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Foto del escritorAlfonso Abad Porras

AGUAS RADIACTIVAS DE FUKUSHIMA

La central nuclear de Fukushima es una planta de energía nuclear ubicada en la prefectura de Fukushima, Japón; fue construida en la década de 1970 y consta de varios reactores nucleares. En marzo de 2011, sufrió un grave accidente después de un terremoto y un tsunami, lo que resultó en la fusión de los núcleos de varios reactores y la liberación de radiación al medio ambiente. El desastre de Fukushima ha tenido importantes consecuencias para la industria nuclear y ha generado preocupación sobre la seguridad de las plantas nucleares en todo el mundo. Desde entonces, se han llevado a cabo esfuerzos de descontaminación y desmantelamiento en la central nuclear de Fukushima.


El 11 de marzo de 2011, un terremoto con epicentro en el mar sacudió Japón y una hora más tarde, un tsunami golpeó sus costas, inundando la central nuclear de Fukushima Daiichi; la catástrofe desató una carrera contra el tiempo para evitar una explosión atómica similar a la de Chernobil. El movimiento símico que sacudió al Japón entonces, sería calificado posteriormente como el gran terremoto del Japón oriental; tras el mismo, un tsunami trajo consigo olas de más de 10 metros de altura. Sumando el impacto y las repercusiones de ambos, el terremoto y el tsunami causaron muchas muertes y gran devastación en el Japón nororiental.


Aproximadamente a las 8.15, hora de Viena, el Centro de Respuesta a Incidentes y Emergencias (IEC) del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recibió información del Centro Internacional de Seguridad Sísmica sobre un terremoto de magnitud 9,0 en las inmediaciones de la costa oriental de Honshu, la principal isla de Japón.


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Nota Informativa


El IEC, es el centro mundial de coordinación de la preparación, comunicación y respuesta internacionales ante incidentes y emergencias nucleares y radiológicos, sea que se deban a un accidente, a negligencia o a un acto deliberado. Se trata del centro mundial de coordinación de la asistencia internacional en materia de preparación y respuesta para casos de emergencia. El OIEA, es el principal foro mundial intergubernamental de cooperación científica y técnica en la esfera nuclear.


El OIEA estableció el IEC en 2005, en respuesta al uso más amplio de las aplicaciones nucleares y al aumento de la preocupación por la utilización de materiales nucleares o radiactivos con fines dolosos. El OIEA cuenta con capacidades de respuesta a emergencias desde la concertación de la Convención sobre la Pronta Notificación de Accidentes Nucleares y la Convención sobre Asistencia en caso de Accidente Nuclear o Emergencia Radiológica. El IEC también es el custodio del Sistema de Respuesta a Incidentes y Emergencias del OIEA.

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El 11 de marzo de 2011 un tsunami azotó Japón y provocó la explosión de los reactores 1 y 3, así como del edificio del reactor 4, de la central nuclear de Fukushima, provocando un desastre nuclear que dura hasta hoy.


A continuación, se produjo un accidente en la central nuclear de Fukushima Daiichi, finalmente considerado de nivel 7 -accidente grave- conforme a la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos. En los días inmediatamente posteriores al accidente, el OIEA estableció grupos para evaluar elementos clave de la seguridad nuclear y valorar los niveles radiológicos.


Gracias a la lucha cuerpo a cuerpo de Yoshida Masao y su equipo, que no se rindió ante nada, se evitó la destrucción total de Fukushima y que Japón quedara dividido en tres partes. Yoshida Masao, difunto ex director de la central nuclear Fukushima Uno, lideró in situ los trabajos para controlar la situación en la planta tras el accidente desencadenado por el Gran Terremoto del Este de Japón; con sus actos, evitaron a duras penas que se produjera en Fukushima un accidente diez veces mayor que el de Chernobil.


Lucharon contra reactores nucleares que estaban prácticamente fuera de control; también pelearon contra una fuerte intervención incesante por parte del gobierno de Japón durante la gestión del accidente y Yoshida Masao se enfrentó a los directivos de la sede central de la Compañía de Electricidad de Tokio (Tokyo Electric Power - TEPCO), que en ocasiones le imponían exigencias carentes de toda razón.


El proceso de enfriamiento de los reactores nucleares se desarrolló empleando agua de mar para impedir que se produjera un accidente; el equipo a cargo de Masao debió efectuar repetidas incursiones apresuradas en los edificios contaminados que albergaban los reactores. Mediante un camión de bomberos solicitado a las Fuerzas de Autodefensa de Japón, se hizo posible la construcción de una línea para inyectar agua de mar a los reactores. Además, Masao estuvo al frente de las operaciones, para evitar que la vasija de contención del reactor número 1 estallara, para lo cual se realizaron emisiones controladas de gases radioactivos al exterior con el objetivo de reducir la presión.


