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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

EL COMERCIO

Soy suscriptor de este periódico por muchas razones válidas: para mi criterio, de lejos ha sido y sigue siendo el mejor de todos los diarios que se publican en el Perú. Mi abuelo y mi padre trabajaron en el taller; mi abuelo como Jefe, según me contó mi papá, me parece que en la década de los años veinte o treinta del siglo pasado. Mi padre como linotipista, creo que trabajó desde la segunda mitad de la década de los cuarenta, hasta más o menos 1964. Por ser trabajador de El Comercio, mi papá recibía a diario el periódico en forma gratuita, por lo que me acostumbré a leerlo al tenerlo siempre en casa.


Según me contó mi padre, en la época que mi abuelo trabajó allí, El Comercio era tan honesto y serio en su publicación que, a manera de ejemplo, los lectores se servían de sus redacciones para verificar cómo se escribía alguna palabra, sin necesidad de consultar con el diccionario. Por otro lado, era tan fuerte como guía de opinión, que era capaz de “tumbarse” a un Gobierno, si le declaraba una guerra escrita.


Lamentablemente, nunca he podido corroborar la primera referencia que menciono, porque constantemente encuentro errores ortográficos que dejan mucho que desear de esta publicación, cercana ya a cumplir dos siglos de existencia. Parece que a los actuales directivos no les importa o no tienen suficiente conocimiento de reglas ortográficas, porque los errores a que me refiero son repetitivos; un ejemplo muy patente de lo que expresa esta queja, es la palabra solo: lleva tilde en la primera vocal, si reemplaza a solamente, si únicamente es adjetivo, no la lleva.


Respecto a la segunda referencia que he mencionado, para mí es obvio que los directivos quieren seguir “tumbándose” Gobiernos; por lo menos, en el caso del exPresidente Vizcarra lo demostraron muy evidentemente, porque desde que al mandatario aún en ejercicio se le ocurrió decir públicamente que se estaba pensando -pero nunca se hizo- gravar con algún tributo adicional a los que más tienen, lo atacó constantemente, tanto en sus editoriales, como en artículos firmados, especialmente por Fernando Rospigliosi -en El Comercio del domingo 13 último, se publica una bienvenida de la señora Keiko Fujimori a Fernando Rospigliosi, al incorporarse a su partido como miembro del equipo para la elaboración del Plan de Gobierno del mismo (todos tenemos derecho a tener “nuestro corazoncito”, pero el periodista debe ser imparcial al escribir para el público)- y Federico Salazar, siendo estos últimos hasta procaces en su forma de hacerlo, sin respetar en absoluto la calidad de representante de todos los peruanos que en el momento ostentaba el señor Vizcarra. No importaba, a quienes manejaban la redacción del periódico, que la encuesta mensual que ellos mismos encargaban a Ipsos diera resultados muy favorables a quien era víctima de sus ataques, no se daban o no querían darse cuenta de que al hacerlos ofendían, también, a ese inmenso porcentaje de peruanos que opinaba a favor del señor Vizcarra.


Es cierto que El Comercio pone, al pie de la mayoría de sus publicaciones de opinión -excepto en la columna editorial del diario, que pone de manifiesto su propia opinión- una nota en la que dice que “no se solidariza, necesariamente, con las opiniones vertidas por el articulista firmante”, pero también queda demostrado, al mantenerlo en sus filas, que expresa opiniones que concuerdan con las de sus directivos: caso contrario, muy rápidamente se desharían de aquél o aquellos, no se necesita tener “dos dedos de frente” para comprenderlo.


A partir del 15 de diciembre, por razones internas El Comercio ha cambiado a su Director Periodístico de los últimos años; no abrigo la esperanza de que el cambio implique que articulistas sumamente desagradables, como Rospigliosi y Salazar, dejen de escribir para un periódico de la seriedad que debería respetar este periódico, pero quiero creer que quizá se aproveche la coyuntura para sorprender agradablemente a quienes mantenemos fidelidad a su publicación Por lo pronto, dada la identificación plena y oficial del primero de los nombrados con un partido político, no debería haber impedimento alguno para eliminarlo del plantel periodístico del diario: por el contrario, sería lo ético.


Muchos dirán que en vez de expresar esta queja, lo más práctico sería cambiarme de publicación; creo que merece una explicación: soy fiel creyente de que “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, por lo que espero que esto se acabe más temprano que tarde. Por lo pronto, sí debo declarar, públicamente, que hace bastante tiempo que no me molesto en leer a esos dos indeseables de las letras y el periodismo. Además, sigo creyendo que no hay otra publicación periodística de la talla de El Comercio.


En cuanto a la línea editorial del diario, es evidente que para sus directivos yo no existo ni he existido nunca, tanto antes de redactar esta Columna de Opinión, como al publicarla. Sin embargo, me doy el gusto de hacerlo, porque es mi derecho y no ofendo a nadie con expresar mi opinión que, al final, lo que persigue es que el diario en cuestión recupere la calidad de redacción que antes solía tener.



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