En el Perú, como en el resto de países del Hemisferio Occidental, por lo menos, los medios de difusión existen para brindar información a la ciudadanía en general, sobre el quehacer nacional, con especial énfasis en las noticias del día a día, sin faltar naturalmente informaciones de corte no noticioso. En cuanto a información propiamente dicha, la prensa escrita asume la responsabilidad de brindarla con mayor amplitud, mientras que los medios de radio o tele difusión, se dedican más al entretenimiento, sin dejar de lado los espacios noticiosos, al menos los medios de señal abierta, en lo que a espacios televisivos se refiere.
Con fecha 7 de febrero del año en curso publiqué una Columna de Opinión con similar título que la actual, en la que pretendía que los medios, en general, se preocuparan de cambiar su esencia informativa dedicando, también, la misma a resaltar las buenas noticias que se produjeran en cada jornada. Con ese cambio, en forma paulatina se conseguiría que nuestra población empezara, también, a modificar sus valores y promoviera desde su individual iniciativa actitudes positivas en su entorno que llevaran, en conjunto, a un mejor nivel de vida de la población.
Lamentablemente, nada ha cambiado o, si lo ha hecho, ha sido para empeorar, porque las actuales noticias son peores, si cabe, que las que nos propalaban a comienzos de año. El estándar de noticias que se propalan especialmente por televisión, se refiere a los accidentes de tránsito de diverso tipo que se producen día a día, en diversas formas, con distintos actores y vehículos, así como en diferentes ubicaciones; también, a los feminicidios o intentos de ellos, los abusos contra criaturas indefensas; y, los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud. Toda la información noticiosa, aparte de la política, gira en torno a estos temas, haya o no motivo para dedicar la atención de la teleaudiencia a temas de estas índoles.
El hecho de que hacen más o menos seis meses de que la fotografía de un niño peruano estudiando a la luz de un poste de alumbrado diera la vuelta al mundo y, de que un empresario natural del reino de Bahrain al verla se sintiera motivado a visitarlo, para ver de cerca su realidad, procediendo a hacerle donativos, para él, su familia y hasta su colegio, con todo lo grato que es, no sirvió tanto a los medios de difusión, especialmente a los televisivos para explotarlo en los noticieros, como para “machacar” sobre el caso por varios días, como sí hacen con los otros casos noticiosos, con fines sensacionalistas.
En mi columna anterior he pedido y hoy lo reitero, que los espacios noticiosos, hablados y escritos, se ocupen de sucesos relevantes por la imagen positiva que dejan a su paso, lo que paulatinamente va a contribuir a desarrollar valores en quienes las recibimos, que es exactamente lo que ahora sucede pero en el sentido opuesto con esas noticias tan negativas que se nos hace llegar a diario: es que da la impresión de que todos los que generan las noticias que se nos hacen llegar, se esmeraran en hacerlas cada vez más notorias, más trágicas, para llamar así más nuestra atención; en realidad, creo que lo que nos informan es tan malo y negativo, como quienes lo hacen pretenden que nos llegue.
Todos recibimos, más tarde o más temprano, noticias dignas de ser difundidas por lo relevante y positivo de las mismas; estoy seguro de que, si los medios de difusión abrieran espacios para publicarlas y, paralelamente, pidieran al público que las alcanzara a dichos espacios, nos acostumbraríamos a prestarles atención por lo positivo de hacerlo. Naturalmente que, si la noticia de esa índole, diera motivo para resaltarla de forma mucho más notoria, como el caso del niñito peruano y su benefactor que recuerdo líneas arriba, tocaría a los propios medios de difusión destacarla.
No propugno, con esta sugerencia, que se deje de informar o que se deje de propalar noticias de toda índole; pero, sí, que a cada noticia se le dé el justo espacio que darla a conocer requiere.
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