La temporada de lluvias 2022-2023 en el Perú, se inició el 1° de setiembre de 2022, siguiendo en curso hasta el momento, con una afectación principal en la región costera del país y secundaria en sus regiones andina y amazónica. Episodios como los huaicos a consecuencia de las lluvias torrenciales tuvieron lugar a principios de 2023; sin embargo, la situación cobró notoriedad mediática por parte de la prensa local e internacional, cuando se formó un ciclón frente al litoral del país el 4 de marzo de 2023, al cual el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (SENAMHI) le asignó el nombre de “Yaku” (agua, en quechua), tratándose de un fenómeno excepcional en la historia de la meteorología peruana.
Las lluvias se generan por el calentamiento de las aguas del Océano Pacífico.Con el aumento del calentamiento global, aumenta la probabilidad de lluvias intensas dado que una atmósfera más cálida aumenta la velocidad a la que se evapora el agua por lo que contiene más vapor de agua, lo que alimenta los eventos de lluvia fuertes. Las lluvias intensas en las cordilleras andinas a lo largo de la costa contribuyeron al aumento de caudales y desbordamiento de ríos, así como a la caída de aludes en terrenos inestables, al derrumbe de viviendas, inundaciones en zonas urbanas y al corte de carreteras producto del colapso de puentes.
Asimismo, el ciclón Yaku, al ser una tormenta que gira rápidamente y se origina en los océanos tropicales, estimuló la formación de lluvias más intensas en el país. Según el portal de la Organización Meteorológica Mundial, una de las principales características de un ciclón es tener un centro de baja presión y contar con nubes que giran tanto en forma circular como espiral hacia el punto de partida (o "el ojo del ciclón"). Yaku es un ciclón tropical inusual y su generación se asocia al calentamiento de las aguas en la costa del Perú y los vientos alisios -se llama así, a los que soplan de manera regular de este a oeste desde las altas presiones subtropicales hacia las bajas presiones ecuatoriales; en el hemisferio norte, soplan de noreste a suroeste y, en el hemisferio sur, de sureste a noroeste.
A mediados de enero de 2023 se publicaron en diversos medios, los pronósticos meteorológicos sobre la probable ocurrencia del fenómeno de El Niño en 2023 y 2024. Durante un evento de El Niño, los vientos alisios de este a oeste mueren, generándose temperaturas más cálidas del aire en las partes oriental y central del Pacífico tropical. Las temperaturas más cálidas generan un calentamiento de la superficie del océano, generándose luego lluvias más intensas e inundaciones. Este fenómeno afecta notablemente la temperatura superficial promedio global del planeta.
No es sorpresa que entre diciembre y abril ocurre la temporada de lluvias en el Perú, especialmente en las zonas más altas; sin embargo, la intensidad con la que ha estado lloviendo en las últimas semanas está llamando la atención de algunos especialistas por sus posibles causas y consecuencias para la región, con énfasis en países como Perú y Ecuador. Durante febrero y marzo, las lluvias extremas no han dado tregua al Perú. El gobierno decretó estado de emergencia durante 60 días en 233 distritos de Lima, Tumbes, Piura, entre otros, al ver que los deslaves en varias de esas zonas han provocado la muerte de 68 personas, centenas de afectados y miles de viviendas destruidas.
“En las últimas semanas, se han registrado fuertes precipitaciones en la zona norte del Perú; básicamente son precipitaciones estacionales que son parte de la variabilidad climática de la zona norte del Perú, sin embargo estas lluvias han sido exacerbadas debido a un calentamiento anómalo de la temperatura del mar frente a la zona norte del Perú”, explica Juan Carlos Bazo, asesor científico del Centro del Clima de la Federación Internacional de la Cruz Roja e investigador externo del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud de la Universidad Cayetano Heredia.
El calentamiento del mar y el paso de una onda tropical conocida como oscilación Madden Julian han provocado el desarrollo e intensificación del “ciclón” (baja atmosférica), denominado Yaku, que apareció frente a las costas del Perú y Ecuador hace unos días y que intensificó las lluvias en ambos países. Así lo informó hace unos días -8 de marzo- el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología de Ecuador en un comunicado: “la estructura y formación de este sistema se han visto fortalecidas por el calentamiento de la temperatura de la superficie del mar y la presencia de la Zona de Convergencia Intertropical”, dice el Instituto.
Así que para entender por qué está lloviendo tanto en el Perú, parece necesario comprender la relación entre las precipitaciones y la temperatura del mar. Y uno de los conceptos que justamente explican esa conexión es el fenómeno conocido como El Niño-Oscilación del Sur (ENOS).
