En el Perú, la delincuencia, el asalto, el abuso de la fuerza bruta, están a la orden del día, al extremo que el común de las personas tienen miedo de salir a las calles, especialmente en las ciudades más populosas, como Lima, Trujillo, Chiclayo, Piura, Ica, Arequipa, Huancayo, Ayacucho, Iquitos; en fin, la mayor parte de nuestro país. Esto, se debe principalmente a que se ha rebasado la capacidad disuasiva de la Policía Nacional, del Ministerio del Interior.
Es un clamor ciudadano que las autoridades deben velar por la seguridad y el orden público; pero, probablemente sea muy alto el grado de atraso por el que pasan nuestras fuerzas del orden; y, por qué no decirlo, la corrupción que existe entre ellas es tan alta, que es mayor la desconfianza que generan entre la ciudadanía que el sentimiento que debieran, de protección.
Esto, no es de ahora, viene de muchos años atrás, excepto que cada vez es peor, que si antes sabíamos o creíamos que habían malos policías, aisladamente, ahora suponemos que todos lo son. Por eso, por ejemplo, a la civilidad peruana no le ha importado demasiado que el actual Gobierno, al asumir sus funciones, pase al retiro a 18 generales de la Policía. La medida impresionó, es cierto, pero no al extremo de levantar la voz en defensa de los altos oficiales removidos; a pesar, de que si a algún ciudadano se le pregunta si, después del tiempo transcurrido, está de acuerdo con ella, lo más probable es que responda que le pareció una medida extrema, que le resultó exagerada.
Por esos conceptos tan negativos que probablemente se han ganado a pulso la mayoría de los integrantes de la institución policial, no podemos ni debemos dejar nuestra seguridad en sus manos, si no queremos ser parte de las víctimas directas de lo que mencionaba al iniciar esta Columna de Opinión. Pienso que a todos nos toca hacer algo, que contribuya con la labor de los policías bien intencionados, que también los hay; o, que los obligue a actuar de forma correcta, frente a la obligación de poner entre rejas a quienes traten de abusar de nosotros.
Creo que a todos los peruanos, desde sus inicios en centros educativos, se les debe enseñar Defensa Personal y/o Artes Marciales. Es cierto, que el presente año nuestro niños probablemente van a recibir, también, educación virtual, a causa de que la pandemia generada por el Coronavirus nos va a seguir asolando y obligando a una reclusión indeseada, pero necesaria. Sin embargo, eso puede servir para estudiar y planificar debidamente la idea.
¿Por qué no dotar a todos de conocimientos y aptitudes que nos permitan desalentar verdaderamente a quienes pretenden abusar de nosotros? Está probado que los delincuentes atacan a quien no puede ofrecer resistencia; también que, en general, siempre buscan lo más fácil, para poder desaparecer de la escena del delito lo más rápidamente posible. Si aquellos a quienes pretenden victimizar supieran defenderse, no se producirían tantos robos, ni violaciones, ni crímenes.
Es cuestión de enseñar a los niños, desde su más tierna edad escolar (Nido), mediante cursos que formen parte de la curícula e ir desarrollando paulatinamente esta enseñanza, de modo que los niños así formados vayan creciendo dotados de esa capacidad, hasta que empiecen a salir promociones escolares con este nuevo valor añadido. Con toda seguridad que, independientemente de la labor policial y de la aplicación de las leyes existentes para proteger nuestra integridad, este tipo de delitos ya no sería de los largamente más frecuentes en el Perú, como lo son hoy.
Es cuestión de que nuestras autoridades educativas contacten a los maestros principales de estas enseñanzas para, con ellos, establecer los lineamientos de los cursos en que se convertiría su puesta en conocimiento a toda la población escolar. Tal vez, se podría impartir este tipo de educación, también, a distancia.
Hasta podríamos convertirnos en un país que diera ejemplo; pero, lo principal, es que nuestra juventud y posteriormente toda nuestra población se vería autoprotegida de los desmanes de delincuentes y abusadores.
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