El año 1965, fue un año trascendental para el Perú en lo que al vóleibol femenino se refiere: la Federación de ese deporte, con el señor José Pezet Miró Quesada a la cabeza, contrató al entrenador japonés Akira Kato para que entrenara a la selección peruana, con miras entonces a su participación en diversos campeonatos próximos, como los Juegos Bolivarianos del mismo año en Ecuador, en donde campeonó; el mismo año, el equipo peruano alcanzó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Winnipeg (Canadá) y obtuvo el cuarto puesto en el mundial de Tokio (Japón). En 1968 ocupó el cuarto puesto en las Olimpiadas de Méjico.
Después del inicio de la era de Akira Kato detallado en el párrafo anterior, el Perú tuvo una muy buena participación a nivel internacional, pasando en 1974 a ser dirigido por el entrenador coreano Man Bok Park, con el que obtuvo varios campeonatos sudamericanos, en añadidura a los que logró de la mano de Akira Kato -quien se retiró el mismo 1974 por problemas de salud-, alcanzando también grandes logros, como el Subcampeonato Mundial Juvenil de Méjico en 1981, Subcampeonato Mundial de Mayores de Perú en 1982 y la Medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
Si bien con Akira Kato el Perú alcanzó un nivel superior al que hasta su llegada había tenido, así como mejor ubicación en el vóley Mundial, Man Bok Park fue quien tuvo a su cargo la dirección técnica de la época dorada de nuestra Selección Femenina de Voley, siendo su entrenador entre 1974 y 2003. Los galardones que obtuvo el coreano, fueron muchos más que los logrados por el japonés, aunque se puede decir que entre ambos se logró un nivel competitivo jamás visto antes, ni soñado por disciplina deportiva alguna en el Perú.
Actualmente, la situación de nuestro vóley femenino es muy diferente, muy venida a menos. Cercano ya a su muerte, el señor Park declaró que entre las razones del retroceso del vóley femenino peruano, se encuentra la falta de compromiso de las propias jugadoras, los entrenadores poco exigentes y una Federación que no supo unificar estos tres componentes para coronar el éxito.
“El nivel del vóley peruano ha bajado significativamente. Y eso lo podemos ver en el ranking mundial: estamos muy alejados de los primeros lugares. Por años nos mantuvimos en el cuarto lugar del mundo, sin bajar del top 10. Eso ahora es sólo un recuerdo”, afirmó entonces míster Park. El entrenador coreano lamentó que en la actualidad el Perú se encuentre fuera de la élite mundial del deporte de la net alta. La situación está muy distante a lo que se vivió en la década de los 80, cuando las grandes potencias se peleaban por jugar con las peruanas.
“Antes, cuando pedíamos enfrentar equipos europeos de potencia se peleaban por jugar con nosotros. Ahora, simplemente no existimos en el concierto mundial. Obviamente, cuando no tenemos resultados, incluso los auspiciadores no abundan, provocando otro problema: la falta de recursos económicos para trabajar con tranquilidad”, refirió.
Desde mi punto de vista, a los argumentos que expresó en la oportunidad citada Man Bok Park, habría que agregar algunos otros: las diversas directivas que ha tenido la Federación de Voley incluso en época de ser el coreano todavía entrenador de la selección, no hicieron nada por mantener el primer nivel que lograron los dos grandes entrenadores asiáticos para el vóley femenino nacional; no fueron capaces de desarrollar torneos para buscar nuevos valores, no gestionaron la contratación de nuevos entrenadores para las divisiones menores de voleibolistas, ni fomentaron competencias a nivel interno en el país. Si bien el vóley en el Perú no es considerado deporte profesional, los estadios que se llenaban con los partidos del campeonato local, así como los de los torneos internacionales que se jugaron en el Perú tienen que haber dado ingresos harto suficientes como para invertir, ya no en el desarrollo del vóley femenino nacional, sino en el mantenimiento de su nivel.
Es cierto que el fútbol es el deporte rey en nuestro país, el que arrastra multitudes -si en estos momentos no hubiera restricciones, el público asistiría en masa si se programara un partido de eliminatoria de mundial, por ejemplo-; sin embargo, el vóley femenino nos hizo interrumpir nuestro sueño para levantarnos de madrugada a ver la final de las olimpiadas de Seúl, en que competíamos con Rusia. Eso, consiguió la calidad que alcanzó el vóley femenino nacional en 1988.
Hoy, que todo son quejas porque nada se puede hacer debido a la pandemia de COVID -19, las autoridades del IPD y de la Federación de Voley deben planificar su resurgimiento, incluyendo el factor subvención económica, que es de tanta importancia para tales fines. Si antes se pudo hoy, que de todas maneras tenemos mejor nivel que antes de traer a Akira Kato, también se tiene que poder.
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