a quienes tienen a su cargo tal o cual programa, reemplazando a sus responsables -con los que generalmente el televidente se ha identificado de alguna manera-, también sin importarles la teleaudiencia, porque no dan ninguna explicación.


En los supermercados y tiendas por departamentos, también viene sucediendo que en los escaparates de exhibición de productos se coloque a los mismos precios que no son los que se cobra en las cajas, por lo que la mejor precaución frente a esta eventualidad, es revisar la wincha que nos entrega la cajera al efectuar el pago y reclamar, si encontramos la diferencia anotada; lo normal en la presentación de esta “contingencia”, es que nunca ha sido en contra del establecimiento, hasta donde me es dado atestiguar.


Yo creo que entidades como el citado Indecopi o la Defensoría del Pueblo tienen mucho que ver con la verificación y rectificación de ocurrencias como las citadas: no tiene que haber la presentación de una queja para que actúen, lo deben hacer de oficio. Muchas veces los usuarios de cualquier servicio -y, los casos citados corresponden a servicios a la comunidad, aunque se efectúen con propósito oneroso- consideran que las molestias que implica efectuar los trámites de denuncia y/o reclamo son demasiado engorrosos, por lo que prefieren dejar las cosas como están. Lamentablemente, las más de las veces tienen razón.


En el Perú, hay muchas cosas que requieren ser mejoradas. No puedo decir si la Defensoría del Pueblo, pero Indecopi espera que quienes tengan la necesidad de su intervención acudan a solicitarlo. Yo creo que así no tiene que ser, si son entidades públicas de apoyo al contribuyente, por razón de su creación y, porque su existencia se convirtió en realidad con capital generado por los mismos contribuyentes, tendrían que estar obligadas a verificar que lo que dicen las entidades que forman parte de su campo de acción es veraz, antes incluso de que el público sea quien detecte lo contrario.



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