El pasado 13 de enero el gobierno de Japón tomó la decisión de comenzar la descarga de los depósitos que contienen el agua proveniente del enfriamiento de los reactores de Fukushima, en el presente año. Estos depósitos contienen 1,3 millones de metros cúbicos de agua radiactiva almacenados. El agua se verterá al océano a través de un túnel submarino de un kilómetro de largo. Su construcción, a 12 metros bajo el mar, está casi finalizada. El gobierno sólo espera el respaldo del OIEA al proceso de descontaminación de esa enorme cantidad de agua radiactiva.


A pesar de que Japón cuenta con el apoyo técnico y la supervisión del OIEA, la noticia no ha sido respaldada por parte de la comunidad científica y las organizaciones medioambientales. De hecho, antes de que se diese luz verde a la ejecución del plan, Greenpeace publicó un informe en el que mostraba una postura escéptica con respecto al proceso de tratamiento de las aguas contaminadas. Ecologistas en Acción y el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) manifiestan su protesta ante el vertido de agua radiactiva de Fukushima planeado por Japón en los próximos meses y advierte que establece un precedente muy peligroso. La misma ONU advirtió en 2021 de los peligros de verter el agua residual de Fukushima al océano.


Por otro lado, China tampoco ha legitimado la decisión: la relación entre ambos países es compleja actualmente y Pekín advierte que, si la iniciativa procede, Japón deberá "atenerse a las consecuencias". En cambio, mientras Seúl cree en las conclusiones de la OIEA, la población surcoreana está preocupada y se han iniciado protestas por todo el país.


Los expertos en medio ambiente aconsejan a Japón mantener el agua contaminada en los depósitos hasta que se desarrollen tecnologías más sofisticadas que aseguren un filtrado total de las partículas radiactivas; sin embargo, aún se desconoce si Japón esperará a contar con la aprobación de sus vecinos y de la sociedad civil para poner en marcha el vertido. Tanto Japón como el OIEA han asegurado que otras plantas nucleares activas vierten líquido al océano con niveles más elevados de tritio que los de Fukushima.


Todas las plantas nucleares liberan agua tratada al mar de manera rutinaria; por ello, existen regulaciones que obligan a las empresas a realizar filtrados para que los niveles de contaminación se encuentren por debajo del límite. En el caso de Fukushima, TEPCO cuenta con un Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos que ya estaba en marcha antes del accidente de 2011 y que logra reducir el grado de radiactividad de la mayoría de partículas, salvo del carbono-14, el tritio y otros isótopos radiactivos como el estroncio-90.


Estas sustancias se emplean como forma de combustible nuclear, que impulsa la generación de energía en las centrales y son complejas de separar del agua. Asimismo, en 2021, expertos en derechos humanos de la ONU advirtieron que el tritio presente en el agua puede unirse a otras moléculas y viajar a través de la cadena alimenticia, afectando negativamente a la salud de plantas, peces y seres humanos.


Las organizaciones ecologistas denuncian que se está lejos de una solución real a los residuos nucleares, ya que los planes de gestión propuestos hasta ahora presentan numerosos problemas, como el retraso en varias décadas del inicio de un emplazamiento definitivo de dichos residuos. Las organizaciones ecologistas vuelven a denunciar que se siguen repitiendo paradas no programadas y diversos incidentes en las centrales nucleares, que son una muestra clara del estado de envejecimiento de los reactores y de la degradación de las condiciones de seguridad de los emplazamientos nucleares. Cada vez es más evidente que la energía nuclear es cara, obsoleta, muy peligrosa y que se puede prescindir de ella, apostando por el adecuado desarrollo ecológico, territorial y ambiental de las energías renovables.


El agua radiactiva procede del enfriamiento del combustible nuclear fundido de tres de los reactores de la central nuclear de Fukushima. Aunque para reducir su radiactividad se somete a un proceso de filtrado, de manera que sólo quede tritio, la realidad es que el proceso no ha funcionado como se esperaba. En 2018 la prensa japonesa descubrió que la empresa propietaria, TEPCO, ocultaba que aproximadamente el 84 % de los 890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de 2018 contenían concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles permitidos para su liberación al océano.


