Como debe ser evidente para mis amables lectores, uno de mis propósitos más importantes al publicar mis Columnas de Opinión, es evitar que las mismas se dediquen a temas de política, especialmente la partidaria. El porqué de esta decisión, es que su inclusión generaría discusiones que no pretendo motivar -dado que es uno de los temas en que nunca podemos estar todos de acuerdo-, siendo mi pretensión, por el contrario, buscar el consenso en pro de mejoras a situaciones o problemas que desde mi punto de vista las requieren.
A pesar de dicho propósito y solicitando disculpas adelantadas a mi gentil auditorio, me veo en la necesidad de dedicar una -por lo menos- de mis publicaciones a dicho tema, porque a mi modo de ver la situación del Perú es caótica y se debe a situaciones políticas de todos conocidas.
Creo necesario, al hacerlo, que empiece por manifestar que mi inclinación política es contraria a lo que postula la izquierda, especialmente al comunismo. No considero necesario explicar a qué se debe mi personal opinión, porque a todos nos asiste el derecho de tener una. Sin perjuicio de lo que acabo de reconocer, considero que quien o quienes quieren difundir su criterio o ideas, en este caso políticas, a los demás, no deben intentar imponerlas, sino demostrar que las mismas son mejores o, por lo menos, pueden ser beneficiosas para nuestro país. Acepto, por el uso del razonamiento, que cabe la posibilidad de que, si estoy equivocado en algo, mediante argumentos apropiados se me pueda demostrar, nunca por la fuerza.
Eso, no está sucediendo con este Gobierno; muy por el contrario, tal y como día a día se viene demostrando, para hacerlo está tratando de enfrentar a peruanos contra peruanos, poniendo como enemigos del Gobierno al Congreso, a un sector de la prensa y al Ministerio Público. Por si esto fuera poco, recientemente, en conferencia de prensa a continuación de un evento promovido por el propio Presidente de la República, con asistencia de representantes de bases sociales de todo el país, el Primer Ministro azuzó a los presentes sugiriéndoles que “cada uno de ellos traiga a Lima a 50 personas, para poner de rodillas a quienes se opongan a Pedro Castillo y se pueda redactar una nueva Constitución”.
Por su parte, el Congreso está demostrando que, en la gran mayoría de sus integrantes, prima un interés personal o subalterno por encima de los intereses de todos los peruanos, así como que muchos de ellos se encuentran en estos momentos bajo investigación o sospecha, habiendo sido elegidos para exactamente lo contrario. Una demostración muy clara de que es así, se da en la muy reciente elección de los nuevos integrantes de comisiones en el Congreso de la República, entre los que se tiene a José Luna Gálvez (congresista de Podemos) en la de Presupuesto -investigado por los casos Lava Jato y Consejo Nacional de la Magistratura-; así como a los congresistas de Acción Popular Raúl Doroteo, en la de Relaciones Exteriores y Jorge Flores, en la de Energía y Minas -ambos investigados por tráfico de influencias-.
Nunca antes, hasta donde tengo memoria, pero también hasta donde reconocen los medios de difusión, ha sucedido que el Presidente de la República, en pleno ejercicio de su cargo, se encuentre investigado por la Fiscalía de la Nación hasta por seis motivos distintos, cinco de ellos por actos dolosos y, el sexto, por la copia o plagio de más de la mitad de su tesis, conjuntamente con su esposa, para obtener el grado de master.
En el transcurso del primer año de gobierno de Pedro Castillo, hemos tomado conocimiento de cambios de gobierno en dos países de América del Sur, Chile y Colombia. En ambos casos, en que los nuevos mandatarios son abiertamente de izquierda, hemos podido apreciar que ambos presidentes son personas de otro nivel cultural, muy superior al de Castillo. Si bien falta ver su desempeño, no parece creíble que ninguno de los dos incurra siquiera en uno de los errores clamorosos a los que Castillo, lamentablemente, nos tiene acostumbrados.