El Ministerio del Ambiente (MINAM) del Perú, define ENOS como un evento natural de la variabilidad climática en el que se interrelacionan el océano y la atmósfera en la región tropical del Océano Pacífico. Esto quiere decir que la temperatura del mar cambia en función de la acción de los vientos. Y entonces ocurren dos fenómenos que se intercalan cada cierto tiempo -entre 2 y 7 años-: El Niño, cuando la superficie del Océano Pacífico tropical se calienta más de lo habitual; y, La Niña, cuando en vez de calentarse, se enfría.
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, desde setiembre de 2020, “se instauraron en el Pacífico ecuatorial las condiciones características de un episodio de La Niña”. Y, hasta su reporte de noviembre de 2022, estas condiciones persistían. De hecho, sus proyecciones con base en los datos de los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo, mostraban que el episodio de La Niña continuaría hasta el invierno boreal de 2022 - 2023, es decir hasta marzo de 2023 y que, a partir de entonces, iniciarían condiciones neutras. También proyectaba que la probabilidad de que se formara un episodio de El Niño en estos momentos era “ínfima”.
De manera que las lluvias de los últimos días se deben, en parte, a que el episodio de tres años de La Niña está llegando a su fase final para dar paso a un periodo de neutralidad, pero al mismo tiempo otros fenómenos como el debilitamiento de los vientos del este y el paso de la oscilación Madden Julian están propiciando mayores precipitaciones.
Para llegar a las lluvias, hay que explicar, primero, la causa de que el mar se caliente. El origen de este fenómeno está en el Océano Pacífico Occidental Ecuatorial -que se encuentra entre Asia y América del Sur, más hacia el norte de Australia-. En esa zona, que es donde los rayos solares caen directamente, se ubica lo que se conoce oficialmente como la Piscina Cálida del Pacífico Occidental, que es una masa de agua caliente, muy extensa, de más de 40 millones de kilómetros cuadrados. Por eso se le considera el mar más caliente de la Tierra.
Esta masa de agua caliente se mantendría fija si no hubiera cambios en los vientos, pero los hay. Los vientos alisios mantienen esta piscina en el oeste, entre Indonesia y el norte de Australia durante el verano, mientras que en el invierno estos vientos se debilitan e incluso soplan hacia el lado opuesto, lo cual hace que la piscina de agua cálida se mueva hacia el este y llegue a las costas de Ecuador y Perú.
Así que cuando esa piscina de agua caliente avanza hacia Sudamérica, de oeste a este, impulsada por los vientos, surge El Niño. Y en contraste, cuando la masa de agua caliente vuelve al oeste, hacia el norte de Australia y las aguas frías emergen a las costas ecuatoriales de nuestro continente, surge La Niña. Hay, entre ellos, lapsos en los que las aguas se mantienen con temperatura neutra, que es lo que debería ocurrir en los siguientes meses. Sin embargo, hay otros fenómenos oscilatorios que calientan el mar, sin que eso se convierta en un episodio de El Niño.
De la misma forma que El Niño propicia el calentamiento de agua en las costas del Perú, otros fenómenos hacen lo mismo en otras partes del mundo. En este caso, la oscilación Madden Julian (MJO), que debe su nombre a las dos personas que lo identificaron en 1971, Roland Madden y Paul Julian, es una onda tropical que ocurre principalmente en el Océano Índico y que se mueve al este, con efectos en la temperatura global.
A diferencia de El Niño, que puede prologarse durante años, la MJO puede estar activa durante un par de meses, por lo que en cuestión de semanas puede provocar cambios en las precipitaciones e inundaciones en distintos sitios. De hecho, la MJO también se asocia con la formación y la intensificación de ciclones y tormentas tropicales. Lo que está sucediendo ahora, según especialistas como Bazo, es que la MJO está provocando “nubes” adicionales, lo que propicia que haya precipitaciones por encima del promedio.
La temperatura del agua en la costa del Perú tiene estrecha relación con que haya más o menos lluvias porque, si el agua superficial del mar está muy caliente -El Niño-, se evaporará fácilmente, se concentrará en forma de nubes y se precipitará con fuerza. “Es como si pusiéramos a calentar agua en una tetera y ponemos un vidrio encima, si aumentamos el fuego, el agua se va a calentar más rápidamente, por lo que va a producir mayor evaporación y esa evaporación se va a condensar y van a caer gotas. Esto es lo que pasa también con el calentamiento del mar”, dice Juan Carlos Bazo. Es decir, que entre más caliente esté el agua del mar, más formación de nubes convectivas -las que se forman cuando el aire caliente superficial asciende- y más posibilidades de que haya lluvias torrenciales.
Eso es lo que parece estar pasando en estos momentos en el Perú: el episodio de La Niña está cediendo, mientras que las aguas de las costas del Perú se están calentando. Esto explica el origen de las lluvias, pero hay otros factores que intervienen en que sus consecuencias sean fatales.
