La primera noticia que la gran mayoría de peruanos tuvimos de este virus y de su impacto en la salud pública a nivel mundial hasta convertirse en una pandemia, fue por intermedio de un discurso por televisión del entonces Presidente de la República, Martín Vizcarra Cornejo, el 15 de marzo de 2020, en el que nos daba a conocer su aparición, su conversión en pandemia a nivel mundial -denominada Covid-19- y, el inicio inmediato de una cuarentena en el Perú, para reducir en lo posible sus efectos.
No imaginábamos entonces -no podíamos hacerlo- que estábamos frente a un problema enorme, de dimensiones inimaginables, que viene produciendo una hecatombe de carácter mundial. Hemos sido y venimos siendo testigos de cómo se está diezmando la población mundial y específicamente la del Perú; cómo la vida ha cambiado convirtiendo, en lo que es posible, las actividades de presenciales en virtuales, especialmente las clases pre-escolares, escolares y superiores. También, cómo se han visto obligados a cerrar -y, hasta a quebrar- muchos negocios y empresas; cómo ha disminuido el empleo; cómo ha venido a menos, hasta extremos críticos, la estabilidad económica de la que gozábamos en nuestro país.
Mientras que en algunos países avanzados, en los que existen laboratorios de última tecnología, se ha estado intentando desarrollar vacunas con urgencia durante el año 2020, en los demás -el Perú incluido- se han hecho intentos en procura de moderar los efectos de la pandemia, al leal saber y entender de quienes por función debían afrontarlos, desde los cuerpos médicos de los hospitales hasta el Presidente de la República, pasando por los ejecutivos y presidentes de las entidades de salud, así como por el ministro del ramo, con apoyo del Gabinete Ministerial en pleno. Lamentablemente, para la mayoría de países, entre los que definitivamente se debe incluir al Perú, el “leal saber y entender” a que me refiero líneas arriba, los condujo a fallas de diversa magnitud; tal parece -por las críticas que hasta ahora se le hacen- que el gobierno de Vizcarra cometió demasiados errores, lo que ha motivado que la gran mayoría de la población considere, ahora, que ha sido un pésimo gobernante; fuera, por supuesto, de aquellos que por sus intereses personales o de grupo querían deshacerse de él a como diera lugar.
Y digo que “parece” que se cometieron muchos errores en el anterior gobierno, porque durante el presente a cargo de Francisco Sagasti, no se aprecian mayores cambios en la forma de vida en general ni en la manera en que se combate la pandemia; en esos aspectos, hay tanta similitud entre ambos gobiernos, que no se siente que hubiéramos cambiado de gobernantes, salvo por uno de ellos: las críticas a Sagasti son mucho menores en número y en adjetivos que las que se hacía a Vizcarra…. Cabe anotar que un argumento muy empleado para denostar al expresidente y que se trae a colación cada vez que recibe críticas la autoridad actual -llámese Presidente de la República, Primera Ministra, etcétera-, es que la gestión anterior no dejó ningún contrato o convenio de suministro de vacunas concreto: “olvidan” que Vizcarra fue vacado justo cuando llegaba el momento de confirmar formalmente, por escrito, las conversaciones en ese sentido efectuadas por los funcionarios de entonces.
Actualmente, a poco más de un año y un mes de haberse declarado la pandemia de coronavirus en el Perú, hay más de 50,000 muertos por el coronavirus, según el Ministerio de Salud (Minsa) –es de anotar que el Sinadef, Sistema Informático Nacional de Defunciones, informa siempre cifras mucho mayores de fallecidos por el Covid-19 (actualmente, informa más de 150,000), aunque no lo demuestra: es opinión de muchos, que esta entidad incluye a todos los fallecidos (por las causas que sean, en las cifras que reporta como del Covid-19-. A pesar de esto, en todo el tiempo que viene durando la pandemia, no hay día en que no se publiquen noticias de personas que no sólo no se cuidan sino que ponen en peligro a más gente, como por ejemplo sus familiares y aquellos con quienes por alguna razón se reúnen sin respetar los protocolos dispuestos por las autoridades para evitar contagios, especialmente los que lo hacen para celebrar las llamadas “fiestas covid”.
Al respecto, considero pertinente dar mi personal punto de vista: a efectos de resguardar el orden, con énfasis en el llamado “toque de queda”: el Gobierno hizo salir a las Fuerzas Armadas a las calles, desde la gestión anterior, poniendo sólo multas -que no se sabe si se pagan- a los infractores; sin embargo, se siguen cometiendo esas faltas y hasta parece que fueran aumentando en número o en cantidad de concurrentes. Considero que a toda esa gente, si es detenida fuera de hora permitida para salir a la calle, se le debería llevar a lugares con suficiente ventilación -canchas de estadios, por ejemplo- de donde no se les debería liberar hasta que paguen el importe correspondiente a la multa a que se hacen acreedores. Creo que, de esta manera, recién disminuirían esas malhadadas reuniones.
Actualmente, los peruanos estamos pasando por el proceso de vacunación: en primer término, se aplicó la vacuna de Sinopharm, primera y segunda dosis en la mayoría de los casos, si no en todos, al personal de primera línea de lucha contra la pandemia -personal de salud, policial, del ejército, bomberos, de servicios de limpieza pública, etcétera. Cabe señalar que, como es costumbre en el Perú -mala, por supuesto- se han producido fallas y omisiones, la más clamorosa fue no cumplir con la vacunación previa de los miembros de mesa para las Elecciones Generales del 11 de abril. Actualmente, se está procediendo a la inmunización por vacuna de las personas de la Tercera Edad, en forma escalonada y de acuerdo a edad cronológica.
Aparte de lo ya dicho, hay otras consecuencias de las medidas sanitarias aplicadas por obligación: es dable apreciar que se han producido y continúan produciéndose cambios en nuestros hábitos de vida, entre los que cabe destacar, por evidentes, el trabajo a distancia o virtual; las clases virtuales a todo nivel; el hecho de que muchas personas están “aprendiendo” a convivir con sus respectivas familias por “obligación”, mientras que otras -las menos, feliz y aparentemente- están desarrollando traumas de ansiedad, depresión, claustrofobia, etcétera.
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