En el proceso electoral especial, convocado para elegir a nuevos parlamentarios el 26 de enero de este año 2020, de acuerdo a informaciones periodísticas, más de 400 postulantes a dichos cargos a nivel nacional han sido excluidos de participar en el mismo debido a diversas razones, aducidas en primera instancia por los respectivos Jurados Electorales Especiales y ratificadas luego por el Jurado Nacional de Elecciones.
Si bien es de entender que los integrantes de dichos jurados han obrado de manera estrictamente ajustada a la Ley Electoral, se ha dado, por lo menos, un caso que demuestra su demasiado apego a la letra. Me refiero al candidato por el partido político Juntos por el Perú, Fernando Cillóniz Benavides, quien fue eliminado del proceso por no declarar un auto de su propiedad, de acuerdo al Registro de Propiedad Vehicular, que normalmente utiliza su señora esposa por lo que, según declaraciones brindadas en medios de prensa hablada y escrita, el señor Cillóniz lo consideró como de propiedad de la misma, olvidando que estaba registrado a su nombre.
Este postulante a un escaño en el Parlamento Nacional, por un período tan breve que ni siquiera debe llegar a completar un año y medio de duración, antes de serlo había ocupado el cargo de Gobernador Regional de Ica, atribuyéndosele una buena gestión, quizá la mejor de su período frente a los demás Gobernadores Regionales simultáneos.
Me viene a la memoria un hecho que sucedió en el Perú durante el año 1981: el embajador Javier Pérez de Cuéllar fue “baloteado” por la Cámara de Senadores en 1981 (contándose entre quienes lo hicieron a parlamentarios de Acción Popular, partido del Presidente de la República en esa oportunidad), durante el segundo gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry, quien lo postulaba como nuevo embajador del Perú en Brasil; debido a esa decisión congresal, Belaunde lo nombró, entonces, embajador del Perú ante las Naciones Unidas, en donde fue elegido Secretario General de la entidad para el período 1982 – 1986, siendo reelegido en dicho cargo para el período 1987 – 1991. Demás está decir que Pérez de Cuéllar tuvo una gestión muy bien considerada, brillante, al frente de las Naciones Unidas, al extremo que fue reelegido para un segundo período y hasta propuesto para un tercero, lo que él declinó.
Considero la posibilidad, dado que el señor Cillóniz ya ha aceptado públicamente que el presidente del partido Juntos por el Perú, por el cual postulaba, lo ha invitado a seguir siendo candidato de su partido en las elecciones regulares del año 2021, que su postulación alcance un nivel más alto y que ocupe el cargo para el cual se presente. Por supuesto que aún es muy pronto para decir cuál sería el cargo al cual postularía, pero en el Perú, país en el que suceden cosas “tan raras” como la que ocurrió con el señor Pérez de Cuéllar, todo puede pasar.
La decisión de los miembros de los Jurados Electoral Especial de Lima y Nacional de Elecciones ha sido calificada por un analista político como mediocre, en un programa de televisión. Considero que tiene toda la razón si, como agregó, se quiere ser benévolo en juzgarlos, porque hay quienes suponen que ha habido motivaciones políticas en esa decisión: el señor Cillóniz, por su gestión como Gobernador Regional de Ica, se convirtió en un postulante con legítimas aspiraciones de ocupar la curul para la que postulaba y podría haber habido un motivo oscuro para sacarlo de carrera. Si esta fuera la verdadera razón de su salida de la presente carrera electoral, lo que verdaderamente habría motivado esta “solución” habría sido una “miopía política” total, porque el señor Cillóniz y el partido Juntos por el Perú habrán de capitalizar políticamente la inconcebible ocurrencia actual para el proceso del 2021, mucho más amplio que el presente.
La situación a que me refiero, en esta oportunidad, no es inconcebible en el Perú; todo, absolutamente todo puede pasar en nuestro país, desde lo más correcto hasta lo menos, desde lo creíble hasta lo increíble. Si, como supongo, muchos peruanos comparten conmigo una sensación de hartazgo que a veces rebasa nuestra tolerancia para soportar tanta mediocridad, por decir lo menos, es hora de que tratemos de enmendarnos.
Se dice, últimamente, que hechos no muy aislados unos de otros, tanto a nivel local como internacional, demuestran que la juventud está empezando a desempeñar un rol mucho más participativo y decisorio en la vida pública, política incluida. Desde aquí pido, pues, a esas nuevas generaciones que “cojan” la posta del devenir del Perú, aunque no se la quieran “pasar”, por su propio bien, el de los hijos que han de procrear y el de nuestro país en su conjunto.
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