No se trata de que unas ideas tengan forzosamente que prevalecer sobre otras: es de reconocer que, así como en las doctrinas religiosas, los propósitos de las ideas que no compartimos no pueden ser, no tienen por qué ser, negativos para la gran mayoría de los ciudadanos de un país, pero quienes tienen a su cargo el gobierno deben demostrarlo.
Por el contrario, nuestras actuales autoridades, sean del Poder Ejecutivo o del Legislativo, lo que hasta ahora han demostrado es una actitud dolosa, un propósito de “sacarle el jugo”, de “exprimir” al máximo la posible “fuente de ingresos” que les representa el cargo que les ha tocado en suerte, sin importarles que el país se “venga abajo”. Ambas entidades, de manera ostensible, se ocupan de dañar a la otra, buscando la forma de hacerlo, sea por su frecuente comisión de errores -en el caso del propio Presidente de la República- o por la escasísima o ninguna preparación para ejercer cargos públicos -de parte de los ministros de Estado y de los funcionarios públicos de los más altos niveles-, si de “dar palo” al Poder Ejecutivo se trata; y, de denostar a “cierto sector” del Congreso, especialmente como “golpista”, si es el caso inverso.
No puede ser, no lo habríamos imaginado siquiera, antes por ejemplo de la larga época de Alberto Fujimori en el poder, que un Presidente de la República tuviera el desparpajo de declarar en una entrevista de nivel internacional, que estaba “aprendiendo a gobernar” …. y, que se mantuviera en el cargo; o, que el mismo primer funcionario de la Nación, llegara a “cargar sobre sus espaldas” con seis investigaciones de la Fiscalía de la Nación …. y, que asimismo continuara en el cargo.
Y mientras esto sucede -situación que se ha mantenido prácticamente durante todo el primer año del actual régimen- el país, en una palabra, está a la deriva. Nunca, como en la actualidad, han habido tantos actos reñidos con la ley en nuestro país, desde los asaltos a plena luz del día para robar celulares, donde se puede llegar a perder no sólo el objeto sino también la vida, hasta asesinatos “por encargo”, por medio de sicarios, que se venden por algunos cientos de soles; y, en cambio, el ciudadano que representa a la Nación, humille a dos policías, haciéndose amarrar los pasadores por ellos en forma pública, con lo que humilla también a toda la institución policial -y, todo, porque en alguna oportunidad Evo Morales lo hizo-. Asimismo, que tengamos tantos conflictos laborales simultáneos, algunos de ellos posiblemente generadores de fuga de capitales al exterior. También, que encontrándonos bajo una amenaza mortal en materia de salud, como es la pandemia de COVID-19, se haya cambiado al que entonces era de lejos el mejor Ministro de Estado -Hernando Cevallos, en la cartera de Salud-, para poner a otro -Hernán Condori- sólo por satisfacer la exigencia de una “cuota” de ministros de parte del líder del partido político que lo llevó a la Presidencia del Perú, Vladimir Cerrón. O, que después de dos años de brindarse clases escolares sólo de manera virtual a causa de la pandemia de todos conocida, se reabran los colegios sin que se haya atendido para nada la refacción de muchos que la necesitaban, dándose noticias luego que hay colegios en los que se dicta clases a alumnos de distintos años de estudios en un mismo ambiente; de otros centros escolares que funcionan sin techo para su alumnado; o, también, de colegios cuyo servicio higiénico está totalmente deteriorado, inutilizable, desde antes de la pandemia.
Los ejemplos que he mencionado, grafican ampliamente la poquísima o ninguna calidad del actual régimen, Parlamento incluido. La presente Columna de Opinión no hace sino recoger un clamor cada vez más amplio porque haya, cuanto antes, un proceso de elecciones generales adelantado: no creo, no lo puedo creer que los que votaron o estuvieron de acuerdo con la elección de las actuales autoridades, hayan deseado esto para nuestro país; quiero que todos los peruanos podamos voltear esta oscura página de nuestra historia y escoger, esta vez con acierto, a otras nuevas que rescaten al Perú del precipicio en que venimos cayendo.
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