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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

EL VOLEIBOL FEMENINO PERUANO II

En marzo de 2021, hace casi un año, publiqué una Columna de Opinión sobre el vóley femenino peruano, que entre 1965 -año en que tomó a su cargo la dirección técnica del seleccionado peruano de vóleibol femenino el entrenador japonés Akira Kato- y 2003 -año en que dejó nuestra selección el entrenador coreano Man Bok Park-, esta disciplina deportiva tuvo su apogeo para el Perú: Por años nos mantuvimos en el cuarto lugar del mundo, sin bajar del top 10; en la década de los 80, las grandes potencias se peleaban por jugar con las peruanas; hasta los auspiciadores abundaban, lo que permitía trabajar con tranquilidad, dado que no había falta de recursos económicos.


Desde que salió Man Bok Park de la dirección técnica del equipo femenino de vóleibol, el Perú ha ido perdiendo posiciones en el mundo y hasta en Sudamérica. Cercano ya a su muerte, el señor Park declaró que entre las razones del retroceso del vóley femenino peruano, se encuentra la falta de compromiso de las propias jugadoras, los entrenadores poco exigentes y una Federación que no supo unificar estos tres componentes para coronar el éxito. El entrenador coreano lamentó entonces que el Perú se encuentre fuera de la élite mundial del deporte de la net alta, diciendo que “El nivel del vóley peruano ha bajado significativamente. Y eso lo podemos ver en el ranking mundial: estamos muy alejados de los primeros lugares ….”.


Respecto a las tres razones esgrimidas por el gran entrenador coreano para el significativo retroceso de nuestro vóley femenino en el concierto mundial, creo que las dos primeras son relativamente factibles de solucionar; es decir, a las jugadoras se les puede “inyectar” el compromiso que mencionaba míster Park, tal como se debe haber hecho cuando llegó Akira Kato con las jugadoras que se puso a su disposición, lo que va de la mano con lograr el concurso de entrenadores verdaderamente exigentes -al efecto, considero que fue un acierto de los dirigentes el haber conseguido contratar los servicios de dos entrenadores asiáticos de primer orden, uno a continuación del otro-. Si bien el vóley en el Perú es considerado deporte semi-profesional, los estadios que se llenaban con los partidos del campeonato local, así como los de los torneos internacionales que se jugaron en el Perú tienen que haber dado ingresos harto suficientes como para invertir, ya no en el desarrollo del vóley femenino nacional, sino en el mantenimiento de su nivel y jerarquía.


El verdadero problema, de muy difícil solución, es lograr la predisposición de dirigentes de primer nivel para hacerse cargo de la Federación Peruana de Vóley, porque los que han pasado sucesivamente por ella, aún en época de Man Bok Park, no asumieron apropiadamente su responsabilidad: no hicieron nada por mantener el primer nivel que lograron los dos grandes entrenadores asiáticos para el vóley femenino nacional; no fueron capaces de desarrollar torneos para buscar nuevos valores, no gestionaron la contratación de nuevos entrenadores para las divisiones menores de voleibolistas, ni fomentaron competencias a nivel interno en el país.


El vóley femenino peruano, es una disciplina deportiva que se ha ganado, con “sangre sudor y lágrimas” un lugar importantísimo en el corazón de los aficionados al deporte en el Perú. No es posible, no es justo, que después de haber sido nuestra selección la primera -por años- en América del Sur, actualmente sólo “arañamos” el cuarto lugar, dejando los primeros a Brasil, Argentina, Venezuela y hasta Colombia: en estos momentos, lo más probable es que nuestras chicas queden quintas o, con mucha suerte, cuartas en cualquier torneo de nivel sudamericano. Es una ofensa, para jugadoras de la talla de Lucha Fuentes, ʽPilancho ʽ Jiménez, Rosa García, Gaby Pérez del Solar, Cecilia Tait, Natalia Málaga, sólo por citar a unas cuantas de nuestras grandes voleibolistas, que nuestro vóley femenino esté tan venido a menos.


Es cierto que el fútbol es el deporte rey en nuestro país, el que arrastra multitudes -si en estos momentos no hubiera restricciones, el público asistiría en masa si se programara un partido de eliminatoria de mundial, por ejemplo-; sin embargo, el vóley femenino nos hizo interrumpir nuestro sueño para levantarnos de madrugada a ver la final de las olimpiadas de Seúl, en que competíamos con Rusia. Eso, consiguió la calidad que alcanzó el vóley femenino nacional en 1988.


Reconociendo que es muy difícil que se puedan encontrar dirigentes de primer nivel que asuman con responsabilidad la tarea de hacer resurgir nuestro vóley femenino, así como de dejar sentadas las bases para que la preponderancia que hipotéticamente llegue a alcanzar perdure mediante la formación de divisiones menores, me atrevo a sugerir la necesidad y conveniencia de lograr el concurso del señor Carlos Neuhaus Tudela para presidir la Federación Peruana de Vóley. El citado dirigente dejó muy en alto el nombre del Perú cuando se hizo cargo de la organización y realización de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Lima 2019, de los que se llegó a comentar internacionalmente que habían sido los mejor organizados de la historia de estos juegos: creo que es un “cartel” por demás sugestivo como para aspirar a que tome a su cargo la Federación Peruana de Vóley, con el resurgimiento de este deporte como objetivo a alcanzar.


Soy fiel creyente que si este señor -u otro de su jerarquía- se hace cargo de dicha entidad, por lo menos dejará sentadas las bases para que nuestro equipo de vóley femenino recupere el sitial que llegó a ocupar, a pesar de que actualmente ya hay bastantes más seleccionados de otros países que serían difíciles escollos para lograrlo.


Hoy, que todo son quejas porque nada o muy poco se puede hacer debido a la pandemia de COVID -19, las autoridades del IPD y de la Federación de Voley deben planificar su resurgimiento, incluyendo el factor subvención económica, que es de tanta importancia para tales fines. Si antes se pudo hoy, que de todas maneras tenemos mejor nivel que antes de traer a Akira Kato, también se tiene que poder. Ya antes lo hemos logrado, ¡hay que hacerlo nuevamente!



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