Entre tanto, en Fukushima, el gobierno nipón no ha logrado vencer la oposición de las cooperativas de pescadores locales y grupos sociales japoneses, a pesar de prometer fondos de apoyo por más de 500 millones de euros a la industria pesquera local. Tampoco convence a los países vecinos, que no se fían de la seguridad de la dilución del agua radiactiva en el mar. El Foro de las Islas del Pacífico, una organización de casi 20 países y regiones, incluidos Australia y Nueva Zelanda, ha pedido que se posponga la descarga al océano por su impacto negativo en la industria pesquera. China y Corea del Sur no confían en el proceso de descontaminación que viene realizando la empresa TEPCO.


Los grupos ecologistas cuestionan las afirmaciones del gobierno japonés de que el agua no afectará la vida marina ni la salud humana, pero también las cuestionan las organizaciones científicas. La Asociación Nacional de Laboratorios Marinos (NAML) de EE.UU., creada el mismo año de los eventos ocurridos en Japón y a la que pertenecen más de 100 laboratorios, ha señalado la falta de datos científicos adecuados y precisos para respaldar esas garantías de seguridad: denuncian la ausencia de datos contrastados sobre el contenido de sustancias radiactivas en cada tanque. Sólo desde 2022 la eficiencia del proceso la evalúan laboratorios no japoneses. Para la NAML, los datos proporcionados por TEPCO y el gobierno japonés muestran, en algunos casos, fallos en los protocolos de muestreo, diseño estadístico y análisis de muestras; no toman en consideración soluciones alternativas a contaminar el océano, como el almacenamiento durante 40 a 60 años mientras disminuye el nivel de radiactividad del tritio, sustancia que no se puede filtrar; la acumulación de los radionucleidos en la concha de moluscos filtradores como las ostras o, incluso, emplear el agua para hacer cemento, más fácil de almacenar y capaz de bloquear la radiactividad del tritio.


La asociación científica declara que confiar en la dilución de los contaminantes en el océano es ignorar la realidad de los procesos biológicos de bioacumulación y bioconcentración en organismos marinos como almejas, ostras, cangrejos, langostas, camarones y pescado, así como los fenómenos de acumulación en los sedimentos locales del fondo marino. El océano Pacífico contiene la mayor biomasa de organismos de valor ecológico, económico y cultural, incluido el 70 % de las pesquerías del mundo.


Mientras, Japón continúa insistiendo en que los niveles de sustancias contaminantes en el agua almacenada serán "una gota en el océano, tanto en términos de volumen como de radiactividad". Y la ONU, por primera vez, se alinea con esa hipótesis: el director general del OIEA, Rafael Grossi, ha asegurado recientemente que el plan tendrá un impacto “radiológico insignificante en la gente y el medio ambiente”.


El gobierno japonés y TEPCO insisten en que los impactos ambientales y de salud serán insignificantes porque el agua tratada se liberará gradualmente después de haber sido diluida por grandes cantidades de agua de mar. Mientras, la Agencia Internacional de Energía Atómica intenta justificar la decisión recordando que las plantas nucleares de todo el mundo utilizan un proceso similar para eliminar las aguas residuales, que contienen concentraciones bajas de tritio y otros radionúclidos.


El problema es que, por muy bajo que sea el nivel de radiación, no puede descartarse un daño a la salud. Por tanto, los límites legales de exposición radiactiva no son una garantía, son orientativos. Es evidente que el “beneficio” de la generación eléctrica nuclear no puede compensar el daño que causa en el presente y para las próximas generaciones.


En una manifestación reciente en Tokio frente a la sede de TEPCO, no faltó quien dijo que el OIEA es un promotor nuclear -ante el actual apoyo de esta entidad a la intención del gobierno japonés-; que “el agua es contaminada, por mucho que se le quiera llamar tratada”. Por otro lado, la cancillería china ha afirmado que “Japón decidió unilateralmente verter sus aguas nucleares usadas al océano, minimizando sus propios costos y riesgos, dejando al resto del mundo asumir el riesgo inevitable de contaminación nuclear”.


En el Perú, por ser país ribereño del Pacífico, no debemos dejar de lado el riesgo que representa todo lo hasta aquí puesto de manifiesto: por poner un ejemplo, cuando se produce un terremoto en Japón, se encienden las alarmas de tsunami en nuestros puertos, porque las corrientes marinas pueden traer las ondas del movimiento sísmico a nuestras costas; indudablemente, existe el riesgo de que las mismas corrientes puedan traer a nuestro mar territorial aguas radiactivas que luego contaminarán a las especies marinas que forman parte de la dieta familiar de una gran mayoría de peruanos.


Lo cierto, es que 12 años después de la catástrofe de Fukushima, la amenaza nuclear continúa.




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