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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

ANIVERSARIO 200, UN DIA MAS

Como es de conocimiento general, el 28 de julio último nuestro país cumplió doscientos años de haberse emancipado de España y de haber cambiado, consecuentemente, su condición de colonia de una potencia extranjera para convertirse en república independiente. Esto, que a todas luces es un aniversario importante, para los peruanos fue un día más; dicho de otra manera, un aniversario patrio más.


Es cierto, que el Perú viene atravesando por una pandemia que tiene al mundo en vilo, no sólo a nuestro país. También lo es, la situación política sumamente difícil y hasta desastrosa -por ponerle algún calificativo- que nos ha tocado en suerte vivir -mala, en realidad-, desde que se inició la segunda vuelta del proceso de elecciones concluido recientemente con los resultados conocidos.


Si hubiera que buscar causas y/o culpables de que así haya sido, las dos anteriores serían más que suficientes por sí mismas, pudiéndoseles añadir la muy mala situación económica que actualmente sufrimos. Pero, realmente y desde mi punto de vista, si se trata de personalizar a quién se debería culpar de esto y de mucho más, considero que ese negro baldón le corresponde, por “mérito indiscutible” a la señora Keiko Fujimori.


Ella, al perder las elecciones presidenciales de 2016, se sintió tan mal, que dispuso que la mayoría congresal absoluta que había logrado de 73 parlamentarios se convirtiera en el principal obstáculo para la gobernabilidad que sufrió primero el Poder Ejecutivo encabezado por Pedro Pablo Kuczynski y posteriormente, ante la renuncia obligada de éste, por Martín Vizcarra Cornejo. Todos recordamos -por haber ocurrido muy recientemente- cómo los susodichos congresistas del partido político encabezado por la señora Fujimori, Fuerza Popular, obstruyeron los intentos de hacer bien las cosas de ambos presidentes mencionados: para eso, ellos se pintaban solos, no necesitaban indicación alguna, pero se les tiene que haber dado directivas en el sentido en el que actuaron, porque de no haber sido así, la lideresa los habría moderado, es obvio.


El hecho de que, para el proceso electoral hace poco fenecido, la referida lideresa haya manifestado reconocer esa culpa, así como también haya pedido perdón al país por lo que con toda seguridad pasará a la Historia, no la exime de culpa. Una de las mayores consecuencias que ha tenido la directiva anotada, es que el “antifujimorismo” que generó -yo diría más, antikeikismo”-, hizo que ganara las elecciones la izquierda más recalcitrante, la que más daño nos puede hacer, a la nación en su conjunto.


A este conglomerado de gente, que no es abrumador -en la primera vuelta, el candidato que finalmente ganó las elecciones, no llegó a alcanzar el 20% de la votación total; esto es, la ciudadanía en capacidad de manifestar su parcialidad con Pedro Castillo, sólo alcanzó el 13.29% del total de ciudadanos hábiles para emitir voto en las elecciones presidenciales de 2021-. Sin embargo el candidato de ese magro porcentaje ciudadano, se ha hecho de la Presidencia de la República: ¿por qué?, porque a la señora Keiko Fujimori se le antojó desestabilizar al gobierno de su oponente durante el período presidencial iniciado en 2016. Ni más, ni menos que eso.


Expuso a todo el Perú, por lo menos a mucho más de la mitad de la ciudadanía que constituye la nación, a que su actual gobernante, comunista convicto y confeso, acompañado de unos pocos (porcentualmente hablando) izquierdistas radicales más, hagan lo que sea para convertirnos en otra Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador (de la época de Correa) o Bolivia (época de Evo Morales), como ya han empezado a intentar. Y, para eso, se están valiendo del descontento ancestral de los peruanos del campo en general y de las poblaciones olvidadas y marginales en particular.


Quienes viven en los lugares mencionados, tienen toda la razón en sentirse abandonados por la ciudadanía de las principales ciudades, especialmente de quienes somos naturales y/o residimos en Lima, porque nunca les hemos tendido la mano, nuestros políticos sólo se han acordado de su existencia para épocas electorales, prometiéndoles “el oro y el moro” -bien decía la letra de un antiguo vals criollo que los candidatos ofrecían a los electores: “…. y las corvinas, sobre las olas, nadarán fritas, con su limón ….”- o, para explotar su mano de obra, si acaso algún proyecto habría de ejecutarse en sus dominios.


Tanto los integrantes o afines al Partido Político que ganó las elecciones, porque sólo les interesa su ideología foránea, como los naturales de estas últimas poblaciones mencionadas, porque están ancestralmente resentidos y con toda razón, no se deben haber afectado en lo más mínimo -ni tendrían que hacerlo- porque no se hayan llevado a cabo actividades para destacar la efemérides que el Perú ha conmemorado. También ha de pasar a la Historia, que los peruanos del 2021 no fuimos, como un todo, capaces de celebrar el cumplimiento de nuestros 200 años como república independiente.


Así como en el agro, todo lo que se siembra ofrece una cosecha, Keiko Fujimori está cosechando lo que sembró; lo malo de que así sea, es que está arrastrando al Perú con ella: hubieron cerca de 30% de electores válidos que no sufragaron en la primera vuelta y, en ella esta candidata obtuvo el segundo puesto, con 13.37% del total de votos emitidos; es decir, aproximadamente el 9.36% de los votos posibles de ser emitidos.


Con esos magros resultados, el señor Castillo (con porcentaje de votos establecido líneas arriba) y la señora Fujimori, nos están arrastrando, directa e indirectamente a convertirnos en un país de la órbita comunista latinoamericana.



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