Aunque ya se ha visto que la temperatura del mar está relacionada con la frecuencia e intensidad de las lluvias, no es el único factor responsable de las pérdidas en el Perú. Hay, en realidad, varios otros factores particulares que hacen que ciertas zonas y poblaciones sean especialmente vulnerables a las inundaciones. En un reporte de octubre de 2010, el Ministerio de Agricultura y la Autoridad Nacional de Agua, describieron algunos de esos factores: por ejemplo, los suelos arcillosos de las cordilleras, lo que provoca pérdida de estabilidad de los cerros cuando el agua sobrepasa su capacidad de retención; entonces, suceden deslizamientos que trasladan grandes volúmenes de tierra, rocas, lodo y escombros y destruyen viviendas, infraestructura y cultivos.
Otro elemento importante es la deforestación, pues cuando se retiran los árboles y sus raíces, no hay nada en el suelo que pueda detener el flujo del agua y esos deslizamientos avanzan sin obstáculos. Además, muchos de los caudales de los ríos del país son irregulares, lo que significa que suelen ser abundantes de diciembre a mayo -justo en la época de lluvias- y se secan el resto del año; así que, cuando llegan las lluvias extremas, muchos de estos ríos se desbordan, aumentando la posibilidad de que ocurran deslizamientos. Cuando estos deslizamientos se convierten en flujos rápidos de lodo cuesta abajo, se les llama huaicos, que se definen como avalanchas de barro y escombros que destruyen a su paso viviendas, carreteras y cultivos y, en no pocas ocasiones, causan que muchas personas salgan heridas, desaparezcan o mueran.
De manera que, más allá de la variabilidad climática, hay situaciones causadas por el ser humano que agravan las consecuencias de las lluvias, como instalar viviendas cerca de ríos que se pueden desbordar o deforestar extensas zonas en los cerros y eliminar así sustratos que podrían detener esas avalanchas. “La vulnerabilidad, básicamente se da porque la costa norte es un área seca y árida y no está preparada para recibir lluvias extremas. La vulnerabilidad está más asociada a la infraestructura y planificación urbana. Después de varias presentaciones de El Niño, no se han mejorado las condiciones para un buen drenaje de las lluvias”, explica Bazo.
Por lo tanto, para prevenir estos impactos, el monitoreo y estudio de fenómenos climáticos es sólo una parte de la solución del problema. El resto tiene que ver con llevar a cabo cambios estructurales y no estructurales para la prevención de riesgos. Por ejemplo, encausar y desviar ríos, colocar espigones y diques de protección, elaborar mapas de riesgos, señalizar las zonas de más peligro. Es necesario anticipar y planificar para futuras emergencias, teniendo una comunicación eficaz con la población, para que se puedan reducir los impactos y ser más resilientes frente a fenómenos que no van a desaparecer.
Respecto a lo que sucede y se debe hacer para prevenirlo, aparte de lo detallado en el párrafo anterior, considero necesario incidir en la falta de preparación o de idoneidad de quienes tienen bajo su responsabilidad precisamente llevarlo a cabo: en estos días en que las lluvias y huaicos están arrasando con partes ribereñas de ríos de diversos centros poblados, no siempre de escasa población, somos testigos, a través o por intermedio de los noticieros de televisión especialmente, de la forma en que estas desgracias ocurren. En ellos se aprecia cómo la fuerza de la naturaleza arrasa con todo a su paso; observamos, también, actos de unión entre gente que lo pierde todo; o, hasta de heroísmo, cuando salvan a niñitos o animalitos arrastrados por el lodo; y, en fin, cómo se van en medio de esa mezcla de agua, tierra y desechos, los sueños y los esfuerzos de personas que no pudieron conseguir una mejor ubicación para vivir con sus familias.
Pero, lo que no se aprecia -o casi nunca- es a autoridades que asuman su rol y lideren los esfuerzos de esa gente así perjudicada. Esas autoridades, son las encargadas, las responsables de ayudar a la gente que sufre estas desgracias. En realidad, lo son de no dejarlos vivir en zonas tan peligrosas y expuestas a lo que les sobreviene, pero no prohibiéndoles instalarse allí, simplemente: habilitando lugares en los que se puedan asentar. Acaba de ingresar, al inicio del año en curso, a ejercer autoridad un contingente a nivel nacional de autoridades regionales y locales, ellos deberían estar al frente de quienes están quedando en un total desamparo.
No puedo dejar de lado en este reclamo, a quienes forman el Supremo Gobierno; no importa su color político: la creación de las regiones tenía, como finalidad principal, el desarrollo de sus territorios y poblaciones, para que Lima dejara de ser el Perú, para que dejaran de afluir a la Capital de la República gentes que vienen a ella porque en sus lugares de origen no encuentran oportunidades: ¿Qué han hecho y/o qué están haciendo, para que así sea? Ya es hora de que dejen de usufructuar de los jugosos sueldos que perciben sin hacer otra cosa que discutir lo que no resuelven.
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