La familia peruana promedio está constituida, como la generalidad de las familias, por el padre, la madre y los hijos; ¿cuántos, estos últimos?, no hay una cifra estándar, pero desde la última cuarta parte del siglo pasado la mayoría de familias se queda en dos o máximo tres hijos. La razón principal para que esto sea así, es la económica y el hecho de que actualmente ambos padres trabajan (las más de las veces por motivos económicos, motivo por el que esta razón forme parte también de la económica), lo que impide la dedicación exclusiva de la madre al hogar y al cuidado de los hijos, como era hasta mediados o tres cuartas partes del siglo XX.
Los ingresos de los padres normalmente se dedican, en proporciones que entre ambos deciden, a la manutención del hogar y, principalmente, al desarrollo de los hijos, haciendo especial énfasis en su educación. Dado que cada hijo tiene su propia personalidad, para los padres resulta de especial importancia conducirlos en sus primeros años y durante su vida escolar por caminos adecuados pero que sean a la vez satisfactorios para ellos, lo que les permitirá enrumbar favorablemente sus vidas una vez que terminan la época colegial, normalmente a una edad muy cercana a la adulta en nuestro medio.
Para hacer este recorrido durante la vida de sus hijos, los padres tienen que afrontar una serie de circunstancias propias de su condición de seres humanos, desde la primera infancia hasta la primera juventud y la mayoría de edad de cada vástago. Dichas circunstancias, van desde la alimentación de acuerdo a las edades de los hijos, pasando por las enfermedades que a todo ser humano alcanzan en mayor o menor grado, los problemas más de forma que de fondo que a lo largo de esos años se presentan a los hijos y que los padres deben tratar de ayudar a afrontar y resolver a sus descendientes, hasta los desembolsos que obligadamente se deben hacer durante todo ese espacio de vida de cada hijo.
Normalmente, mientras todas estas que he dado en llamar circunstancias se van presentando, cada uno de los integrantes de la familia tiene su propia vida social (probablemente, las de los padres coincidan en alguna medida, de acuerdo a lo que ellos decidan) y, por otra parte, también durante tal período, se van presentando diversas necesidades que se deben satisfacer: en conjunto, ambas situaciones (vida social y necesidades a satisfacer) constituyen motivos de gastos o inversiones que corresponden al nivel de vida que ostenta la familia. Esto se convierte, entonces, en la causa de que, en la mayoría de los casos, ambos cónyuges que decidieron formar un hogar y la consecuente familia con la llegada de los hijos, deban trabajar, probablemente hasta sus respectivas jubilaciones y no dediquen, como quisieran seguramente, más tiempo o todo el que desearían a una mayor vivencia en familia y/o a un mayor y mejor conocimiento mutuo entre todos los miembros que la integran.
Estamos viviendo una actualidad en la que la tecnología, en todos sus aspectos, ha permitido desarrollar una serie de actividades laborales desde el hogar, con comparecencia a los centros de trabajo y de jornadas mínimas de presencia física en ellos cada vez menos obligatorias, lo que debería permitir una menor densidad laboral en dichos centros de trabajo, porque muchos de los trabajadores atendieran sus obligaciones desde sus hogares. Esperar que algo así sea logrado por disposiciones de las autoridades políticas y hasta por los propios empleadores, sería crearse falsas expectativas: considero que los propios trabajadores están en capacidad de demostrar que los trabajos a su cargo son posibles de efectuar desde el hogar e ir inculcando en la mente de los empleadores que es una posibilidad que harían bien en aplicar. Obviamente, no será de aplicación inmediata, pero algún día empezarán a verse sus frutos.
De alcanzarse este objetivo que hoy puede resultar hasta ilusorio, habrían beneficios colaterales importantes, como ser la reducción del caos en el tráfico; ahorro significativo en uso de combustibles por la reducción de ese caos; reducción del actual desperdicio de hombres-hora en dicho caos; menor polución ambiental; posible disminución de la delincuencia y hasta de la criminalidad; y, un largo etcétera que seguramente se iría descubriendo. Sin embargo, en lo que más se ganaría, desde mi personal punto de vista, una mayor unión familiar y una mejor valoración de cada uno de los miembros de la misma, así como de sus integrantes por parte cada uno.
Gracias, Jorge, por leer mi columna, por tu comentario y sugerencia que agradezco y trataré de aplicar, así como por tus saludos que correspondo para las próximas Fiestas Patrias.
Estimado Alfonso, coincido contigo en todos los aspectos. Lo único que te pido, es que uses tu capacidad de síntesis en los preámbulos, teniendo en cuenta tu formación de ingeniero, y finalizar con las conclusiones que ameriten, y que son los más importantes en tu columna de opinión. Saludos por las próximas fiestas que se avecinan.