En nuestra ciudad capital es tan notoria la falta de coordinación y, por qué no decirlo, muchas veces hasta de criterio e imaginación para poner nombre a sus diversas calles y avenidas, que resulta por demás frecuente que se aplique un mismo nombre de héroe o personaje en su tiempo notorio, así como fechas especiales, a distintas arterias separadas incluso por grandes distancias entre sí.
No me es fácil imaginar la confusión tan grande que debe sentir un turista, no precisamente o no solamente extranjero, sino también el que viene del interior del país, para ubicar direcciones en Lima, ante la disparidad de ubicaciones que tienen calles o avenidas tales como 28 de Julio, Alfonso Ugarte, La Mar, ......., etc.. Naturalmente que cada vez que se puso un nombre se tuvo un motivo o razón especial que justificó plenamente quien lo sugirió ...... Si, para llenarnos de argumentos nos sobra imaginación; si, porque queremos hacernos recordar por mucho tiempo después de que termine nuestro mandato, hacemos e imponemos nuestro criterio como si peleáramos por una mejor causa.
Pero no nos tomamos la molestia de buscar en cualquier guía de calles cuántas veces ya se ha usado el mismo nombre para bautizar una vía de circulación, antes de proponerlo y luchar porque se nos haga caso; tampoco distraemos nuestro valioso tiempo en ocuparnos de tonterías tales como pensar en los demás, en el caos de ubicación que les podemos y vamos a crear por nuestra brillante ocurrencia. Menos aún, se nos pasa por la mente la idea de que lo mejor es dar continuidad a las vías de circulación conforme estas van creciendo por la aparición de nuevas urbanizaciones a continuación de las existentes. Al final, quien se detiene a pensar a qué se deberá tal caos de nomenclatura, tiene que llegar a la conclusión de que aquí no hay planificación ni coordinación, que la denominación de calles se efectúa de acuerdo al capricho o “buen criterio” de la autoridad municipal de turno, cuando se trata de aplicarla.
Creo que tiene que llegar el momento en que nos convirtamos en personas mayores en este y otros aspectos, que incluso corrijamos los muchos errores que a este respecto se han cometido; creo que ese momento puede ser el actual, ¿por qué no?. Con todo respeto, me permito invocar desde estas líneas a los Alcaldes Provincial y Distritales de Lima, para que analicen esta idea y evalúen la factibilidad de su aplicación. Piensen señores que, en el futuro, nuestros hijos así como los miles y millones de turistas que a lo largo del tiempo habrán de llegar a nuestra ciudad, encontrarán las calles y avenidas más ordenadas, que quizá esta sea una manera de sentar bases para derrotar al caos que hoy ostentan.
Sé, que si esta modesta idea se llega a aplicar, ha de significar disgustos y gastos para muchas personas y entidades, pero el progreso tiene un costo y todos queremos un país mejor, que no tenga o dé motivos a los que llegan de fuera y afuera van a volver, para que ya no se quiera regresar y, encima, nos hagan propaganda negativa; que esos dolores de cabeza y de bolsillo, finalmente, sirvan para enorgullecernos del cambio. Pretendo que llegue el día en que las calles no cambien de nombre porque cambian de Distrito, ni que en muchos de estos se repitan los mismos nombres que ya han sido otorgados anteriormente; sé que no pido algo fácil, pero creo que mucho ganaríamos si se hiciera.
No pretendo autocalificarme como una persona especial ni aquella a quien se le debe escuchar y aplicar sus ideas por el solo hecho de sugerirlas; sólo quiero ser interpretado como alguien que quiere a su país y a su ciudad y, que sugiere algo que a su buen entender será de utilidad para las futuras generaciones y las que a ellas las visiten. Por lo menos pido con toda modestia que, si de alguna manera la idea que propongo aplicar es considerada digna de discusión, a la misma se someta: estoy convencido de que a la mayoría de los que se haga reflexionar sobre ella y las razones que la sustentan habrá de parecerles adecuada.
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