El próximo domingo 11 de abril, los peruanos acudiremos a las urnas electorales, para elegir a las nuevas autoridades de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, así como a la representación peruana ante el Parlamento Andino. Si bien la última mencionada tiene el significado de hacer oír la voz peruana y participar en la toma de decisiones del Pacto Andino, para los peruanos en general la principal importancia de este proceso corresponde a la elección de quienes asumirán las responsabilidades de Gobierno y Congreso de la República.
De un tiempo a esta parte, los resultados de estos eventos vienen siendo por demás negativos y deprimentes para la sociedad peruana, porque todos los Presidentes de la República elegidos en los mismos desde que terminó el último Gobierno Militar, con excepción del primero de ellos, arquitecto Fernando Belaúnde Terry (el señor Valentín Paniagua, que tampoco fue acusado de acto delictuoso alguno, no fue elegido en elecciones generales), han sido acusados de delitos de corrupción de diversa índole, en su mayoría cometidos en el ejercicio de sus funciones en esos cargos. Naturalmente, siendo el nivel de los denunciados el más alto en la nación, a los parlamentarios contemporáneos de ellos no se les ha asignado la misma notoriedad cuando se les ha señalado por actos asimismo delictivos; pero, en todos los períodos gubernamentales han habido acusaciones por hechos reñidos con la ley, la moral y/o las buenas costumbres, también de los mal denominados “Padres de la Patria”, independientemente de la buena o mala gestión que hayan desempeñado.
Lo único verdaderamente rescatable es que nuestro país, que tiene una historia de interrupciones militares y dictatoriales, desde la última Junta Militar que gobernó el Perú -Juan Velasco Alvarado y, luego, Francisco Morales Bermúdez- siempre se han respetado los períodos constitucionales, a excepción del Gobierno Dictatorial de Alberto Fujimori Fujimori, quien renunció a su tercer mandato desde el extranjero, vía fax. Tenemos que congratularnos de que desde 1980, ya no hemos tenido más un gobierno militar.
En realidad, no tenemos derecho a quejarnos o echar nuestra culpa de las elecciones que hacemos a nada ni a nadie, porque somos nosotros quienes los elegimos, las más de las veces -o todas- sin reflexionar debidamente nuestro voto, sin documentarnos al respecto, como corresponde. ¿Es que, acaso, se podría culpar a alguien que no sea a nosotros mismos por la elección de los congresistas actualmente de turno?; a lo más, alguna culpa se puede imputar a los partidos políticos que los propusieron, por presentar postulantes de tan poca calidad y valor moral. Pero, nadie nos obligó a marcar la cédula electoral por tal o cual partido político, ni tampoco los números con los que se identificaba a los diferentes parlamentarios finalmente elegidos.
Ciertamente, hay una culpa indirecta de los equipos de gobierno que han dirigido el país a lo largo de sus ya prácticamente doscientos años de historia, porque nunca se preocuparon debidamente de la formación educativa y cultural de la población en su conjunto. Sin embargo, todos sabemos lo que es o sucede: cada persona y/o grupo humano, sabe que los candidatos a ocupar los diferentes cargos políticos nunca nos dicen la verdad o toda la verdad de sus proyectos de gobierno y/o ejercicio del cargo que pretenden ocupar; tampoco nos dejan enterarnos -o no nos interesamos- de cómo harán para alcanzar los objetivos que nos anuncian. Por otro lado, ellos mismos no toman conocimiento de la realidad de cada gestión sino hasta que la tienen a su cargo. Tampoco son, precisamente, partidarios de continuar las obras de sus antecesores, sino todo lo contrario; o, no es práctica común de nuestras autoridades planificar a mediano y largo plazo, así como las sucesivas administraciones siguientes no aceptan que deben ceñirse a la planificación ya existente, corrigiendo lo que corresponda, pero siguiendo la elaborada por gestiones previas.
Todo esto, hace que los destinos del Perú, de los peruanos, vayan a la deriva, que en realidad estemos a merced de los intereses personales o grupales de quienes ocupan los lugares de gobierno y/o legislativos, los que normalmente no coinciden con los de la gente de a pie.
Esto, no se debe volver a repetir, todos necesitamos que quienes ocupen curules y puestos de gobierno, sean personas lo más cercanas a lo que conviene al país y a quienes lo conformamos. Es pertinente reconocer que los 18 candidatos presidenciales y sus planchas incluidas, no demuestran ser, precisamente, buenos candidatos para ocupar los cargos a los que postulan; sin embargo unos, más que otros, se acercan al contexto de lo que puede llenar los requisitos mínimos de un gobernante aceptable. En todo caso, nuestro mayor interés debe ser puesto en el Congreso: es imposible que los electores puedan llegar a tener una idea cabal de las características de cada postulante a congresista, pero tanto los planes de Gobierno de los diversos partidos, sus tendencias, la forma en que desarrollan sus campañas electorales y sus antigüedades como agrupaciones políticas nos pueden dar una idea aproximada de lo genuinos que son sus ideales para formar parte del ente fiscalizador y creador de leyes del país.
¡No nos dejemos manipular ni engañar!
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