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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

CUANDO MI MADRE NOS DEJO

Para quienes me siguen, esta publicación semanal que les presento, que he dado en llamar Columna de Opinión, está dedicada a opinar sobre algún tema de actualidad evitando, en la medida de lo posible, tocar asuntos de carácter político o incluso religioso. He advertido, sin embargo, que algunos temas humanos que he tocado han sido bien recibidos por los lectores, lo que me ha hecho reflexionar sobre la conveniencia o no de incluir temas de esa índole en mis publicaciones, porque soy un ser humano que tiene vivencias como las de todos los demás, así como que igualmente escribo para seres humanos. Espero, pues, contar con vuestro beneplácito o, que se sirvan alcanzarme algún comentario que niegue la conveniencia de incluir este tipo de temas en ellas, si así lo consideran. A continuación, me permito expresarles algunas vivencias y sentimientos que experimenté cuando teníamos con nosotros, sus cinco hijos y su esposo, a nuestra adorada madre.


Era del tipo “mamá gallina”, que procuraba proteger a sus hijos, darles mucho amor y ser siempre la que nos diera todo, para lo cual contaba con un carácter muy suave, muy dulce, con una expresión natural de persona buena, que a muy pocas personas se la he visto a lo largo de mi propia vida. Como esposo, tenía a mi padre, con el que se amaba profundamente, pero que era el clásico amo y señor; en realidad, eran un matrimonio a la usanza antigua, donde el padre era no sólo el jefe del hogar, era “el rey del hogar”. Ella estaba tan imbuida de su papel de madre de ese tipo, que se desvivía por nosotros para que no tuviéramos motivo alguno de malestar, para que nuestra niñez y primera juventud fueran siempre “de color de rosa”. Trajinaba a más no poder, prácticamente “echándose encima” todas las tareas de la casa, lo que le costó, en su quinto y último alumbramiento, sufrir un ataque de eclampsia, que le dejó como secuela para el resto de su vida una muy pronunciada hipertensión.


A esto y al incesante trajín, supongo que se debió el que posteriormente se enfermara también de diabetes: entre ambas enfermedades, la llevaron a la tumba, en la que hoy sería temprana edad (falleció muy cerca de cumplir los sesenta y un años). Fue algo que a todos nos hundió en la más profunda tristeza; siempre, por lo menos los hijos, habíamos tenido conciencia de que mi mamá era una persona con salud muy débil y que adolecía de enfermedades que a la larga la podrían separar de nosotros pero, también, nos acostumbramos a que sufriera esos padecimientos, al extremo de que su repentina gravedad nos cogió absolutamente desprevenidos. Bueno, en realidad, creo que nadie puede sentirse preparado para vivir esa experiencia.


Mi mamá era la persona más querida de nuestra familia nuclear, todos nos queríamos mucho y a nuestro papá; pero, sin embargo, lo que sentíamos por mi mamá, al menos hablo como hijo y creo que en estas palabras puedo también hacerlo en nombre de mis cuatro hermanas, ese sentimiento, era muy especial. Era lo más puro, lo más sublime que podíamos alcanzar a sentir todos y cada uno de sus cinco hijos. Por ejemplo, el día de su cumpleaños era una especie de “fiesta nacional” para nosotros; mi papá tenía la costumbre de celebrarlo por todo lo alto (de acuerdo a sus posibilidades, naturalmente) y los hijos esperábamos ese acontecimiento anual casi tanto como el de la Navidad, con la diferencia que esa era una festividad común; esta, la Navidad, era individual, de cada uno de los cinco hermanos, pero cada uno separado del resto. Y la pasábamos muy bien, a pesar de que a una hora temprana, la que dispusieran nuestros padres, debíamos retirarnos a nuestros dormitorios.


Mi mamá, a pesar de ser una persona enferma, como ya lo he dicho, era una señora alegre, con “chispa” para reírse y hacernos reír. En una oportunidad, frente a un pequeño complejo de culpa que se me había formado, porque mi mamá tenía que despertar y levantarse a tiempo de darme la voz para que me preparara para ir a la universidad a la hora que correspondía, algo a todas luces injusto pero que yo no era capaz de solucionar de otra manera entonces, encontré, por fin, la forma de hacerlo: nuestros dormitorios eran contiguos y mi mamá dormía, en el lecho conyugal, del lado más cercano a mí, en la otra habitación; reuní y amarré la cantidad suficiente de pitas y le di un extremo a mi mamá, atándome el otro a mí, a un pie creo. Al día siguiente, me desperté con mi mamá a los pies de la cama jalando la cuerda que había armado, porque yo era insensible a los jalones que le daba a la misma desde su lecho.


Al nacer, mis padres me dieron dos nombres, el segundo de ellos era igual al único de mi padre; ellos, decidieron llamarme por ese segundo nombre. Sin embargo, en el caso de mi mamá, ella nunca me llamaba por el nombre que habían decidido usar, me decía …. el nombre que se le viniera a la boca, si me llamaba para cualquier cosa; tanto me acostumbré, que siempre entendía que me estaba llamando.


Al hacer esta pequeña semblanza de mi mamá, he pretendido contar recuerdos gratos, no sin poner de manifiesto por qué se nos fue tan rápido. Hoy, que han transcurrido ya algo más de cincuenta años que nos dejó, siento que hace mucho más que ese tiempo que no le puedo dar un beso en la frente, pero nunca dejo de tenerla presente. Creo que a todos nos pasa.



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ESSALUD

2 Comments


Alfonso Abad Porras
Alfonso Abad Porras
Dec 03, 2019

Chabela, espero no haberte puesto triste; al fin y al cabo, para nosotros sus hijos, si hay o ha habido alguien que se lo merecía, nuestra mamá debería estar entre las elegidas para estar al lado de Dios y yo le pido a El que también lo esté nuestro papá, para que juntos disfruten de contemplarlo, amarlo y bendecirlo por siempre jamás y disfrutando de su mutuo amor para toda la eternidad. Gracias por tu punto de vista respecto a continuar con este tipo de artículos, lo pienso hacer, aunque de ninguna manera de dedicarme sólo a ellos.

Lupe me dijo que también me ibas a alcanzar un comentario suyo.

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mariaisabelabad13
Nov 28, 2019

Hoy, tu columna me llegó al corazón, naturalmente se trata de nuestra Madre, qué bueno es recordarla y describirla tan bien, nuestra Madre fue insuperable de las mujeres que ya no hay, me pregunto varias veces si realmente existió, porque al menos para mi la vida es cuándo Ella estaba y eramos "La familia feliz" y luego cuándo se fue y todo cambió para siempre. La verdad después han habido momentos buenos y muy malos, pero no se comparan a los vividos con Doña María Jesús, mi Madre, nuestra Madre.

Sí , opino que debes escribir temas tan sensibles como este, porque estoy segura que cada lector tendrá muy presente a su madre esté o no con El, hay otros…

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